Saturday, June 14, 2025

Fidelidad y autoridad


El fallecimiento de un familiar es una experiencia dura. Pero, dentro del desgarrón y la pena que produce, es consolador poder abrazar a un padre en sus últimos momentos y decirle: “gracias por todo, eres un padrazo”.

El cariño a un padre no surge de la admiración por una persona que no tiene defectos; sino ante el testimonio de una vida de entrega incondicional a su familia. Es probable que nuestros padres hayan cometido errores; la mayoría pequeños; quizás alguno no tanto. Pero son mi padre y mi madre, los que me ha criado, educado, aguantado y sacado adelante. Resulta curioso constatar que solo después del fallecimiento paterno, uno cae en la cuenta de algunos gestos de entrega muy generosa de quien contribuyó a darnos la vida.

Esta trayectoria de fidelidad, que es el nombre del amor en el tiempo -como algún sabio ha dicho-, es de una elegancia y un señorío incomparables. Nuestros padres han tenido que soportar dificultades, educando con esfuerzo su propio corazón, y han buscado el mayor bien para sus hijos. Pero, quizás lo más conmovedor de todo, es que mujer y marido han aprendido a quererse mutuamente desbrozando dificultades, hasta hacer brotar el manantial de la vida y de la alegría. La familia es una realidad plagada de inconvenientes, virtudes, enfados, risas, amor, seguridad, futuro y buen humor. Por todo esto, de la vida de nuestros padres surge su autoridad, que aceptamos libremente porque brota de su entrega sincera y generosa.

La sencilla y grandiosa alegría de una madre es algo clave para poder amar al mundo y a la propia vida. Su enorme amor a los hijos es algo que supera   los desengaños que pudieran surgirnos al paso.  Todo este claro caudal de la mejor humanidad se vertebra y desarrolla cuando dejamos que el amor divino purifique y renueve el corazón humano. De ahí nace la necesidad de pedir perdón y de perdonar -una especie de resurrección en vida- que hace hermosa la existencia. “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre (Mt, 19,6)” es una norma cristiana y profundamente humana.

Soy consciente de que estas reflexiones chocan de pleno con un panorama de separaciones y divorcios que se extienden en nuestra sociedad, asolando la felicidad y el desarrollo armónico de muchos jóvenes y adultos. Ni pretendo ni soy quién para juzgar a nadie, pero me parece importante recordar referencias esenciales de vida, que se pretenden olvidar. Por otra parte, como decía mi padre, “Dios es el imprevisible”, y sabrá encontrar caminos seguros de restauración y plenitud para todos aquellos que busquen sinceramente la verdad de sus vidas, por muy problemática que sea su situación.

Sin libertad no se puede vivir, pero tampoco sin una autoridad satisfactoria que guie nuestros pasos. Ante todo, somos hijos e hijas. Negar esto, como algunos pretenden, es engañar y defraudar al ser humano. El corazón está hecho para amar; pero amar no es una emoción pasajera sino un acto libre de entrega que nos permite forjar lazos familiares de fidelidad, aquellos por los que merece la pena dar la vida.



José Ignacio Moreno Iturralde

No comments: