La sabiduría más humana
nos ha recordado siempre la bondad de la hospitalidad y del cuidado de los más
necesitados. Estas enseñanzas nos cuentan ejemplos de ayuda a personas
concretas, en circunstancias imprevistas. Los ejemplos son muchos. Rabindranath
Tagore, para fomentar nuestra generosidad, nos habla de un rey que pidió limosna
a un mendigo: el menesteroso, aturdido, le dio un grano de arroz, que al caer
el día se transformó en oro. Mark Twain nos habla de la igualdad de los seres
humanos en su obra “Príncipe y Mendigo”. Harrieth Beecher Stowe escribió “La
cabaña del Tío Tom”, como un maravilloso alegato a favor de la dignidad de los
esclavos oprimidos. Con mucha anterioridad, el evangelio nos habla en la parábola
del buen samaritano del deber de atender a quien sufre, estando a nuestro lado.
Todas estas historias nos muestran rostros humanos que se nos hacen presentes,
como muestras providenciales de la humanidad. Como dice Chesterton, un ser
humano con el que nos topamos representa a todo el mundo.
Los prójimos que de un modo más evidente reclaman nuestra atención, son nuestros
familiares más cercanos. Entre los más necesitados, destaca el que se está gestando
en el vientre de su madre. Con o sin previsión, el hijo de las entrañas es el
prójimo más relevante, la nueva humanidad que se nos confía. Reducir su
identidad a la de un órgano eliminable, abortable, es un ataque a la vida del
nonato y a la humanidad de sus padres. Las situaciones pueden ser incómodas,
incluso muy difíciles. Pero ser madre y padre no es algo cómodo y fácil; y, sin
embargo, es la raíz de nuestra condición filial.
La industrialización, las
grandes ciudades y las actuales condiciones laborales presentan ventajas prácticas,
pero pueden erosionar nuestro modo más profundo de vivir si todo se mide con
exclusivos criterios de bienestar material. Cuidar la naturaleza, especialmente
la propia familia y el misterio de la vida que surge prodigiosamente en ella,
nos lleva a la verdad más rotunda sobre nuestra ética: la grandeza de nuestra
existencia está en cómo ayudamos a los seres más necesitados de cuidado, los que
estaban y están más cerca de nosotros. Estamos a tiempo de retomar el camino
de la vida.
José Ignacio Moreno
Iturralde
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