Con el paso del tiempo
podemos aprender a prever mejor los efectos de nuestros actos. Las cosas que hacemos
o decimos tienen consecuencias y son causas de muchos efectos. Sin embargo, el
famoso pensador David Hume ha negado la existencia real de las causas, diciendo
que en realidad tan solo existe una sucesión de hechos. Así, la causalidad
sería simplemente un invento mental. La pega de este pensamiento, entre otras
muchas, es que desacredita la misma filosofía que lo sustenta, pues quedaría
reducida por su propio planteamiento a una sucesión aleatoria de palabras sin
significado.
Lo que sí ocurre es que
no entendemos bien cuáles son las causas y el sentido de algunas cosas que
suceden, que pueden resultarnos dolorosas y absurdas. Una cosa conviene
recordar entonces: la larga trayectoria del pasado y del futuro es algo que nos
excede con mucho. Es evidente que no podemos conocer una conexión causal de
todo lo que sucede; pero eso no significa que el azar presida la vida. El azar
no es una explicación; sino precisamente la ausencia de ella.
En el misterio del
tiempo, el presente resulta especialmente valioso. En el presente se anuda el
pasado con el futuro: hay algo que permanece y que es causa de la sucesión. C.S.
Lewis decía que “el presente es el punto de encuentro entre el tiempo y la
eternidad”. Nos ocurren cosas sobre las que no tenemos control, pero sí podemos
decidir cómo las vamos a asumir hoy. Respecto a un hecho que no entendemos,
tenemos la posibilidad de transformar el por qué ha ocurrido en un para qué puede
suceder. Cada uno puede interpretar lo que le sucede de un modo que le haga ser
mejor o peor persona… Se puede elegir entre la luz y la oscuridad. Una idea
interesante al respecto es que el amor tiene jurisdicción sobre el tiempo -en
expresión de Joaquín Ferrer-. Por ejemplo: pedir perdón, o aceptarlo de otra
persona, nos cambia la vida, nos libera de un yugo pesado.
Es estupendo ser una persona competente y hábil, que sabe resolver problemas. Pero me parece que es más importante saber vivir con esperanza los problemas para los que no se encuentra una clara solución. El conocimiento de las causas está muy relacionado con el entendimiento; pero la confianza se apoya más en una opción libre, que no actúa sobre un circuito cerrado. Sin conocimiento de ciertas causas no se puede vivir, pero sin el desconocimiento de algunas de ellas no se puede amar, porque el amor supone ponernos en manos de alguien que no podemos ni queremos controlar totalmente. Nos interesan conocer las causas de los hechos, pero también son muy importantes las cosas para las que no tenemos una explicación evidente. Chesterton decía sobre lo imprevisto que “una casualidad es una visita que Dios nos hace de incógnito”.
José Ignacio Moreno Iturralde

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