En clase, cuándo hay
alguna irregularidad que no ha sido localizada, para el profesor no es buen
recurso decir “¿quién ha sido?”. Las posibilidades de éxito son mínimas. Suele
ser mejor explicar por qué eso ha estado fuera de lugar y que ellos, los
alumnos, son capaces de hacerlo mucho mejor. Si la infracción cometida fuera
grave habría que tomar otras medidas, como es lógico, pero muchas veces son
asuntos menores.
Llevar la clase bien
preparada, bien estudiada, y con metas claras, es un gran aliado del docente.
De todos modos, dar clase es como navegar: habrá que ver cómo están los vientos
y las mareas; quizás haya que dar algún rodeo imprevisto, o parar un poco para
contemplar el mar. Compaginar la transmisión de conocimientos, pensados,
asimilados, hechos vida y puestos en relación con las vidas de los chicos y las
chicas, es una enseñanza muy convincente, que no se improvisa. Vivir la
matemática, la geografía o la asignatura que se imparta, incluyéndola en un
proyecto de vida personal atractivo, es un motor de reacción para los alumnos.
Esta asimilación de la profesión docente en una coherencia de vida está llena
de meteduras de pata, de fragilidades y de desánimos. Esto ocurre con cualquier
trayectoria personal; somos humanos. Pero con constancia, humildad, tenacidad y
algo de buen humor, un profesor puede conseguir mucho: ser un referente para
sus alumnos y sus familias. No es poco.
Por supuesto, la
profesión de docente puede superar las fuerzas de una persona, que prefiera
dedicarse a otra cosa que le vaya mejor. Eso no es ningún fracaso, sino una
experiencia en la que se ha tenido la oportunidad de enseñar a los más jóvenes.
Pero para otros puede ser una profesión para toda la vida; y toda la vida
educando a chicos y chicas es algo de enorme importancia. Son también muchos
los momentos en los que se disfruta en el mundo de la enseñanza; también cuando
uno se encuentra con antiguos alumnos que se están desenvolviendo bien en la
vida.
Hacer de la profesión un
sincero servicio a los demás es algo muy noble. Integrar la verdad de la propia
profesión dentro de una vida honrada tiene alcances insospechados. Esta verdad
no tiene nada que ver con intolerancias ni fanatismos; todo lo contrario. El
intento de vivir en la verdad, pese a nuestros errores, es fuente de sentido,
de libertad personal y de motivación para las nuevas generaciones.
José Ignacio Moreno Iturralde
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