Si saco una buena
cantidad de dinero, ganado con trabajo personal, y me lo roban al doblar la
esquina, uno exclama con toda razón: “¡ no hay derecho!”. Si lo que nos robaran
fuera la misma vida, se padecería un crimen. Pero lo que sería peor es que la
actitud criminal se considerara un derecho de la voluntad del agresor. Las
páginas más tristes de la historia son las que han supuesto el exterminio de
inocentes, que no han tenido ninguna defensa, ni siquiera legal.
La importancia de la
vida humana tiene relación con la importancia que le damos a la muerte. Si el
morir se banaliza, la vida sufre una enorme devaluación en su dignidad. Este
proceso se acentúa cuando se trata de una muerte voluntariamente provocada. Los
diversos argumentos sentimentales a favor de la muerte del indefenso encubren
algo importante: el sentimiento por sí mismo no conoce, y tomado como única guía
de conducta provoca errores graves.
El ser humano, por
tener razón y libertad, es una historia personal. Todos sus momentos son
importantes: los de salud y los de enfermedad, los buenos y los malos, los
conscientes y los inconscientes. Por esto, considerar que solo son humanos los
momentos de autoconciencia, autonomía y bienestar, supone precisamente
deshumanizarnos. Embrión, bebé, niño, joven, adulto, anciano, son fases de una
única vida, que si no fuera humana desde el principio no llegaría a serlo nunca:
hay múltiples argumentos genéticos y médicos que lo confirman. Un embrión
humano no es un objeto, ni un producto; es la primera etapa de vida de alguien
con una misión única en el mundo. Esto no es una exageración tendenciosa; sino
una verdad. Ningunear la dignidad de los concebidos aún no nacidos, y hacer de
la posibilidad de eliminarlos un derecho legal es echar una sal letal a las
raíces de la humanidad. Para cambiar esta decadencia en cultura de la vida, también
es imprescindible un apoyo social y económico a la mujer gestante y a la
familia.
Los días más bonitos
del mundo son los de la solidaridad con nuestros semejantes, que se encuentran
en situaciones de mayor apuro e indefensión. Por este motivo, es urgente recuperar
el sentido del valor de todas las fases de nuestra existencia. Esto hará que seamos
una civilización más digna, justa, inclusiva, solidaria, fraterna y bella.
José Ignacio Moreno Iturralde

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