Este mes de agosto estoy
impartiendo un curso de Antropología en un Colegio Mayor universitario. Se
apuntaron pocas personas a esta disciplina. No me extraña pues la antropología
veraniega se suele desarrollar en otros parajes montañeros o marítimos. A los
pocos días de empezar, no me parecía detectar mucho interés en los jóvenes.
Calor, no mucha puntualidad, algunos problemas de logística… El primer control de
la asignatura se transformó, a petición de los interesados, en exposiciones
personales de algunos de los aspectos del temario. No esperaba una gran cosa,
pero me equivoqué. Las intervenciones fueron diversas, muy buenas, con los
contenidos bien asimilados e interesantes aportaciones personales. En
definitiva: me di cuenta de que explicaban los temas mejor que yo, cosa que me
produjo alegría y satisfacción. Cuando los alumnos son protagonistas y
constructores del conocimiento, una vez que se les ha colocado en la posición
adecuada, sacan a relucir todo el potencial de su vigorosa inteligencia
juvenil. Siempre ha sido así, y ahora más todavía: estamos en una sociedad del
conocimiento colaborativa, de diálogo, aportación y escucha. El magisterio del
profesor puede verse felizmente superado y enriquecido por la valiosa aportación
personal de los alumnos.
José Ignacio Moreno
Iturralde
1 comment:
La verdad atrae.
Xavier M.P.
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