La importancia de estudiar
Saber vivir es algo más importante
que saber mucha economía o matemáticas. Llevar una vida buena es la asignatura
de la sabiduría. Hay personas de pocos estudios que tienen una grandísima
categoría personal. El estudio académico es, sin lugar a dudas, un medio y no
un fin. Sin embargo, mucha gente encantadora y con poca formación académica se
verá más segura y feliz en la medida en que los estudiosos punteros lo hagan
con calidad científica y honradez intelectual, abriendo caminos de estabilidad
cultural, laboral y social. No todos podemos ser Fleming, pero gracias a este
señor se han salvado millones de vidas. No está al alcance de la mayoría ser un
pensador como Tomás de Aquino, pero en la guía intelectual y moral que escribió
se han sentido seguros y protegidos labriegos y cortesanos, reyes y amas de
casa.
Bajando al terreno práctico, podemos
preguntarnos ¿Cómo estudiar con más provecho?... Voy a empezar a decir ahora
cosas que, en mi opinión, no son estudiar: leer, pasar a limpio los apuntes,
buscar información en internet. Todo esto puede ayudar al estudio, pero no lo
sustituye porque el estudio requiere también comprensión y memoria. Lógicamente
no será igual el estudio de un chico de doce años que el de uno de dieciséis,
pero estudiar no se reduce a hacer tareas. Es importante hacer trabajos, ver
películas educativas, debatir temas y hacer prácticas. Pero hay dos cosas que
no pueden eliminarse en la educación escolar: un profesor que explica lo que
sabe y un alumno que estudia lo que le han enseñado. Estudiar es un ejercicio
personal y esforzado de reflexión y comprensión de los contenidos previamente
entendidos. Es aquí donde se templa el espíritu del estudiante, adquiriendo
hábitos y madurez. Además, contra lo que muchos piensan, el estudio puede ser
algo tremendamente atractivo. Cuando se domina una asignatura se puede
disfrutar con ella.
Con el teléfono móvil podemos
resolver automáticamente una duda acudiendo a google. No es menos cierto que es
muy difícil estudiar si uno recibe decenas o centenares de wasaps, como le
sucede a muchos estudiantes, a lo largo de una tarde. Parece de sentido común
limitar el uso de dispositivos móviles a los jóvenes, a algunas franjas
horarias. Les ayudará mucho a conseguirlo si sus padres les predican con el
ejemplo.
Previsión
Ponerse metas en el tiempo respecto
a días, semanas, meses e incluso unos pocos años, es positivo si se hace con
realismo y sentido común. Tales propósitos pueden variar en función de muchas
variables que nos ofrece la vida, pero es muy distinto tener un norte claro
cada día o no tenerlo. Quien va cumpliendo sus expectativas, tiene también una
vida mucho más atractiva que el que simplemente va tirando por fuerza de la
necesidad cotidiana.
Los
horarios han de ser flexibles, pero es importante tenerlos dándonos cuenta del
gran tesoro que supone el propio tiempo. También es importante considerar una
idea de Stephen Covey[1]:
“es más importante moverse por principios que por actividades”. Está claro que
si un familiar tiene una necesidad seria, se deja de lado la tarea profesional
para atenderle. Por esto no está de más examinar cuál es nuestra jerarquía de
valores, y ver si realmente somos consecuentes con ella. No sería muy lógico,
por ejemplo, querer hacer una buena marca de maratón y entrenar solo una hora a
la semana.
Dejarse ayudar
Pero no todo son medidas de
iniciativa propia; en ocasiones hay que dejarle a otros que valoren lo que
hacemos. A veces vemos conductas de personas que nos resultan desagradables.
Puede que los que las hacen no se den ni cuenta de que su comportamiento es
inadecuado. Pues bien, lo que les sucede a otros puede ocurrirnos a nosotros
también, en algún aspecto de nuestra vida. Hay que estar atento a las correcciones
que los demás puedan hacernos de un modo sensato. Reaccionar con una rabieta
interior, negando que tengamos algo que mejorar, es una postura bastante
inmadura y poco productiva.
Incluso
si no se nos corrigiera con frecuencia, es positivo preguntar a quien tenga
esta función, o a quien nos merezca confianza, acerca de qué tal estamos
desempeñando nuestra labor. Conocer modos concretos de mejorar es importante
para hacerlo, y los que conviven con nosotros son observadores privilegiados
para decírnoslo.
Por otra parte, nos suele afectar
más la pereza que el exceso de trabajo; pero no es imposible que este último
sea un obstáculo para vivir con más acierto. Somos seres con limitaciones
físicas y psicológicas. Necesitamos dormir las horas adecuadas y tener tiempo
para la familia y los amigos. De lo contrario puede suceder lo que dice un
sabio proverbio: “la avaricia rompe el saco”. Se quieren hacer tantas cosas que
uno puede desfondarse o, incluso, enfermar. En la sociedad actual no es
infrecuente que uno se someta a horarios de trabajo extenuantes que, si no se
dosifican, pueden minar la salud y el ánimo de la persona.
Orientación psicopedagógica y medicina
La labor
de los orientadores escolares es importante para la tarea de la educación. Se
trata de una valiosa ayuda para los educadores, no solo para alumnos con
problemas de aprendizaje, sino para todos. Cuando conocemos mejor las aptitudes
de nuestros alumnos la eficacia educativa es mucho más fructífera. Unos buenos
test psicopedagógicos pueden ser un buen instrumento para acertar en cómo
educar mejor a los alumnos.
Problemas
frecuentes en algunos alumnos como los déficits de atención, hiperactividad,
dislexia, y otros propios de la edad infantil y adolescente, no deben tomarse a
la ligera. Médicos especialistas pueden ayudar y, mucho, a mejorar estos
inconvenientes. Una nueva corriente de medicina psicosomática, la medicina de
la persona[2], está dando buenos
resultados en trastornos infantiles y juveniles, entre otros logros.
Saber detectar los puntos fuertes de cada uno
En una
orquesta musical, cada miembro hace su aportación personal para componer una
buena sinfonía. El director de orquesta sabe estar atento a la actuación de
cada uno de los músicos. Qué grande es la empresa en la que esto se consiga.
Qué maravilloso sería el centro escolar en el que se llevara a cabo este
propósito. Todos lo intentan, de un modo u otro, pero qué lejos nos quedamos
frecuentemente de sacar lo mejor de todos y cada uno de los alumnos. A veces
tienen aspectos interesantísimos de su personalidad, que desconocemos por
completo.
Para
intentarlo una vez más sugiero algunas ideas: Que cada profesor piense de vez
en cuando en sus alumnos –aunque sea brevemente, uno por uno-. Que se realicen
las conversaciones entre profesores del instituto o del colegio y las familias
de los chicos y de las chicas, para conocerlos mejor. Que los profesores
conozcan y tengan en cuenta las orientaciones de los gabinetes psicopedagógicos
de los centros escolares. Todo esto puede llevar bastante tiempo extra no
remunerado; es preciso asumirlo libremente si se quiere llevar a la práctica
una enseñanza puntera en calidad.
Con el sentido común y libertad que
dicte a cada uno cuál ha de ser su dedicación profesional, me parece en la
tarea educativa hay que tener un margen para excederse. La recompensa está en
saberse un buen profesional y en el reconocimiento de los jóvenes y de sus
familias: es un pago mejor y de más largo alcance de lo que parece a primera
vista.
Gestionar con inteligencia los éxitos y los fracasos
El libro de Bernabé
Tierno titulado "La psicología de los jóvenes y adolescentes"[3]
ofrece un capítulo titulado "Cómo lograr éxito en la vida", donde se
nos ofrecen reflexiones muy realistas; por ejemplo esta: "hay que contar
con los fracasos y el miedo paralizante que los caracteriza -a los jóvenes-. Lo
correcto es aprender de la experiencia de cada fracaso para acercarnos antes al
éxito y mantener siempre una firme actitud de confianza y esperanza". Una
buena parte de la educación está en ofrecer seguridad y esperanza al desarrollo
personal de los alumnos.
En etapas adolescentes
es común que los jóvenes no se entiendan bien a sí mismos. Blakemore y Frith
explican en una investigación[4] que en
la adolescencia los jóvenes experimentan un proceso de mielinización[5] de su
sistema nervioso que influye en sus características incertidumbres. Es el paso
de la infancia a la juventud: la búsqueda de su propia identidad, que
frecuentemente les lleva a chocar con el orden familiar y escolar establecido. En
ocasiones, el adolescente no sabe bien porqué ha actuado de una forma concreta.
Hay que contar con esta llamada edad del pavo, para ofrecerles comprensión,
exigencia y ánimo. Pienso que un mensaje importante para ellos es este: el
hecho de que ahora no te sientas con fuerza para hacer algo que piensas que
deberías hacer, es compatible con que dentro de un tiempo sí que tengas fuerzas
para hacerlo.
Retomando la cuestión del éxito cualquier
persona que triunfa y no se da aires de importancia, nos resulta mucho más
atractiva que un creído. Obtener un éxito merecido y reconocerlo con modestia
es algo estupendo; pero hacer un eco excesivo del logro acaba agotando a los
demás. Considerar la suerte que uno ha tenido y la inmensa cantidad de ayuda
que se le ha dado antes de conseguir una buena oposición, o un gran negocio, es
una actitud sensata y atractiva.
Por otra parte, no venirse abajo
ante un fracaso es algo muy importante. Es muy positivo el consejo que invita a
considerar que nunca se fracasa, sino que siempre se adquiere experiencia. Esto
no significa una actitud frívola e inmadura: hay que tomar nota de los errores
cometidos, que pueden ser graves. Lo importante es saber sacar partido de esas
meteduras de pata. Recuerdo que al finalizar una excursión de monte con unos
amigos todos estábamos bastante cansados. Llegamos a un sitio donde había
varios pinos. Uno de ellos, a un metro de altura, torcía su tronco y se ponía
paralelo al suelo para luego volver a subir hacia arriba. Era un pino deforme,
pero era en el único en que te podías sentar: el más útil de todos. Es muy
bueno sacar enseñanzas de los errores o contratiempos. Esto no pretende
ensalzarlos, pero sí sacarles el máximo provecho. Por muy negra que nos parezca
la cueva en que nos hemos metido siempre hay algún rayo de luz. Por ahí hay que
tirar con fortaleza y paciencia pues se nos anuncia la salida hacia una nueva
panorámica de realización personal.
Sean cuales sean nuestros resultados
en los estudios o en el trabajo, es importante valorar el esfuerzo que hemos
puesto y ver lo que ha salido bien. A su vez, no nos hemos de ocultar lo que
pudimos hacer mejor y lo que nos salió mal. Lo importante es ofrecer una
respuesta positiva a lo que nos suceda. Por esto hay que saber ponerse metas
realistas, que nos ilusionen y nos animen, como ya vimos. También cuando sean
muchos los años de trabajo que uno tenga a sus espaldas, es bueno renovar las
ilusiones y no dejarse llevar por una inercia gris y poco creativa.
Victor García Hoz, el primer Doctor
en Pedagogía español, relacionaba en una conferencia la tarea de la enseñanza
con la actitud de un chaval que llegaba a su casa algo cansado del colegio. Al
saludar a su madre decía: “hoy las cosas no me han salido bien, pero mañana lo
voy a hacer mejor”. Esta anécdota tan sencilla contiene mucho significado. No
hay que contentarse con los errores, o con lo ya adquirido. Sin prisas ni
perfeccionismos, uno tiene que reinventarse cada día, luchar por ser mejor
estudiante o mejor trabajador. Esto supone esfuerzo, pero es el único modo de
vivir el estudio o el trabajo con un sentido humano que nos convenza a nosotros
mismos y que ayude a los demás.
Sentido del
trabajo
Es muy probable que lo fundamental del trabajo recaiga
sobre todo en la propia disposición interior. Recuerdo la afirmación mañanera
de un amigo profesor: ”un nuevo día,
sale el sol y estoy rodeado de gente a la que puedo ayudar”. Es un tipo sabio:
en otra ocasión le hablé acerca de la importancia de “gestionar la complejidad”
en el trabajo; él me respondió que era más importante “gestionar la sencillez”.
Es decir: daba prioridad tener claro lo que uno tiene que hacer y a obrar en
consecuencia.
Nuestro mundo occidental trabaja y consume rápidamente
pero, con todo respeto a los ritmos de competitividad, me parece que tal ritmo
está algo desenfocado. El afán por el enriquecimiento, que se transforma en
ansiedad y en angostura de espíritu, es la consecuencia de tomar al trabajo como
un fin cuando no es más que un medio. La aceleración, la falta de autoposesión,
difumina hacia delante la propia persona que queda sin peso, sin contornos, sin
los límites que la hacen irrepetible.
Cuando alguien se decide a serenarse, a
aceptar su vida y la realidad más cercana que le rodea, empieza a ser un punto
fijo; uno de esos escasos lugares desde los que se puede mover el mundo. Esto
requiere sencillez de espíritu: una sencillez que no es sencilla de adquirir.
Trabajar viviendo una gran variedad de
situaciones amargas y dulces de la existencia es donde está el verdadero, real
y fantástico reto que se nos ofrece cada día. Si a esta tarea le añadimos el
hacerla desde una disposición de servicio a los demás, encontramos la recia escuela de la plenitud del sentido
humano del trabajo.
Todas estas ideas, cuando se procuran
poner por obra, no son irrelevantes para los más jóvenes. Por el contrario: son
lo que más les atrae, dándoles seguridad para ir haciendo su futuro.
[1] Cfr.
Los siete hábitos de la gente altamente efectiva. Covey, S. Paidos, 1997.
[2] Cfr. https://www.saluddelapersona.com
[4] Cfr.
Cómo aprende el cerebro. Blakemore, S. y Frith, U. Ariel, 2012.
[5] La
mielina es una sustancia que recubre el sistema nervioso.
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