La pluralidad y la democracia
siguen siendo defendidas como convicciones y, en algunos casos, como términos
de corrección política. Por otra parte, la importancia de las percepciones
personales, el valor de las más diversas opiniones y la ética como un estilo de
vida completamente subjetivo, es algo que a muchos les parece irrenunciable;
hasta que llega un desfalco económico o algo peor.
Incluso hay quienes están
convencidos de que la realidad se construye con el lenguaje, que no hay ninguna
verdad estable. Son los que hablan de la “post verdad” como algo muy novedoso;
cuando ya estaba muy de moda entre los sofistas de la época de Sócrates.
La libertad, la
iniciativa y la orientación personal han subido al pódium de una especie de
categorías sagradas. Además, el desapego por la verdad tiene un tinte
postmoderno actualmente bastante valorado. Sin embargo, todo ese batiburrillo
de múltiples tendencias puede acabar en un diálogo de sordos, que termina en
una batalla campal de intereses contrapuestos.
Recordemos que no se
puede negar que surgen cosas totalmente imprevistas: el conocimiento de una
persona admirable que nos cambia la vida, la aparición de una nueva y
fastidiosa enfermedad, una avería en el teléfono móvil, o una carcajada con los
colegas de trabajo. Desde nuestro propio nacimiento, pasando por nuestros
padres y, probablemente, el día de nuestra muerte, hay muchas cosas importantes
que no hemos elegido, sino que nos son dadas.
La conquista de
libertades, así como llevar a cabo las ideas e ilusiones personales, son sin
duda importantes. Pero es ridículo vivir estas capacidades y proyectos
minusvalorando la realidad, la existencia de la naturaleza de las cosas y la de
nosotros mismos. Esta apelación al realismo puede parecer a algunos la lógica
deprimente y vieja de un desengañado. No es así: darse cuenta de que la vía
láctea y mis abuelos se desarrollaron al margen de mis ilusiones, es una fuente
de sentido común y de liberación. Siendo muy bonito poder cumplir nuestros
sueños, es más bonito todavía vivir con alegría y salero una vida en la que
hubo algunas aspiraciones individuales que no se desarrollaron, porque teníamos
algo más importante que hacer: afrontar con resolución un mundo que no se hace
a nuestra medida, para que nosotros nos hagamos a la medida del mundo.
Por todo esto es clave
respetar la realidad y llamar a las cosas por su nombre, aunque esto suponga admitir
cuestiones que me pueden contrariar. La existencia tiene una espectacular
arquitectura de verdad, bondad y belleza, que es descubierta cuando limpiamos
con virtudes las telarañas de la mediocridad. La grandeza de muchas vidas
humanas está precisamente en afrontar situaciones que no eran esperadas. Este
darse la vuelta a uno mismo para dar prioridad a la realidad exterior respecto a
mi epidermis, mi psicología y mis emociones, nos hace entrar en
el fascinante mundo de los demás. Incluso nos lleva a la más grande de las
intuiciones intelectuales: antes de que yo buscara a la verdad, es ella la que
me busca a mí, con todo su inigualable encanto y atractivo; porque si
efectivamente esto es así, significa que tal verdad es Persona.
Llamar al pan, pan; y al
vino, vino, nos introduce en un mundo firme, lleno de convicciones serenas y de
panoramas abiertos. Una realidad en la que cada cosa lleva atada consigo la
estela de una novela milenaria, que hoy vuelve a renovarse. Lo real tiene la
grandeza de su propia existencia: desde un escarabajo pelotero hasta un
elefante africano.
Las cosas normales son
bastante más asombrosas de lo que parecen. En la medida en que las admitimos, su
significado se va abriendo a descubrimientos más profundos. El pan y el vino
son cosas sencillas, pero el cristianismo nos enseña que el propio Dios hecho
hombre puede llegar a identificarse con ellas.
De este modo, la actitud
de respeto a la realidad no es un soso ejercicio de sentido común, sino el
preámbulo necesario para acceder a un grandioso misterio revelado y actuante, a un sacramento. Se
trata de una verdad insospechada, que nos ayuda a aceptar nuestra vida; algo
clave para mejorar y ser feliz.
José Ignacio Moreno Iturralde










