"El valor inviolable de la vida es una verdad básica de la ley moral
natural y un fundamento esencial del ordenamiento jurídico. Así como no se
puede aceptar que otro hombre sea nuestro esclavo, aunque nos lo pidiese,
igualmente no se puede elegir directamente atentar contra la vida de un ser
humano, aunque este lo pida. Por lo tanto, suprimir un enfermo que pide la
eutanasia no significa en absoluto reconocer su autonomía y apreciarla, sino al
contrario significa desconocer el valor de su libertad, fuertemente
condicionada por la enfermedad y el dolor, y el valor de su vida, negándole
cualquier otra posibilidad de relación humana, de sentido de la existencia y de
crecimiento en la vida teologal. Es más, se decide al puesto de Dios el momento
de la muerte. Por eso, aborto, eutanasia y el mismo suicidio
deliberado degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores
que a sus víctimas y son totalmente contrarias al honor debido al Creador"(Carta
Samaritanus Bonus, 3. 2020).
Información sobre la fe cristiana y la dignidad humana en relación con el mundo actual
Monday, December 21, 2020
Texto breve e interesante sobre la eutanasia
Friday, December 18, 2020
Respuesta personal ante la cultura de la muerte
El trébol formado por el divorcio, el aborto y la eutanasia tiene un tronco común: una autonomía de la conciencia absolutizada. Los seres humanos tenemos una libertad y responsabilidad que actúa según una conciencia personal. Sin embargo, resulta clave discernir cuál es el alcance de esta autonomía moral. La realidad del mundo, y gran parte de la de nuestro propio modo de ser, es anterior a nuestra libertad. Cuando ésta se agiganta y rompe los límites de la realidad, termina por romperse a sí misma.
La fidelidad conyugal puede suponer mucho sacrificio, pero la
estabilidad familiar es un bien para los cónyuges y para sus hijos. Puede haber
situaciones insuperables, pero cuando se antepone la voluntad propia a la
naturaleza de la familia llegamos a una sociedad plagada de divorcios, de
mujeres y hombres desencantados, y de hijos que no gozan de la seguridad
personal que da una familia unida. Traer un niño al mundo supone esfuerzo y
puede provocar situaciones complicadas. Si la voluntad propia se impone
absolutamente a la vida del nonato, nuestra sociedad considera entonces un
derecho eliminar a los hijos que venían de camino provocando una escalofriante
cifra de abortos.
Cuando la autonomía moral se hace un dios para el propio yo, éste puede exigir al estado que ponga fin a la vida humana mediante la eutanasia. Una situación de enfermedad o sufrimiento intenso pasan a justificarlo. Sentado este nuevo principio, los límites del respeto y cuidado a la vida de las personas pasan a ser relativos y recortables según lo entienda la voluntad del enfermo, o la de otros que toman por él tal decisión.
Todo este sombrío panorama de la cultura de la muerte olvida algo trascendental: el sentido de la vida de cada persona está antes fuera que dentro de sí misma. De esta clave antropológica parte la cultura de la vida, que se basa en otro trébol distinto constituido por el amor matrimonial, la alegría de los hijos y el cuidado de enfermos y ancianos. Esta es la cultura que tiene futuro y saldrá adelante por su propia naturaleza. Pero, coyunturalmente, la cultura de la muerte logra avances. Es el caso de la reciente ley de eutanasia española, aprobada de un modo precipitado, oportunista y excluyente del diálogo social. Este atropello puede ser contestado, entre otros modos, por una apertura del yo a la generosidad, a la vida y al servicio a los demás. Una decisión ambiciosa que toca a cada uno concretar.
José Ignacio Moreno Iturralde
Saturday, December 12, 2020
El primer villancico (cuento de Navidad)
-Saúl: ¡Vente en seguida!
-¿Qué pasa ahora, Ezequiel?
-Nos íbamos a acostar, después de la cena, y una luz inmensa nos ha anunciado el nacimiento del Mesías, el Salvador del mundo. Ha sido mágico, encantador, angelical -Ezequiel no acertaba a describir lo que le había sucedido a su familia de pastores y a otras vecinas, que compartían un descampado donde iban a dormir al raso.
-Mira, Ezequiel, déjame en paz. Estás como una cabra –sentenció Saúl con sequedad.
-¡Qué te digo que es verdad! Ves esa estrella inmensa: los
ángeles nos han dicho que justo debajo encontraremos al niño Dios, recostado en
un pesebre.
-¡Que te vayas! ¡Fuera de aquí! –la dureza de Saúl hizo que Ezequiel se marchara apesadumbrado. Rebeca, la mujer del cascarrabias,
escuchó la conversación y se acercó a su marido…
-Saúl, llévame donde ha dicho Ezequiel. Te lo pido por favor –ante
la mirada de su esposa, el descreído pastor accedió con un gesto de rendición.
La estrella era enorme e iluminaba mucho más que la luna. A los veinte minutos, Saúl y Rebeca llegaron al portal de Belén. Allí estaban, en silencio, Ezequiel y el resto de sus familiares. A los pocos metros, una madre joven abrigaba a su bebé. Su nombre era María y su elegante belleza infundía paz interior. Su esposo, José, miraba ilusionado al niño e invitaba a acercarse algo más a aquél grupo de personas. Rebeca se adelantó; Saúl prefirió quedarse en segundo plano. El niño, divertido, señalaba con una manita en dirección de Saúl. Todos se rieron y miraron al gruñón rezagado. Saúl no tuvo más remedio que acercarse. Sus ojos y los del niño se hicieron cada vez más cercanos.
-¿Cómo se llama la criatura? -preguntó Saúl.
-Jesús, es su nombre –dijo José. Entonces sucedió algo asombroso: al mismo tiempo los ojos del recién
nacido miraban a Saúl, iban pasando por la mente de este hombre antipático sucesos
lamentables de su vida: miserias, mentiras, cobardías. Se dio cuenta que el
niño contemplaba todo aquello con comprensión, con deseo ardiente de que el rudo
pastor cambiara de vida, pero infundiéndole el cariño de un recién nacido y la
gracia de Dios. Saúl se puso de rodillas, y empezó a llorar mansamente. Era
la primera vez que lloraba de alegría: se sabía arrepentido, perdonado, renovado.
Y en ese momento, Saúl cantó y lo mismo hicieron el resto de los pastores.
Fue el primer villancico de la historia.
José Ignacio Moreno Iturralde
Saturday, December 05, 2020
El sexo puede ser santo
La generosidad es algo muy valorado en la vida. Sin embargo, con frecuencia surge la sospecha de que ser generoso entraña cierto peligro y puede no ser correspondido. La fe cristiana supera esta duda cuando nos revela a Dios como un ser que es amor y entrega.
“El hombre es el único ser que puede entender la vida como un don”[1]. Una de las manifestaciones de la generosidad es la interpretación de la sexualidad como una realidad positiva del camino vocacional: “El hombre se ha convertido en imagen y semejanza de Dios no solo a través de la propia humanidad, sino también a través de la comunión de personas que el varón y la mujer forman desde el comienzo”[2]. “El cuerpo, que expresa la feminidad para la masculinidad y viceversa, manifiesta la reciprocidad y la comunión de las personas. La expresa a través del don como característica fundamental de la existencia personal. Este es el cuerpo: testigo de la creación como fuente de la que nació este mismo donar. La masculinidad-feminidad -esto es, el sexo- es el signo originario de una donación creadora y de una toma de conciencia por parte del hombre, varón-mujer, de un don vivido, de modo originario”[3]. De esta manera, la persona se encuentra a sí precisamente en el don de sí misma.
Juan Pablo II, al interpretar el relato bíblico de la creación, nos hace ver que la desnudez originaria significaba la sinceridad e integridad del hombre y la mujer ante el conocimiento de Dios. Esta inocencia interior, o rectitud de intención, supone en la relación conyugal la recíproca aceptación del otro. De aquí se deriva la generación de los hijos, que necesitan del vínculo estable e indisoluble del matrimonio entre hombre y mujer, que Dios ha unido. La sexualidad expresa que somos seres para darnos, que tenemos un cuerpo esponsal. Al mismo tiempo, el celibato por el reino de los cielos -la vocación que excluye el matrimonio- expresa aún más la libertad del don del cuerpo humano, según el citado autor.
El pecado original ha provocado una lesión de egoísmo en
todas nuestras facultades. Sin embargo, la Iglesia lo denomina “feliz culpa”,
pues nos trajo al Redentor. Cuando Cristo responde a los fariseos reafirmando
el carácter indisoluble del matrimonio (Mt 19, 3 ss; Mc 10, 2 ss), recuerda el
sentido originario del matrimonio. Pone al hombre “en el límite entre la
inocencia-felicidad originaria y la herencia de la primera caída. ¿Acaso no le
quiere decir, de este modo, que el camino por el que Él conduce al hombre,
varón-mujer, en el sacramento del matrimonio, esto es, el camino de la
‘redención del cuerpo’, debe consistir en recuperar esta dignidad en la que se
realiza simultáneamente el auténtico significado del cuerpo humano, su
significado personal y de comunión?”[4].
La Iglesia Católica entiende así la sexualidad como una dimensión personal que
puede ser santa.
José Ignacio Moreno Iturralde [4] Idem, p. 162
Saturday, November 14, 2020
Alborada
Noches de estrellas y luna,
con Reyes Magos y cuna,
con picatostes, con chocolate,
o cuando en fútbol hay un empate.
Noches de días sencillos, engalanados,
con los adornos de amores dados.
A veces oscuridades, desasosiegos,
dolores, ruegos,
cuando se rompe la vida…
y el alma nota su herida.
En unos y otros descansos,
la tierra sigue girando,
y el sol apunta de nuevo
para estrenar la mañana;
es breve esa luz de oro,
sobre los campos, sobre los hombres;
es renacer con decoro
y levantarse, lavarse, y volver a trajinar
y construir un hogar,
y una civilización,
tras la luz de la Alborada, late inmenso un corazón.
José Ignacio Moreno Iturralde
Sunday, November 08, 2020
Reflexión en noviembre
Noviembre tiene su encanto, aunque la lluvia moleste
nuestras salidas o paseos. Cuando no había televisión ni internet, a
algunas niñas les encantaba, las tardes lluviosas de otoño, rodearse de libros
de cuentos. Algunos padres leían, a sus hijos, vidas de santos o les
compraban libritos con relatos de la Biblia bellamente ilustrados
( todavía es así en algunas familias). Lo recuerdo, sobre
todo, cuando, sentada a la camilla con un libro, veo caer la lluvia sobre los
cristales de mi ventana.
Noviembre es “el mes de los difuntos” (este año, muchos se han ido sin despedida) e invita a pensar en la Vida, la vida que nos espera tras la muerte transitoria corporal. ¿Temer la muerte? Temor sólo a perder a Dios para siempre, a despilfarrar el tiempo por vivir lejos de Él y no amarle. Oí, a un sacerdote santo: “La muerte no existe para un cristiano, es el comienzo de la Vida” ( Venerable Padre Tomás Morales, s.j). Si la fe se instala en el alma, el pensamiento de la muerte suscita esperanza. Como escribió el sacerdote y periodista J.M Alimbau, “ es evidente que la fe, la esperanza y el amor dan calidad de vida”. Santa Teresa suspiraba: “Tan alta vida espero, que muero porque no muero (…).El sacerdote y periodista José Luis Martín Descalzo definió así la muerte: “Morir sólo es morir. Morir se acaba./ Morir es una hoguera fugitiva./Es cruzar una puerta a la deriva/ Y encontrar lo que tanto se buscaba./ Acabar de llorar y de hacer preguntas;/ ver al Amor sin enigmas ni espejos;/ descansar de vivir en la ternura/ tener la paz, la luz, la casa juntas/ y hallar, dejando los dolores lejos,/ la Noche-luz tras tanta noche oscura”. La eternidad es lo único seguro, aunque incierto el día. Cuando llegue nuestra hora, se acabó nuestra historia, y lo que no hayamos hecho, sin hacer se queda ( los pecados de omisión no son menos graves). Para morir en paz, lo mejor es haber ejercido la misericordia de alguna manera, según se pueda, y haber cumplido nuestros deberes familiares, profesionales, religiosos y sociales. Como digo a mis hijos, en las misiones populares insistían: “ Al final de la jornada, aquel que se salva sabe, y el que no, no sabe nada”. Ojalá, al final de nuestra vida, pudiéramos decir como Cristo en la Cruz: “Todo está cumplido”.
Josefa Romo
Friday, October 30, 2020
Una nueva ley de educación autoritaria y discriminadora
Soy
profesor de instituto y después de trabajar en la enseñanza pública varios
cursos, pedí la excedencia voluntaria y pasé a ser profesor en enseñanza
concertada, hace casi veinte años. Quisiera expresar mi opinión sobre la nueva
ley de educación que el gobierno español se apresura a sacar adelante. Lo hace
en plena pandemia; sin escuchar a importantes sectores educativos. Tal ley
supone un atropello de la libertad de elección de los padres respecto al centro
docente para sus hijos, aplicando inauditos criterios zonales. Una legislación
que dice ser inclusiva, pese a ejercer un ataque frontal a le educación
concertada; lo que va a provocar el cierre de muchos colegios, enviando al paro
a miles de profesionales. Una normativa que se jacta de igualitaria,
estrangulando la viabilidad de la pluralidad educativa. Un tipo de enseñanza
que presume de ser personalizada imponiendo ideologías contrarias a millones de
musulmanes, judíos y cristianos, al tiempo que margina la religión. Una
confusión que afirma que solo lo estatal es público, negando la financiación a
iniciativas educativas para millones de familias que pagan sus impuestos como
todos los demás. Un ejercicio de derecho como dominio que, con aguda
incoherencia, dice ser consensuado.
Pese a todo, confío en un futuro donde la educación estará al
servicio de las familias. Una época inteligente en que la diversidad educativa
será complementaria para buscar el mejor servicio a los alumnos y a sus
familias. Una democracia colaborativa donde los ciudadanos sean los verdaderos
protagonistas de su educación y de su progreso. Esta esperanza tiene raíces:
creo en mis alumnos, creo en los jóvenes; por esto soy profesor.
José Ignacio Moreno Iturralde
Saturday, October 24, 2020
Un norte de felicidad. Mandamientos y sacramentos de la Iglesia Católica (libro)
Os presento un nuevo libro que acabo de publicar titulado: "Un norte de felicidad. Mandamientos y sacramentos de la Iglesia Católica": https://www.amazon.es/dp/B08L2HYWF3.
Lo he hecho pensando en matrimonios y en antiguos alumnos. Por si veis de interés
darlo a conocer. Muchas gracias.
Sunday, September 27, 2020
Friday, September 25, 2020
Una idea sobre la felicidad
Me parece que la felicidad está en dejar de plantearse ¿qué es lo que espero yo de Dios?, y hacerse esta otra pregunta: ¿qué es lo que Dios espera de mí?
José Ignacio Moreno Iturralde
Saturday, September 12, 2020
Autonomía, amor y justicia
José Ignacio Moreno
Iturralde
Tuesday, September 08, 2020
Mientras no tengamos rostro
Un libro del
escritor C.S. Lewis lleva por título “Mientras no tengamos rostro”; un lema adecuado
para nuestra actualidad. Personalmente me apena no poder ver con normalidad el
rostro de mis semejantes. La cara es única e irrepetible, y sintetiza mucho más
a la persona que otras partes del organismo monótonamente repetitivas.
Taparse la cara puede ser, además de una protección antiviral, una invitación a pensar qué es lo que quiero que mi rostro exprese. Puede ser esta una temporada para preguntarnos: ¿Por qué me falta alegría interna? ¿Qué persigo en la vida? ¿Hay coherencia entre los valores que afirmo y mis palabras, pensamientos y afectos?
Ponerse una antipática máscara de plástico es una estupenda oportunidad de arrojar fuera las mascaradas de nuestra vida. Conviene ahora enfocar la mirada ante lo que vale la pena, superando los miedos, y divisar un norte de victoria y de felicidad. Entonces reencontraremos la sonrisa serena y la verdad de nuestra vida.
José Ignacio Moreno
Iturralde
Tuesday, August 25, 2020
El ángulo de la alegría
Eran maravillosos los veranos de la infancia cuando uno se levantaba muy tarde, abría la ventana y una luz maravillosa anunciaba próximos juegos y un inminente desayuno. En la adolescencia convivían un enconado espíritu crítico y un deseo de hacer de la propia vida algo grande. La juventud avanzada se estrenaba con retadores compromisos. La madurez, esa etapa a la que nunca a la que se llega del todo, tiene algo de plácida y mofletuda serenidad, una suerte de espíritu juguetón al ver a otros recorrer el camino por el que uno ya ha pasado.
Pero más tarde o más temprano, a lo largo del natural transcurrir de la vida, surge negro e insolente el drama, el accidente, la enfermedad inesperada, lo espantoso. Cuando llegan esos grises días, ácidos y desencantados, uno tiene que buscar sus más profundas referencias. Una vez detectadas sigue adelante, poco a poco, al “tran-tran”, quizás mordiendo el polvo del desaliento al tiempo que mira alguna estrella nítida en la noche. Con el paso de los días, al romperse el gigante cabezudo en el que uno vivía antes, se descubre la discreta sencillez de los límites, la campechanía con el prójimo y el compadreo con el que antes se veía por encima del hombro. Se aprende, y mucho, del recorte de tantas ínfulas y pretensiones y, despacio, se va descubriendo el encanto de lo precario, de lo normalito. Entre todo este mundo redescubierto, comienzan a brillar los mimbres de la humildad, de la simpatía, del pequeño detalle animante. En la escuela del “mamporro y vete levantando” se va identificando un aire de familia más profundo, más nuclear. De todo ese abajamiento nace un don inmenso: la planta de la comprensión, del ánimo y de la valentía eficaz que no pretende deslumbrar. Pero lo más definitivo, entre nuevas y frecuentes limitaciones, es la captación de un chispazo de victoria en la afirmación pura y desinteresada del prójimo. Es un tesoro escurridizo que hay que volver a reencontrar cada día desde un ángulo simpático: el darse cuenta de una suerte de familiaridad común. Pienso que es la intuición de participar en una filiación llena de alegría.
José Ignacio Moreno Iturralde
Monday, August 24, 2020
Un fantástico sueño hecho realidad
Varios amigos iniciamos
un camino de montaña: una soleada pista forestal nos aproximó a un sendero
lleno de vegetación, sombras y luces. Una grata conversación nos hizo llegar al
final de los robles y el comienzo de los pinos. Sin ascender hacia la cima del
monte, dimos media vuelta y nos paramos en un mirador natural de la sierra
madrileña. Un pletórico cielo contrastaba con la sobria belleza del paraje
castellano. Árboles modestos, de color verde oscuro, se desperdigaban como
pintados por una paleta que también dibujaba en el horizonte unas montañas
marrones y un lago azul intenso. La explicación de esta experiencia puede ser
dada en clave geológica, evolucionista, ecológica; aunque lo más corriente será
no hacer ninguna. Sin embargo, lo más profundamente real es darse cuenta de
todo aquello forma parte de un fantástico sueño hecho realidad.
Aquella discreta belleza natural no tiene su origen en nuestra libertad, autonomía o ciencia. Es un relato vivo y en curso, del que formamos parte. Esta interpretación puede no aparece en los GPS; y, sin embargo, es profundamente humana y por esto debe ser tenida en cuenta. Es posible que las limitaciones, penas y dramas de la existencia desdibujen nuestra admiración por la realidad. Sin embargo, cultivar esa capacidad de contemplación del milagro de lo cotidiano ayuda a formar un estilo de vida convincente y creativo.
José Ignacio Moreno
Iturralde
Friday, August 21, 2020
Encontrar el hogar de nuestro ser
Pensar y actuar con
la voluntad son ejercicios propiamente humanos. Con el empleo de estas
capacidades forjamos una idea del mundo y una respuesta personal ante él.
Nuestra sociedad occidental está muy centrada en la adquisición de prestigio y
de logros personales, cosa que es atractiva para todos. Pero nuestro pensar y
querer tiene el peligro perder pie y dar vueltas como una lavadora, con el
consiguiente mareo y malestar. El pie no piensa, pero se apoya en el suelo que
es el que nos sostiene.
Quizás tenemos que mirar la realidad más despacio, como es, también la nuestra personal. Somos mucho más que nuestros logros. Darse cuenta de la propia identidad requiere mirar con limpieza a las cosas y a las personas, echar fuera un marasmo de prejuicios y complejos, y volver a encontrar el hogar de nuestro ser y la alegría del mundo. Claro que el prestigio y el sueldo es importante; pero lo es mucho más el modo de vivir lo favorable y lo difícil. Nuestra personal realidad es una asombrosa donación; si olvidamos esto no podremos desarrollarnos con acierto. Lo que somos tiene que orientar lo que pensamos y hacemos. Así seremos capaces de conseguir los mejores logros: una sonrisa franca, una seguridad serena y una actitud amiga.
José Ignacio Moreno Iturralde
Tuesday, August 11, 2020
Educar en los valores esenciales de la vida humana
Aun en medio de las dificultades, hoy a menudo agravadas, de la acción educativa, los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Los hijos deben crecer en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que «el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene».
En una sociedad sacudida y disgregada por tensiones y conflictos a causa del choque entre los diversos individualismos y egoísmos, los hijos deben enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera justicia, que lleva al respeto de la dignidad personal de cada uno, sino también y más aún del sentido del verdadero amor, como solicitud sincera y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados. La familia es la primera y fundamental escuela de socialidad; como comunidad de amor, encuentra en el don de sí misma la ley que la rige y hace crecer. El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia. La comunión y la participación vivida cotidianamente en la casa, en los momentos de alegría y de dificultad, representa la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad.
La educación para el amor como don de sí mismo constituye también la premisa indispensable para los padres, llamados a ofrecer a los hijos una educación sexual clara y delicada. Ante una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona —cuerpo, sentimiento y espíritu— y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor.
La educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. En este sentido la Iglesia reafirma la ley de la subsidiaridad, que la escuela tiene que observar cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los padres.
En este contexto es del todo irrenunciable la educación para la castidad, como virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de respetar y promover el «significado esponsal» del cuerpo. Más aún, los padres cristianos reserven una atención y cuidado especial —discerniendo los signos de la llamada de Dios— a la educación para la virginidad, como forma suprema del don de uno mismo que constituye el sentido mismo de la sexualidad humana.
Por los vínculos estrechos que hay entre la dimensión sexual de la persona y sus valores éticos, esta educación debe llevar a los hijos a conocer y estimar las normas morales como garantía necesaria y preciosa para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad humana.
Por esto la Iglesia se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente difundido, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de la inocencia.
San Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 37.
El derecho-deber educativo de los padres
La tarea educativa tiene sus raíces en la vocación primordial de los esposos a participar en la obra creadora de Dios; ellos, engendrando en el amor y por amor una nueva persona, que tiene en sí la vocación al crecimiento y al desarrollo, asumen por eso mismo la obligación de ayudarla eficazmente a vivir una vida plenamente humana. Como ha recordado el Concilio Vaticano II: «Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta transcendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, deber de los padres crear un ambiente de familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan».
El derecho-deber educativo de los padres se califica como esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida humana; como original y primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable y que, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros.
Por encima de estas características, no puede olvidarse que el elemento más radical, que determina el deber educativo de los padres, es el amor paterno y materno que encuentra en la acción educativa su realización, al hacer pleno y perfecto el servicio a la vida. El amor de los padres se transforma de fuente en alma, y por consiguiente, en norma, que inspira y guía toda la acción educativa concreta, enriqueciéndola con los valores de dulzura, constancia, bondad, servicio, desinterés, espíritu de sacrificio, que son el fruto más precioso del amor.
San Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 36.
Sunday, August 09, 2020
El consejo certero de un padre a su hija
“Yo llevaba unas semanas
agobiada y triste. Acababa de romper con mi primer novio, y aunque lógicamente
a mis trece años no era nada serio, me dio por rallarme y pensar que ya nunca
encontraría un chico en condiciones, que me quisiera y respetara. Lo cierto es
que una tarde que ya no aguantaba más me fui a la salita donde estaba mi padre
leyendo, y se lo dije llorando. Él dejó sobre la mesa la novela, me abrazó
durante unos minutos sin decir nada, dejó que me desahogara mientras me
acariciaba. Y al final me dijo: ‘Lis -así me llamaba en las ocasiones
especiales- tú tienes un tesoro y es cuestión de tiempo que aparezca un chico
que esté a tu altura. Yo también lo pasé mal cuando rompí con una chica antes
de conocer a tu madre, y no hay día que no me alegre de haberlo hecho…’ Sentí
una paz interior inmensa, y tengo la impresión de que fue entonces cuando
memoricé un olor mezcla del tabaco de pipa que usaba y de una colonia que -por cierto-
es la que compro habitualmente a mi marido” (De tal palo. Javier Schlatter.
Rialp, pp. 125-126).
Saturday, August 08, 2020
Torres de la Alameda

Al llegar por carretera se abre un panorama entrañable, y surge un pueblo madrileño, que engalana la ladera de una colina discreta.
Solo la torre de la Iglesia destaca con fuerza y verticalidad, hecha de la piedra de la sencillez y de un tejado de pizarra muy inclinado, desde el que se ha oído el repicar miles de campanas de alegría llamando al cielo, y también el consuelo de muchas lágrimas.
Puedo ver los árboles que dan nombre a la plaza, pero… ¿Dónde están las demás torres?... Son las familias de los amigos, sus casas amables, su compartir y conversar en esta tierra de los hombres.
Y al irse, tras un rato de estupenda compañía, se abre la inmensa vista de los campos, el sol y las montañas. Se comprende que desde aquellas torres, bien fuertes y edificadas, se conquista el mundo con la paz del alma.
José Ignacio Moreno Iturralde
Thursday, August 06, 2020
La vacuna asequible contra el virus
Monday, August 03, 2020
Madurez, realismo y alegría.
Pasamos a contemplar una vida diferente, con límites antipáticos, en ocasiones duros. Se cayó nuestro castillo de naipes, y empezamos a edificar una vida modesta con los cimientos de la prudencia, haciendo de la necesidad virtud. Sin embargo, fuimos descubriendo cada vez más a nuestros semejantes, y empezamos a comprenderles mejor.
La vida sigue y junto a cosas estupendas, surgen inconvenientes de salud, laborales o familiares. Pues bien, todo esto puede suponer una fantástica invitación a una existencia mucho más grande que nuestros gustos, que pueden ser buenos pero resultan insuficientes. Tomar la vida como viene es fuente de alegría. Así nos abrirnos a una realidad, que no está hecha a nuestra medida, y esto nos mueve a confiar más en Dios, a ver lo bueno de nuestra vida, y a ocuparnos sinceramente de los demás. Surge así, poco a poco, una creatividad personal insospechada.
La madurez, fraguándose en la contrariedad y el sacrificio, amanece cada día y afronta luchas, límites y enfados. Pero misteriosamente, se experimenta una energía novedosa, prestada, transformadora, que es capaz de mirar al mundo con alegría: de cambiarlo con una clave humana y cristiana. Y si se pierde el tono por un nuevo contratiempo, uno puede recordar a seres queridos, realistas y simpáticos que supieron vivir, ser felices y vencer.
José Ignacio Moreno Iturralde
Saturday, August 01, 2020
España: enfermedad y victoria
La enfermedad crónica es una antipática compañera
de viaje. Un modo inteligente de vivirla es manifestarla a quien pueda
contribuir a curarnos, dejarnos ayudar, y seguir adelante sabiendo que podemos
superarla. Entre tanto, se pueden aprender cosas de ella: más humildad, un mayor
acercamiento a nuestros seres queridos y una forja del carácter. Pienso que a
nivel colectivo puede ocurrir algo parecido. El daño provocado por el virus y
la incertidumbre ante el futuro, nos tienen en jaque. Sin embargo, hay que
plantar cara a la pandemia: con responsabilidad personal, fortaleciendo nuestros
lazos familiares, trabajando lo mejor posible o buscando una y otra vez trabajo,
pasando del yo al nosotros en el enfoque de los problemas. Los españoles
siempre hemos sido valientes y no podemos dejar de serlo ahora. Somos
comprensivos, con corazón grande y buen humor. No esperemos a que los políticos
arreglen solos la situación. Modifiquémosla nosotros, con un cambio de actitud
personal: con el optimismo de ver todo lo bueno que existe, con la necesaria esperanza
en la vida, con un comportamiento que honre a los que fallecieron, apoyándonos
y dando ejemplo de integridad a quienes más nos importan. Tengamos la certeza
de que una crisis es una enfermedad de la que podemos salir fortalecidos, como
personas y como país.
José Ignacio
Moreno Iturralde
Monday, July 27, 2020
Meg Meeker: Construyendo relaciones fuertes entre padres e hijos
Saturday, July 25, 2020
Fe en el pasado, fe en el futuro.
Cuando el futuro se nos presenta difícil e incierto, podemos tender a mirar hacia el pasado. Recorremos despacio nuestra biografía: encontramos momentos entrañables de la infancia, alegrías; también momentos difíciles. Incluso pueden existir etapas de negrura y dolor, donde siempre permanecía el firmamento abierto, si queríamos mirar hacia arriba.
El hecho de entendamos toda nuestra vida como una unidad con sentido puede tener explicaciones psicológicas, pero una comprensión profunda, sencilla y positiva de nuestro pasado descansa en que Dios estaba con nosotros. Y si estaba, sigue estando y estará a lo largo de todo nuestro camino. Si alguien piensa que poner en Dios el hilo de comprensión de nuestra existencia es un salto aventurado, le diré que sí que es una aventura. Sin embargo, considerar que el sentido de la vida está solo dentro de nuestra epidermis es algo desventurado.
Lo divino se entrelaza con lo humano. Esa fe en el pasado nos hace encontrar algunas personas, muy queridas, en las que encontramos auténticas ejemplos de lo que es acierto en el vivir. En ellas podemos encontrar las referencias seguras para afrontar con esperanza y salero personal nuestro futuro.
José Ignacio Moreno Iturralde
Thursday, July 23, 2020
Congreso sobre matrimonio y familia del 23 al 26 de julio
Friday, July 17, 2020
Ocurrió en San Ramón Nonato
Empezábamos
una semana de voluntariado en la parroquia de San Ramón Nonato en el barrio
obrero de Vallecas (Madrid). Allí íbamos cinco antiguos alumnos del Colegio
Alborada y un profe. El primer día hubo suerte en aparcar. Perpendicular a la
entrada del templo, una grúa demolía la vieja fachada de un edificio en ruinas.
Mucha gente miraba el caerse de enormes cascotes de ladrillo. Al entrar en la
Iglesia, cuyas puertas estaban flanqueadas para evitar el polvo de la calle, la
limpieza era muy grande y el Santísimo, engalanado en una Custodia, presidía
con su blanca Presencia.
Al poco tiempo conocimos al resto de los voluntarios; chicos, chicas, y gente más mayor, con ganas de ayudar a la gente. Cocinamos, aprendimos a hacer vinagreta, pelamos cebollas hasta el llanto, acarreamos quintales de botellas de leche y latas de coca cola, entre otros muchos productos donados por Bancos de alimentos.
En las colas, para dar las comidas a gente necesitada, eran atendidos jóvenes y personas mayores, hombres y mujeres, nacionales y migrantes. Una de las voluntarias se sabía el nombre de todos: llevaba mes y medio ayudando -después de que su familia también fuera beneficiada tiempo atrás- y supo compatibilizarlo con sus estudios de final de Bachillerato y su prueba de selectividad brillantemente superada, rumbo a una ingeniería. El párroco, delgado y dinámico como un electrón, atendía lo espiritual y lo material. De dar el Pan eucarístico pasaba a dar el pan de harina a los hambrientos, con ritmo y compostura sacerdotal.
Tras una semana de esfuerzos, hemos hecho nuevos amigos y hemos ayudado a dar de comer a mucha gente. También le rezamos a la Virgen del Carmen en su reciente fiesta. Pero lo más importante ha sido el chorreón de alegría con la que nos hemos vuelto. Aquella grúa de demolición estaba quitando lo viejo, para hacer un barrio mejor. Nosotros también hemos salido renovados y hemos experimentado la verdad de la Escritura: “Yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21, 5).
José Ignacio Moreno Iturralde
Saturday, July 11, 2020
Estreno de la película Unplanned
Wednesday, July 08, 2020
La grandeza de una montaña modesta
En la sierra de Madrid hay una montaña no muy elevada, que se llama la Najarra. Al final de sus laderas, surgen pueblos y urbanizaciones de veraneantes. La recuerdo como la montaña de mi infancia. Esa mole, algo nevada en invierno, orleada de pinares, y reseca en verano, nunca me había dicho demasiado. Con su protección, pasábamos divertidos y larguísimos veranos; y más breves fines de semana a lo largo del curso, sin que repararamos demasiado en su pétrea existencia.
Han pasado los años, y ya no veraneo allí; pero si veo la Najarra desde alguna carretera cercana, la echo de menos con bastante nostalgia. Lo que nunca se me había ocurrido, es darme cuenta de que una de las cosas maravillosas de esa montaña es… que sigue ahí.
En el mundo actual vivimos para hacer cosas y conseguir metas. Todo esto es importante, ilusionante, humano y conveniente. Pero es probable que nos hayamos pasado de velocidad. Tenemos que redescubrir lo que somos. Un sano empeño de superación no consiste solo en hacer cosas nuevas, sino en hacer mejor las de siempre, yendo a la raíz del cambio: el del propio yo. A veces nos aterra la monotonía, la permanencia, y eso puede deberse a que confundimos nuestro yo con nuestros logros. Saberse vivo, querido y valioso, es consecuencia de mirar con agradecimiento nuestro origen y nuestro futuro, en el que mucho nos ha sido y nos será dado. Hace falta tener un amor bueno para saber permanecer comprendiendo, conviviendo, enseñando y aprendiendo.
Claro que hay que tener proyectos innovadores, pero con sentido común. Como esa montaña modesta e inmóvil que, desde su lugar, nos ha visto crecer, hay que aprender a permanecer, a mirar hacia arriba, a sabernos queridos. Así descubriremos la insospechada grandeza de nuestra vida sencilla y, fruto de una transformación personal, enseñaremos a muchos el mejor de los cambios: saber descubrir el inmenso valor que tienen. De ahí surgirán estupendas iniciativas para todos.
José Ignacio Moreno Iturralde
Monday, July 06, 2020
Matrimonio y renovación personal
Tenemos
pensamientos buenos y nobles; pero otros no lo son tanto, incluso algunos son
tóxicos. Una persona positiva tiene que esforzarse por mejorar sus
pensamientos. Lo mismo sucede con los afectos: soñamos con un amor que merezca
la pena; y no podemos olvidar que habrá que pasar la pena que hace bueno ese
amor. El matrimonio exige de los casados lo mejor de sí mismos: hacer que el
cónyuge y los hijos, si se tienen, sean felices. Esto pide mucha renuncia y
mucho olvido de sí mismo. El matrimonio cristiano cuenta con la gracia de Dios:
una fuente regenerante del amor humano, que pasa por encima de defectos y
dificultades. Se llega así a un amor profundo, realista y maduro. Es en esa
escuela de virtud y felicidad donde los hijos crecen seguros, con un futuro más
abierto a la esperanza.
Es verdad que hay situaciones matrimoniales complejas y difíciles, que requieren una atención particular. Pero otra cosa muy distinta es la banalización del matrimonio hasta convertirlo, solamente, en un pacto transitorio de afectos. Esto conlleva no solo a la disolución del matrimonio, sino a la erosión de la propia identidad. Ser marido, mujer, padre, madre, es algo nuclear y exige de nosotros responsabilidades y promesas, que son las que nos hacen más humanos. Se ha escrito “te amaré por tu fidelidad y te seré fiel por tu amor”. La fidelidad es el nombre del amor comprometido en el tiempo; la flecha que traza una trayectoria con finalidad, sentido, fruto y referencia. Aunque cueste renovar la mente y el corazón, quienes cuentan con la fuerza de la misericordia de Dios y descansan en ella, tienen una especial ayuda para hacer de la familia el mejor sitio para vivir y para renovarse personalmente.
Saturday, July 04, 2020
Ser joven y enseñar a serlo
Saturday, June 06, 2020
El virus dialéctico en la política
José Ignacio Moreno Iturralde