Thursday, June 19, 2025

La belleza interior

Se dice de la catedral de León que tiene más vidrio que piedra, más luz que vidrio y más fe que luz. Realmente es interesante la visita a este templo para contemplar una belleza admirable. También un determinado paisaje o una persona concreta pueden albergar una belleza que nos resulta necesaria y motivadora.

La belleza nos hace descansar, disfrutar de la vida; parece como si renovara nuestras fuerzas. Pero por otra parte, descubrimos un mundo con muchas cosas no solo feas, sino espantosas: crueldades, injusticias, catástrofes. Por esto, puede parecer ingenuo hablar de la belleza, en una realidad plagada de rupturas y desigualdades.

Dostoievski escribió “la belleza salvará al mundo”. Karol Wojtyla -San Juan Pablo II- decía que “el bien es la condición metafísica de la belleza”. El filósofo Millán Puelles afirmaba que la belleza es “una covibración de la verdad y del bien”. Es su convergencia con la verdad y el bien, lo que hace creíble a la belleza. Su enraizamiento en el ser de las cosas fundamenta su prevalencia respecto al mal y a la oscuridad. Además, puede ser que lo doloroso suponga un marco donde resalte el esplendor de la belleza.

Cuando observamos a gente enferma, anciana, discapacitada, o severamente castigada por la vida, podemos encontrar miradas de inocencia de una enorme fuerza y de una belleza sublime. Quisiéramos ayudarles a todos, remediar su penosa situación. No siempre nos es posible. Resulta entonces que esas flagrantes necesidades de las personas que sufren, nos hacen caer en la cuenta de la vacuidad de algunos de nuestros problemas. El dolor ajeno puede hacer brotar lo mejor de nosotros mismos, si optamos por una actitud constructiva ante la vida. Entre los escombros de las calamidades pueden surgir llamas de honradez, bondad y generosidad. La ayuda sincera y desinteresada a toda persona necesitada, se convierte en una fuente de prestigiosa belleza.

Otras veces -la mayoría- la belleza estará en saber vivir la vida cotidiana del mejor modo posible y, si puede ser, con algo de buen humor. No hay belleza más asequible que el intentar convertir la propia vida en una obra de arte, aunque no falten con frecuencia meteduras de pata. Esta belleza interior, que viene de un profundo manantial de vida situado más allá de nosotros mismos, es la que nos deja con más paz y bienestar.


José Ignacio Moreno Iturralde

 

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