Los
argumentos de autoridad tienen hoy poca acogida en la opinión pública, salvo
que se refieran a la salud o al dinero. Ciertamente si una conversación o un
debate que se redujera a espetar argumentos de autoridad sería insufrible; pero
de ahí a negar cualquier tipo de argumento de autoridad sobre el sentido del
mundo y de la moral hay un abismo. Por esa grieta profunda se despeñan muchos
de nuestros contemporáneos. A algunos les parece que dejarse ayudar por quien
sabe más es una falta de personalidad; sin embargo se trata de una falta de
inteligencia.
Si alguna institución o personalidad
histórica nos traza un planteamiento del sentido de la vida de probada virtud
es de locos no examinarlo con detenimiento. La autoridad verdadera potencia la
verdadera libertad. Nuestro mundo occidental ha enloquecido de desconfianza en
los argumentos de autoridad. Ante realidades que engloban un sentido profundo
de la vida, muchos parecen insonorizar los oídos y cegar los ojos. Por esto es
bueno recordar que sin autoridad no hay autor, ni trazas, ni sendero, ni
designios: La racionalidad humana para ser innovadora y progresista tiene que
apoyarse en la autoridad de lo que antes se descubrió. Abrir la mente no es
solo buscar verdades nuevas sino conservar y mejorar las de siempre.
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