Friday, July 17, 2020

Ocurrió en San Ramón Nonato



           Empezábamos una semana de voluntariado en la parroquia de San Ramón Nonato en el barrio obrero de Vallecas (Madrid). Allí íbamos cinco antiguos alumnos del Colegio Alborada y un profe. El primer día hubo suerte en aparcar. Perpendicular a la entrada del templo, una grúa demolía la vieja fachada de un edificio en ruinas. Mucha gente miraba el caerse de enormes cascotes de ladrillo. Al entrar en la Iglesia, cuyas puertas estaban flanqueadas para evitar el polvo de la calle, la limpieza era muy grande y el Santísimo, engalanado en una Custodia, presidía con su blanca Presencia.

         Al poco tiempo conocimos al resto de los voluntarios; chicos, chicas, y gente más mayor, con ganas de ayudar a la gente. Cocinamos, aprendimos a hacer vinagreta, pelamos cebollas hasta el llanto, acarreamos quintales de botellas de leche y latas de coca cola, entre otros muchos productos donados por Bancos de alimentos.

        En las colas, para dar las comidas a gente necesitada, eran atendidos jóvenes y personas mayores, hombres y mujeres, nacionales y migrantes. Una de las voluntarias se sabía el nombre de todos: llevaba mes y medio ayudando -después de que su familia también fuera beneficiada tiempo atrás- y supo compatibilizarlo con sus estudios de final de Bachillerato y su prueba de selectividad brillantemente superada, rumbo a una ingeniería. El párroco, delgado y dinámico como un electrón, atendía lo espiritual y lo material. De dar el Pan eucarístico pasaba a dar el pan de harina a los hambrientos, con  ritmo y compostura sacerdotal.

          El último día el aparcamiento se hizo angustioso y llegamos a impactar con alguno de los malditos bolardos que ponen en las esquinas de la calle. Más tarde fuimos a tirar ingentes toneladas de cartón a los cubos de basura: empezamos a botar encima para aplanar aquellos papelones y terminamos cantando a coro, en una especie de rito tribal, en el que disfrutamos como hombres del paleolítico.

        Tras una semana de esfuerzos, hemos hecho nuevos amigos y hemos ayudado a dar de comer a mucha gente. También le rezamos a la Virgen del Carmen en su reciente fiesta. Pero lo más importante ha sido el chorreón de alegría con la que nos hemos vuelto. Aquella grúa de demolición estaba quitando lo viejo, para hacer un barrio mejor. Nosotros también hemos salido renovados y hemos experimentado la verdad de la Escritura: “Yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21, 5).


José Ignacio Moreno Iturralde

 


No comments: