Una vez escuché que
sonreír era “saltar por encima de uno mismo, para unir a los demás con Dios”. Quizás
baste con saberlo, sin decirlo demasiado.
La temática de la
sonrisa puede prestarse a cursiladas. Sin embargo, se trata también de un tema
recio: sonreírle a la vida no es siempre fácil. En ocasiones es imposible, o
simplemente no viene a cuento. Pero otras veces puede ser un gesto de afirmación
de la existencia, especialmente de la de nuestros semejantes. Por esto,
resultan lamentables las sonrisas artificiales y forzadas.
Sonreír tiene también
que ver con aceptar la propia vida, con mirar con franqueza a la cara y al
futuro. Es un acto sencillo de humanidad, que anima a vivir cada día. Si esa sonrisa
se traduce en una actitud de ayuda y servicio a los demás, me parece que
manifiesta un gran misterio: la imagen y semejanza de Dios.
José Ignacio Moreno Iturralde

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