Saturday, October 21, 2017

Hacer de los estudios algo apasionante


La importancia de estudiar

Saber vivir es algo más importante que saber mucha economía o matemáticas. Llevar una vida buena es la asignatura de la sabiduría. Hay personas de pocos estudios que tienen una grandísima categoría personal. El estudio académico es, sin lugar a dudas, un medio y no un fin. Sin embargo, mucha gente encantadora y con poca formación académica se verá más segura y feliz en la medida en que los estudiosos punteros lo hagan con calidad científica y honradez intelectual, abriendo caminos de estabilidad cultural, laboral y social. No todos podemos ser Fleming, pero gracias a este señor se han salvado millones de vidas. No está al alcance de la mayoría ser un pensador como Tomás de Aquino, pero en la guía intelectual y moral que escribió se han sentido seguros y protegidos labriegos y cortesanos, reyes y amas de casa.

Bajando al terreno práctico, podemos preguntarnos ¿Cómo estudiar con más provecho?... Voy a empezar a decir ahora cosas que, en mi opinión, no son estudiar: leer, pasar a limpio los apuntes, buscar información en internet. Todo esto puede ayudar al estudio, pero no lo sustituye porque el estudio requiere también comprensión y memoria. Lógicamente no será igual el estudio de un chico de doce años que el de uno de dieciséis, pero estudiar no se reduce a hacer tareas. Es importante hacer trabajos, ver películas educativas, debatir temas y hacer prácticas. Pero hay dos cosas que no pueden eliminarse en la educación escolar: un profesor que explica lo que sabe y un alumno que estudia lo que le han enseñado. Estudiar es un ejercicio personal y esforzado de reflexión y comprensión de los contenidos previamente entendidos. Es aquí donde se templa el espíritu del estudiante, adquiriendo hábitos y madurez. Además, contra lo que muchos piensan, el estudio puede ser algo tremendamente atractivo. Cuando se domina una asignatura se puede disfrutar con ella.

Con el teléfono móvil podemos resolver automáticamente una duda acudiendo a google. No es menos cierto que es muy difícil estudiar si uno recibe decenas o centenares de wasaps, como le sucede a muchos estudiantes, a lo largo de una tarde. Parece de sentido común limitar el uso de dispositivos móviles a los jóvenes, a algunas franjas horarias. Les ayudará mucho a conseguirlo si sus padres les predican con el ejemplo.


Previsión

Ponerse metas en el tiempo respecto a días, semanas, meses e incluso unos pocos años, es positivo si se hace con realismo y sentido común. Tales propósitos pueden variar en función de muchas variables que nos ofrece la vida, pero es muy distinto tener un norte claro cada día o no tenerlo. Quien va cumpliendo sus expectativas, tiene también una vida mucho más atractiva que el que simplemente va tirando por fuerza de la necesidad cotidiana.

         Los horarios han de ser flexibles, pero es importante tenerlos dándonos cuenta del gran tesoro que supone el propio tiempo. También es importante considerar una idea de Stephen Covey[1]: “es más importante moverse por principios que por actividades”. Está claro que si un familiar tiene una necesidad seria, se deja de lado la tarea profesional para atenderle. Por esto no está de más examinar cuál es nuestra jerarquía de valores, y ver si realmente somos consecuentes con ella. No sería muy lógico, por ejemplo, querer hacer una buena marca de maratón y entrenar solo una hora a la semana.

Dejarse ayudar

Pero no todo son medidas de iniciativa propia; en ocasiones hay que dejarle a otros que valoren lo que hacemos. A veces vemos conductas de personas que nos resultan desagradables. Puede que los que las hacen no se den ni cuenta de que su comportamiento es inadecuado. Pues bien, lo que les sucede a otros puede ocurrirnos a nosotros también, en algún aspecto de nuestra vida. Hay que estar atento a las correcciones que los demás puedan hacernos de un modo sensato. Reaccionar con una rabieta interior, negando que tengamos algo que mejorar, es una postura bastante inmadura y poco productiva.

         Incluso si no se nos corrigiera con frecuencia, es positivo preguntar a quien tenga esta función, o a quien nos merezca confianza, acerca de qué tal estamos desempeñando nuestra labor. Conocer modos concretos de mejorar es importante para hacerlo, y los que conviven con nosotros son observadores privilegiados para decírnoslo.

Por otra parte, nos suele afectar más la pereza que el exceso de trabajo; pero no es imposible que este último sea un obstáculo para vivir con más acierto. Somos seres con limitaciones físicas y psicológicas. Necesitamos dormir las horas adecuadas y tener tiempo para la familia y los amigos. De lo contrario puede suceder lo que dice un sabio proverbio: “la avaricia rompe el saco”. Se quieren hacer tantas cosas que uno puede desfondarse o, incluso, enfermar. En la sociedad actual no es infrecuente que uno se someta a horarios de trabajo extenuantes que, si no se dosifican, pueden minar la salud y el ánimo de la persona.


Orientación psicopedagógica y medicina

         La labor de los orientadores escolares es importante para la tarea de la educación. Se trata de una valiosa ayuda para los educadores, no solo para alumnos con problemas de aprendizaje, sino para todos. Cuando conocemos mejor las aptitudes de nuestros alumnos la eficacia educativa es mucho más fructífera. Unos buenos test psicopedagógicos pueden ser un buen instrumento para acertar en cómo educar mejor a los alumnos.

         Problemas frecuentes en algunos alumnos como los déficits de atención, hiperactividad, dislexia, y otros propios de la edad infantil y adolescente, no deben tomarse a la ligera. Médicos especialistas pueden ayudar y, mucho, a mejorar estos inconvenientes. Una nueva corriente de medicina psicosomática, la medicina de la persona[2], está dando buenos resultados en trastornos infantiles y juveniles, entre otros logros.


Saber detectar los puntos fuertes de cada uno

         En una orquesta musical, cada miembro hace su aportación personal para componer una buena sinfonía. El director de orquesta sabe estar atento a la actuación de cada uno de los músicos. Qué grande es la empresa en la que esto se consiga. Qué maravilloso sería el centro escolar en el que se llevara a cabo este propósito. Todos lo intentan, de un modo u otro, pero qué lejos nos quedamos frecuentemente de sacar lo mejor de todos y cada uno de los alumnos. A veces tienen aspectos interesantísimos de su personalidad, que desconocemos por completo.

         Para intentarlo una vez más sugiero algunas ideas: Que cada profesor piense de vez en cuando en sus alumnos –aunque sea brevemente, uno por uno-. Que se realicen las conversaciones entre profesores del instituto o del colegio y las familias de los chicos y de las chicas, para conocerlos mejor. Que los profesores conozcan y tengan en cuenta las orientaciones de los gabinetes psicopedagógicos de los centros escolares. Todo esto puede llevar bastante tiempo extra no remunerado; es preciso asumirlo libremente si se quiere llevar a la práctica una enseñanza puntera en calidad.

Con el sentido común y libertad que dicte a cada uno cuál ha de ser su dedicación profesional, me parece en la tarea educativa hay que tener un margen para excederse. La recompensa está en saberse un buen profesional y en el reconocimiento de los jóvenes y de sus familias: es un pago mejor y de más largo alcance de lo que parece a primera vista.

Gestionar con inteligencia los éxitos y los fracasos

El libro de Bernabé Tierno titulado "La psicología de los jóvenes y adolescentes"[3] ofrece un capítulo titulado "Cómo lograr éxito en la vida", donde se nos ofrecen reflexiones muy realistas; por ejemplo esta: "hay que contar con los fracasos y el miedo paralizante que los caracteriza -a los jóvenes-. Lo correcto es aprender de la experiencia de cada fracaso para acercarnos antes al éxito y mantener siempre una firme actitud de confianza y esperanza". Una buena parte de la educación está en ofrecer seguridad y esperanza al desarrollo personal de los alumnos.

En etapas adolescentes es común que los jóvenes no se entiendan bien a sí mismos. Blakemore y Frith explican en una investigación[4] que en la adolescencia los jóvenes experimentan un proceso de mielinización[5] de su sistema nervioso que influye en sus características incertidumbres. Es el paso de la infancia a la juventud: la búsqueda de su propia identidad, que frecuentemente les lleva a chocar con el orden familiar y escolar establecido. En ocasiones, el adolescente no sabe bien porqué ha actuado de una forma concreta. Hay que contar con esta llamada edad del pavo, para ofrecerles comprensión, exigencia y ánimo. Pienso que un mensaje importante para ellos es este: el hecho de que ahora no te sientas con fuerza para hacer algo que piensas que deberías hacer, es compatible con que dentro de un tiempo sí que tengas fuerzas para hacerlo.

Retomando la cuestión del éxito cualquier persona que triunfa y no se da aires de importancia, nos resulta mucho más atractiva que un creído. Obtener un éxito merecido y reconocerlo con modestia es algo estupendo; pero hacer un eco excesivo del logro acaba agotando a los demás. Considerar la suerte que uno ha tenido y la inmensa cantidad de ayuda que se le ha dado antes de conseguir una buena oposición, o un gran negocio, es una actitud sensata y atractiva.

Por otra parte, no venirse abajo ante un fracaso es algo muy importante. Es muy positivo el consejo que invita a considerar que nunca se fracasa, sino que siempre se adquiere experiencia. Esto no significa una actitud frívola e inmadura: hay que tomar nota de los errores cometidos, que pueden ser graves. Lo importante es saber sacar partido de esas meteduras de pata. Recuerdo que al finalizar una excursión de monte con unos amigos todos estábamos bastante cansados. Llegamos a un sitio donde había varios pinos. Uno de ellos, a un metro de altura, torcía su tronco y se ponía paralelo al suelo para luego volver a subir hacia arriba. Era un pino deforme, pero era en el único en que te podías sentar: el más útil de todos. Es muy bueno sacar enseñanzas de los errores o contratiempos. Esto no pretende ensalzarlos, pero sí sacarles el máximo provecho. Por muy negra que nos parezca la cueva en que nos hemos metido siempre hay algún rayo de luz. Por ahí hay que tirar con fortaleza y paciencia pues se nos anuncia la salida hacia una nueva panorámica de realización personal.

Sean cuales sean nuestros resultados en los estudios o en el trabajo, es importante valorar el esfuerzo que hemos puesto y ver lo que ha salido bien. A su vez, no nos hemos de ocultar lo que pudimos hacer mejor y lo que nos salió mal. Lo importante es ofrecer una respuesta positiva a lo que nos suceda. Por esto hay que saber ponerse metas realistas, que nos ilusionen y nos animen, como ya vimos. También cuando sean muchos los años de trabajo que uno tenga a sus espaldas, es bueno renovar las ilusiones y no dejarse llevar por una inercia gris y poco creativa.

Victor García Hoz, el primer Doctor en Pedagogía español, relacionaba en una conferencia la tarea de la enseñanza con la actitud de un chaval que llegaba a su casa algo cansado del colegio. Al saludar a su madre decía: “hoy las cosas no me han salido bien, pero mañana lo voy a hacer mejor”. Esta anécdota tan sencilla contiene mucho significado. No hay que contentarse con los errores, o con lo ya adquirido. Sin prisas ni perfeccionismos, uno tiene que reinventarse cada día, luchar por ser mejor estudiante o mejor trabajador. Esto supone esfuerzo, pero es el único modo de vivir el estudio o el trabajo con un sentido humano que nos convenza a nosotros mismos y que ayude a los demás.

Sentido del trabajo

            Es muy probable que lo fundamental del trabajo recaiga sobre todo en la propia disposición interior. Recuerdo la afirmación mañanera de un amigo  profesor: ”un nuevo día, sale el sol y estoy rodeado de gente a la que puedo ayudar”. Es un tipo sabio: en otra ocasión le hablé acerca de la importancia de “gestionar la complejidad” en el trabajo; él me respondió que era más importante “gestionar la sencillez”. Es decir: daba prioridad tener claro lo que uno tiene que hacer y a obrar en consecuencia.  

Nuestro mundo occidental trabaja y consume rápidamente pero, con todo respeto a los ritmos de competitividad, me parece que tal ritmo está algo desenfocado. El afán por el enriquecimiento, que se transforma en ansiedad y en angostura de espíritu, es la consecuencia de tomar al trabajo como un fin cuando no es más que un medio. La aceleración, la falta de autoposesión, difumina hacia delante la propia persona que queda sin peso, sin contornos, sin los límites que la hacen irrepetible.

         Cuando alguien se decide a serenarse, a aceptar su vida y la realidad más cercana que le rodea, empieza a ser un punto fijo; uno de esos escasos lugares desde los que se puede mover el mundo. Esto requiere sencillez de espíritu: una sencillez que no es sencilla de adquirir.

         Trabajar viviendo una gran variedad de situaciones amargas y dulces de la existencia es donde está el verdadero, real y fantástico reto que se nos ofrece cada día. Si a esta tarea le añadimos el hacerla desde una disposición de servicio a los demás, encontramos la  recia escuela de la plenitud del sentido humano del trabajo.

         Todas estas ideas, cuando se procuran poner por obra, no son irrelevantes para los más jóvenes. Por el contrario: son lo que más les atrae, dándoles seguridad para ir haciendo su futuro.


[1] Cfr. Los siete hábitos de la gente altamente efectiva. Covey, S. Paidos, 1997.
[2] Cfr. https://www.saluddelapersona.com
[3] La psicología de los jóvenes y adolescentes. Bernabé Tierno. Ed. San Pablo. 2004.
[4] Cfr. Cómo aprende el cerebro. Blakemore, S. y Frith, U. Ariel, 2012.
[5] La mielina es una sustancia que recubre el sistema nervioso.

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