Monday, June 09, 2025

Admiración ante la vida cotidiana

Cuando uno se encuentra con una persona encantadora no se pregunta… ¿Por qué existe esta persona? Sencillamente la contempla y trata de conocerla. De un modo parecido, la primera reacción ante el espectáculo de la vida es la admiración. Luego vienen efectivamente muchas preguntas sobre el sentido de la misma; pero si éstas cuestiones surgieran desde la desconfianza, se encapsulan en una lógica torcida y deprimente.

Los abundantes defectos de nuestros semejantes no se prestan a ninguna admiración, aunque sí invitan a cuestionarnos cosas; por ejemplo: ¿Cómo puede ser Fulanito tan memo? Tampoco los propios defectos resultan estimulantes, y además provocan cierta perplejidad al ver con cuanta facilidad se repiten. Es cierto que hay defectos que suponen serios males, pero otros tienen una lectura más benévola. Ser gangoso, por ejemplo, debe ser un palo; pero ser un gangoso que tiene cierto choteo de sí mismo es una genialidad. Muchas limitaciones, no todas, están configurando las naturalezas de los seres. Un jilguero no puede mugir; y si alguna vez lo hiciera entraríamos en un mundo de terror. Las limitaciones humanas son la condición de posibilidad de nuestra libertad. Las injusticias y perversidades, que ya son consecuencia de la maldad y deben ser combatidas, también pueden servir para sacar lo mejor de las personas que las sufren. Las manifestaciones de ayuda a los necesitados y de perdón a los enemigos, figuran entre las acciones más dignas de mujeres y hombres.

Estar en un atasco en la carretera o soportar una sobrecarga de trabajo no parecen cosas admirables: situaciones para ser filmadas en una buena película. Sin embargo, la metafísica tomista y la fe cristiana nos aseguran que somos mantenidos en la existencia por un ser que es por sí mismo. O sea: que la realidad cotidiana es como una novela viva que tiene una consistencia y significado muy superior a cualquier producción de Hollywood. Si un coche pasa por un charco y moja a un peatón de la calle el asunto no es agradable; pero si al señor calado le da por reírse, la escena resulta admirable y profundamente atractiva, porque esconde un misterio. Esta reacción divertida no es común, ni busca el espectáculo, pero es una manifestación de alguien feliz, que hace la vida más bonita: algo que muchos quieren admirar y vivir.


José Ignacio Moreno Iturralde

 

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