Tuesday, June 10, 2025

Realidad, honradez y pluralidad

Hace años salían en la televisión unos muñecos animados que se llamaban Epi y Blas. Insistían mucho en mensajes del estilo: “arriba-abajo; derecha-izquierda”. Sinceramente no les encontraba ninguna gracia, pero con el paso del tiempo me he dado cuenta del interés de lo que decían estos personajes.

Las cosas no siempre están claras: ¿Fue penalti?... ¿Tuviste tú la culpa de nuestro último enfado, o la tuve yo?... Hay, desde luego, muchos puntos de vista sobre la realidad, como decía Ortega y Gasset. Pero sigue teniendo vigencia el viejo y novedoso principio de no contradicción: una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido. Uno es distinto de cero; un niño y un abuelo no se identifican; la madre es diferente de su hijo; una mujer no es lo mismo que un hombre -teniendo ambos igual dignidad y derechos-. Sin embargo, vemos que algunos de estos aspectos fundamentales son polémicos en nuestra sociedad. Los intereses personales pueden deformar la realidad porque llamar a las cosas por su nombre puede exigir honradez, una virtud que supone esfuerzo.

También es interesante al respecto redescubrir y entender la distinción entre las oposiciones de conceptos establecidas por Aristóteles: la oposición relativa se da entre términos que entre sí se excluyen y, a la vez, se reclaman -por ejemplo: madre/ hijo-.  En la oposición contradictoria un concepto es la total negación del otro -por ejemplo: ser/ no ser-. La oposición de contrarios se da entre formas de un mismo género, entre los que cabe una gradualidad -como entre amarillo y rojo-. Finalmente, la oposición privativa niega una capacidad en sujeto que podría recibirla -por ejemplo, la ceguera en un ser humano-.

Pongamos algunas consecuencias prácticas de no tener claro lo dicho anteriormente. Si la relación entre madre e hijo la entiendo como una oposición contradictoria cometo un error grave, que afecta a ambos sujetos: es el caso del aborto voluntario. Si la relación entre mujer y hombre la entiendo como una oposición de contrarios, convierto esta distinción radicalmente cualitativa en algo puramente cuantitativo; es decir: me quedo con una visión puramente materialista del ser humano. Si establezco una oposición privativa entre la fe y la razón, caigo en un agnosticismo ramplón. Todo esto nos lleva a darnos cuenta de que entender las bien las relaciones entre ideas, influye poderosamente en vivir con acierto las relaciones personales.

El respeto a la realidad no significa que todos pensemos lo mismo; es precisamente el presupuesto para una legítima pluralidad, que no tiene nada que ver con una batalla campal. Esto no significa que la realidad muestre siempre una justicia. Hay muchos asuntos que han de ser modificados y mejorados. Pero hay cosas, anteriores a nosotros mismos, y que no hemos elegido, como una madre. Y, en ocasiones, se trata de cuestiones especialmente relevantes, que hay que custodiar. Respetar la realidad es lo que asegura las buenas ideas y la conducta buena. Pongo otro ejemplo: el hecho de haber nacido discapacitado puede entenderse como una desgracia, o quizás como una oportunidad de demostrar algo muy importante. Lo que nunca puede servir es para quitar valor al nacimiento de una vida humana.


José Ignacio Moreno Iturralde



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