Un buen
amigo viajaba en un avión. La azafata le ofreció por dos veces café y le trajo
la prensa. En un momento del trayecto, mi amigo le pidió a la azafata si tenían
un “impreso de agradecimiento”. La señorita se extrañó y le dijo que no tenían
tal impreso. Fue a consultar al comandante y volvió con una impreso de reclamaciones.
Quien lo pidió, tachó reclamaciones y puso agradecimiento. En ese papel daba
las gracias por haberse sentido muy bien tratado durante el trayecto. Pocos
minutos después, el comandante hizo que este hombre agradecido entrara en la
cabina del piloto y entablaron una simpática conversación. Al final del vuelo,
todos los trabajadores de la compañía aérea despidieron con una sonrisa a tan
grato pasajero.
Algunas veces uno se encuentra con personas cordiales,
cercanas, optimistas, que nos alegran la vida con su disponibilidad y ayuda.
Parece que estuvieran afincadas en algún lugar seguro desde el que contemplan
la vida con serenidad y alegría. ¿Cómo lo hacen? ... No sería de extrañar que detrás
de esa buena forma de carácter hubiera un serio régimen de entrenamiento, en el
que se han superado un buen número de pruebas, incluso de fracasos.
Cuando alguien se
encuentra bien consigo mismo, está más capacitado para poder estimar la
realidad ajena. También sucede que la relación con los demás puede ayudarnos a
llevarnos mejor con nosotros mismos. Avanzar
en el conocimiento propio es necesario para tener acierto en el vivir. En la
medida que hallemos la raíz de nuestro ser, tendremos más opciones para no
irnos por las ramas. Conocer los propios límites y capacidades, es requisito
para acertar en un radio de acción más eficaz. Este conocimiento economiza
nuestras fuerzas y nos deja margen para la contemplación de un mundo asombroso,
repleto de realidades distintas a nosotros que pasan a formar parte de nuestras
biografías.
Un buen amigo me dijo una vez: “el que no vive para servir no sirve para vivir”. Su idea contenía grandeza; sobre todo porque sé que vivía lo que decía. La educación de la personalidad hay que verla hecha vida en personas concretas. La exposición de ideas sobre la mejora personal, basándonos en las vidas y los escritos de personas que nos parecen ejemplares, puede sernos de mucha utilidad.
Ser
positivos
Nacer es una gran aventura. La inmensa mayoría de las
personas prefiere vivir a no haberlo hecho. Aunque en ocasiones suceden cosas
duras, la vida es un grandioso regalo. Una postura de gratitud ante la
existencia es atractiva porque es verdadera. Nadie vive porque lo haya elegido
o porque lo merezca. La llamada a la existencia es un grandioso misterio
cotidiano. Todo esto ha de repercutir en ingeniárselas para tener una visión
positiva, aunque no ingenua, de las cosas. Ser animante y ver el lado positivo
de las cosas es mucho mejor que andar por la vida con cara desaliñada y
actitudes antipáticas. No siempre resulta fácil: requiere salir de uno mismo y
pensar más en el bien de los demás. Afirmar la realidad, y la propia vida –con
su porcentaje de cosas agradables y desagradables- es la base para forjar una
personalidad buena: un modo de ser que a uno mismo le haga feliz y contribuya a
la felicidad de otros.
La persona es un ser comunicativo:
tiende a la relación con los demás. La personalidad no es como un cuerpo
musculado y armónico que se admira en un espejo. La buena personalidad, muy
apta para ser feliz, se descubre sobre todo en la alegría de las personas a las
que se quiere. Para esto hay que tener motivos profundos. Una persona no solo
se conforma con tener un entorno cercano grato. Nos interesa el bienestar y la
felicidad de todo el mundo: queremos hacer un mundo mejor, más humano y
solidario. Pero solo lo conseguiremos desde la mejora personal, puesta en
práctica en aspectos muy concretos de la vida cotidiana.
Jeffrey J. Froh y Giacomo Bono[1] han
publicado una investigación acerca de cómo enseñar a vivir con gratitud a niños
y a jóvenes es de vital importancia para su felicidad y para sus logros
académicos profesionales. Su libro tiene el mérito de mostrar, con datos, cómo
un estilo de vida basado en la gratitud es muy positivo y rentable en todos los
aspectos.
Vivir el presente
El escritor C.S. Lewis decía que "el
presente es el punto de encuentro entre el tiempo y la eternidad". De este
modo, el presente se revela como un momento cargado de entidad. En una conocida
obra de Lewis[2],
un instigador del mal le dice a un colega de oficio: "recuerda que nuestra
tarea principal es sacar a los hombres del presente". Con mucha
frecuencia, nuestra imaginación vuela a momentos y lugares que quizás no
lleguemos a experimentar, mientras el momento presente se nos antoja, a menudo,
como poco atractivo y carente de valor. Sin embargo, aquí defendemos un
"carpe diem" (aprovecha el momento) distinto al simple deseo
materialista y pasajero. En cada instante podemos recapitular la vida, corregir
el rumbo, replantear la estrategia. Podemos ponernos en condiciones de adoptar
una cierta perspectiva de eternidad, serena, que suele resultar prudente y
eficaz.
Quizás podría definirse la sabiduría como
vivir con plenitud el momento presente, aunque experimentamos con qué facilidad
los problemas y desánimos cotidianos nos alejan de tan hermosas aspiraciones.
Nadie ha dicho que sea fácil este arte de vivir: la precariedad de lo real
parece que se presta a pocos idealismos. Pero no es así: la persona que es un
ejemplo de vida sabe gestionar con acierto, aunque cometa errores, las horas y
los días. Todos tenemos el derecho de intentarlo.
La tarea educativa, como cualquier otra,
se ve afectada por el cultivo del presente. Es muy distinto dar una clase más a
procurar hacerlo muy bien, transmitiendo algo de vida y dejando un poco de
huella. Para un alumno no es lo mismo adoptar una actitud pasiva que otra
activa y atenta. A este respecto, el tan ya citado Chesterton decía: “no hay
clases poco interesantes, sino personas poco interesadas”.
El paso de los días y de los años configura
una personalidad muy mejor si cada día uno intenta superarse cotidianamente.
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