Uno puede pensar que es un buen
corredor. Entrena con sus amigos, se aficiona al atletismo, y empieza a batir
records personales. Hasta el día en que llega a una competición oficial…
Entonces puede darse cuenta de que hay mucha gente que corre igual o mejor que
él.
En cierta ocasión, se celebró una
carrera por el campo en el municipio de Soto del Real, cerca de Madrid.
Participé en ella. Se presentaron muchos atletas bien preparados y con modelos
de zapatillas de gran calidad. También fue a correr el hijo de la lechera del pueblo:
usaba un pantalón bermudas medio roto, una camiseta y unas alpargatas. Nada más
empezar la carrera, aquél chaval corrió a tal velocidad que ninguno de los
competidores volvimos a verle el pelo hasta llegar a la meta. Sacó al resto
muchísima ventaja. Nadie se lo esperaba, pero era mucho mejor corredor que
todos los demás.
La realidad nos pone frecuentemente
en nuestro sitio. Si se grabara en video un día cualquiera de nuestra vida,
sería muy interesante poder ver cómo hemos actuado: seguramente nos llevaríamos
algunas sorpresas. No nos conocemos bien y necesitamos que nos ayuden desde
fuera de nosotros mismos. Casi nadie dice de sí que es poco inteligente, pero
no hay más que asomarse a las noticias de cada día para ver cuántos disparates
se cometen en el mundo.
Hay un conocimiento muy importante y
muy difícil: el de uno mismo. Para esto es eficaz preguntar a gente que nos
conoce y nos quiere bien, en un momento adecuado: ¿Me ves capaz de hacer estos
estudios? ¿Me estoy portando bien? ¿Cuáles son mis principales defectos?... No
se trata de depender de la opinión de los demás, pero sí de dejarse ayudar para
aprender a ser mejor persona. El conocimiento propio es una asignatura que se
aprende a lo largo de la vida, si procuramos actuar con realismo y honradez.
Otra cuestión importante es saber si
estoy haciendo lo que debo o no. Es más fácil hacer lo que a uno le venga en
gana; pero obrando así, a lo largo de los años, se pierde mucho tiempo y muchas
oportunidades. Es lógico que muchas veces nos despistemos, o hagamos las cosas
regular o mal. No hay que desanimarse, pero sí conviene reaccionar. Se trata de
recomenzar poco a poco y coger hábitos de persona eficaz, realista, con la que
los demás pueden contar para lo fácil y para lo difícil. Es muy bueno que un
joven tenga sueños y aspiraciones; siempre que no le lleve a “estar en la luna”
y a desatender sus obligaciones cotidianas y los compromisos que tiene
ahora con los demás.
Otra cuestión de interés es acudir a
alguien que nos merezca confianza y tenga prestigio moral ante nosotros, para
pedir ayuda si nos encontramos sin fuerzas para sacar adelante nuestros
compromisos.
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