Saturday, December 05, 2020

El sexo puede ser santo


La generosidad es algo muy valorado en la vida. Sin embargo, con frecuencia surge la sospecha de que ser generoso entraña cierto peligro y puede no ser correspondido. La fe cristiana supera esta duda cuando nos revela a Dios como un ser que es amor y entrega.

“El hombre es el único ser que puede entender la vida como un don”[1]. Una de las manifestaciones de la generosidad es la interpretación de la sexualidad como una realidad positiva del camino vocacional: “El hombre se ha convertido en imagen y semejanza de Dios no solo a través de la propia humanidad, sino también a través de la comunión de personas que el varón y la mujer forman desde el comienzo”[2]. “El cuerpo, que expresa la feminidad para la masculinidad y viceversa, manifiesta la reciprocidad y la comunión de las personas. La expresa a través del don como característica fundamental de la existencia personal. Este es el cuerpo: testigo de la creación como fuente de la que nació este mismo donar. La masculinidad-feminidad -esto es, el sexo- es el signo originario de una donación creadora y de una toma de conciencia por parte del hombre, varón-mujer, de un don vivido, de modo originario”[3]. De esta manera, la persona se encuentra a sí precisamente en el don de sí misma.

Juan Pablo II, al interpretar el relato bíblico de la creación, nos hace ver que la desnudez originaria significaba la sinceridad e integridad del hombre y la mujer ante el conocimiento de Dios. Esta inocencia interior, o rectitud de intención, supone en la relación conyugal la recíproca aceptación del otro. De aquí se deriva la generación de los hijos, que necesitan del vínculo estable e indisoluble del matrimonio entre hombre y mujer, que Dios ha unido. La sexualidad expresa que somos seres para darnos, que tenemos un cuerpo esponsal. Al mismo tiempo, el celibato por el reino de los cielos -la vocación que excluye el matrimonio- expresa aún más la libertad del don del cuerpo humano, según el citado autor. 

El pecado original ha provocado una lesión de egoísmo en todas nuestras facultades. Sin embargo, la Iglesia lo denomina “feliz culpa”, pues nos trajo al Redentor. Cuando Cristo responde a los fariseos reafirmando el carácter indisoluble del matrimonio (Mt 19, 3 ss; Mc 10, 2 ss), recuerda el sentido originario del matrimonio. Pone al hombre “en el límite entre la inocencia-felicidad originaria y la herencia de la primera caída. ¿Acaso no le quiere decir, de este modo, que el camino por el que Él conduce al hombre, varón-mujer, en el sacramento del matrimonio, esto es, el camino de la ‘redención del cuerpo’, debe consistir en recuperar esta dignidad en la que se realiza simultáneamente el auténtico significado del cuerpo humano, su significado personal y de comunión?”[4]. La Iglesia Católica entiende así la sexualidad como una dimensión personal que puede ser santa.

 

José Ignacio Moreno Iturralde


[1] San Juan Pablo II, Varón y mujer. Palabra, 2017, p. 99.

[2] Idem, pp. 73-74.

[3] Idem, p. 104.

[4] Idem, p. 162 

No comments: