Información sobre la fe cristiana y la dignidad humana en relación con el mundo actual
Tuesday, December 19, 2017
Mar afuera: Video muy animante
Recomiendo especialmente a partir desde el minuto 16,47: Enlace
Sunday, December 10, 2017
Wednesday, December 06, 2017
Reflexiones de un directivo a las puertas de la otra Vida
Saturday, December 02, 2017
Navidad
Desde hace alrededor de 2000 años, millones y
millones de familias se han reunido de un modo especial un día del calendario
para festejar la Navidad, para celebrar un nacimiento. Normalmente las familias
celebran nacimientos, pero aquí también sucede al revés: un Nacimiento celebra
a las familias.
EL LATIR DE LA NAVIDAD
Estas entrañables reuniones suelen estar
llenas de encanto y de alegría, aunque dentro de algunos haya oscuridades y
tristezas. La primera Navidad no tuvo luz eléctrica, ni muchos jolgorios, pero
sus primeros protagonistas fueron Luz y Alegría para la milenaria historia de
los hombres que han comprendido -en mayor o menor grado- qué ha sido y qué es
la Navidad.
Es sorprendente la capacidad que los
seres humanos tenemos para convivir con cosas asombrosas sin prestarles
demasiada atención. La Navidad supone la convicción histórica y real de que
Dios se ha hecho uno de nosotros. Esto es algo en lo que han creído y creen
millones de personas. No se trata de opiniones subjetivas o de cuestiones “poco
realistas”: la veracidad histórica de los Evangelios supera con mucho la de
otros textos de su época; pueden encontrarse interesantes y documentados
artículos al respecto. Sin embargo, la aceptación del grandioso hecho de la
Encarnación del Hijo de Dios, y de lo que ello implica, es algo que requiere
fe, un don divino.
San Agustín dice que “para el que quiera
creer tengo todas las razones, para el que no quiera creer no tengo ninguna”. A
Dios se llega por la humildad; luego vienen los resultados: la confianza, la
alegría y la paz interior, en medio de los embates de la vida.
Evangelio
significa “Buena Noticia”... Dios nos considera hijos suyos en Jesucristo. Esto
conlleva interesantes resultados; ya me case y sea feliz o ya me dé una espantosa
enfermedad, soy un ser íntimamente querido por Dios. Ya esté a gusto en una
fiesta familiar o delante de la tumba de mi madre, tengo una respuesta para
ambas situaciones. Triunfe profesionalmente en mi vida, o acabe en la cárcel,
siempre habrá para mí una Estrella, la de Belén.
La Navidad significa que los que el
mundo llama estrellados tienen también estrella mientras que los que son
considerados estrellas, han de andarse con mucho ojo para no estrellarse.
Puede
revivirse cada año, cada día, un sentido más vivo de la Navidad; El mundo
occidental parece olvidarla, pero la Navidad renace en el corazón de los
hombres que la acogen con la sencillez y el asombro de aquellos pastores
venturosos. La Navidad y el sentido profundamente humano de su mensaje, es un
hecho destinado a iluminar las sociedades actuales, como lo ha hecho desde su
origen y lo seguirá haciendo en el futuro.
Existen también hoy, como hace dos
milenios, magnates poderosos que quieren
arrinconar, ocultar la huella de este acontecimiento excepcional para el mundo.
Temen que la influencia de una familia sencilla y comprometedora destruya sus
imperios. Hablan de tolerancia, de no caer en viejos confesionalismos, de
“respetar” la multiculturalidad. Si miraran sin prejuicios la escena de Belén, verían
que aquel acontecimiento glorioso es un imán de unión para los hombres. Si
supieran contemplar a Jesús de Nazaret
Niño, comprenderían que tan asombroso personaje no tiene nada que ver con una
imposición, sino con una fantástica propuesta de luz y libertad que no puede
ser escondida.
EL PROTAGONISTA DE LA
HISTORIA
El
protagonista principal de la Navidad es un niño, un bebé. No es una mujer en
soledad, ni un padre, ni una estrella, ni un mito; sino un niño de carne y
hueso, nacido en una familia pobre y en una situación de apuro. Chesterton
hablaba de la Navidad como la fiesta de
las familias que reviven en sus casas el acontecimiento del que no tuvo una
para nacer. El hogar que Dios eligió para mirar por primera vez al mundo con
ojos humanos fue un establo, una gruta. Lo que importaba era la familia: ésta
es el hogar.
El hogar es el corazón del hombre, de
todo hombre, no sólo de los cristianos. El hogar se constituye cuando los
hombres acogen en él a Dios y, como consecuencia, a sí mismos. La crisis de la
fidelidad matrimonial no es otra que la desacralización de la familia y, por
tanto, su deshumanización.
Acoger a Dios, y a los demás por Dios,
es algo profundamente humano: es la condición necesaria para la fraternidad
entre los hombres. Extirpar lo divino del horizonte humano no es ser laico, es
ser ateo; y no se puede exigir en nombre de la democracia que el orden civil
otorgue oficial sepultura ciudadana a Dios, del mismo modo que no puede
imponerse a los ciudadanos ninguna religión -incluida la cristiana- ni ninguna
ideología que ponga en jaque el concepto de mujer, de hombre y de familia, como
hoy ocurre a nivel mundial con una fuerza digna de mejor causa.
El
cristianismo es la civilización del niño, del más indefenso, del que es amor
encarnado, hecho persona. La indefensión e inocencia del bebé contrasta con la
potencialidad de su genética y de su espíritu. Un niño es una aventura, una
historia abierta al hoy y al mañana, una biografía. Por este motivo un niño es
una alegría, aunque no sea una comodidad. El símbolo del cristiano es un
crucifijo, pero también lo es una madre con el niño en sus brazos. La vitalidad
cristiana acoge tanto la vida como la muerte: sabe que nace para morir y que
muere para vivir. Por esto, el cristianismo es esperanza y alegría. La historia
de la cruz se ha convertido en la historia de la familia. Sin cruz no hay
familia; por esto hay quienes quieren eliminar la familia.
Un hijo es un gran motivo para vivir, es
la mitad del propio corazón. Traer un hijo al mundo es una dicha para sus
padres. Un hijo es el amor hecho vida. La vida puede entonces convertirse en
amor, que es la única manera de que merezca la pena ser vivida. Lógicamente, la
maternidad y la paternidad físicas no excluyen otros modos de vivir digna y
humanamente, pero siempre deben tener relación con una entrega sincera al
servicio de nuestros semejantes.
No se puede
forzar a nadie a creer en Dios, pero tampoco se le puede arrancar de cuajo de
nuestro mundo: esto es inhumano porque supone destruir el último baluarte de la
esperanza. Se acepta con sentido la vida cuando se es capaz de aceptar en ella
una providencialidad, que no niega su libertad, sino que la afirma. La libertad
sin providencia desemboca en una absurda lotería de placeres y sufrimientos.
Jesús
de Nazaret aceptó plenamente la integridad de su Vida y esto no le fue cómodo
en absoluto, pero lo hizo porque era el Hijo muy amado.
MENSAJE SOCIAL DE
NAVIDAD
La
cuna del cristianismo se basa en paradojas asombrosas: una Madre que es Virgen.
Un bebé que es Dios. Un padrazo que no es padre según la carne. Estos misterios
de fe encajan bien en la realidad porque la vida es una paradoja y quien no se
da cuenta de esto no sabe dónde está.
En el plano humano la virginidad está
muy relacionada con la maternidad y la paternidad: a más virginidad, más
familias sólidas y con hijos -aunque hay excepciones-. Cuanto mayor es el
respeto al bebé, antes y después de nacer, más se entiende a Dios. Un mundo que
protege y ayuda a los niños en el seno de su madre, es un mundo que se sabe
creado, que entiende que existe un orden moral superior a nuestras conciencias.
El cristianismo supone la civilización
de la prioritaria defensa de los más pobres y necesitados. Belén, desde su
mágica sobriedad, es un canto a la dignidad y al valor inmenso de toda vida
humana. La imagen y semejanza de Dios en toda persona, sea cual sea su salud o
su posición, supone la raíz más profunda de la dignidad humana y el motivo más
fuerte para la solidaridad.
Un Dios que se presenta al mundo de esta
manera es un himno a la libertad, a la confianza en cada ser humano y en su
capacidad de elegir lo mejor. En la historia se han dado formas de
intolerancia, en ocasiones graves, entre los cristianos -como ha ocurrido entre
los no cristianos- porque somos hombres con defectos. Pero la vida del Niño de
Belén supone un cambio de mentalidad en lo personal y en lo social. Jesús pagó
sus tributos, trabajó con afán de servicio y alegría, dio al César lo que era
del César y a Dios lo que era de Dios. Desenmascaró las mentiras de los
hipócritas, perdonó a las adúlteras y predicó con su Palabra y con su Sangre un
Mandamiento nuevo que lo sigue siendo hoy.
Llega una vez más la Navidad y vemos que
sigue habiendo pobres. Las necesidades vitales de muchas personas, quizá las
nuestras, tejen un sayal gris poco tupido para los fríos y las nevadas del año
nuevo.
Habrá que salir a la calle, caminar,
visitar al familiar anciano, ser solidario con los que atraviesan situaciones
económicas difíciles o, tal vez, pedir ayuda si estamos sin blanca. Hacer buena
economía, reflexionar, perdonar...Volver a descubrir el rostro de los demás en
un revigorizante y comprometido entrecruzarse de miradas con ángel, porque es
Navidad. Redimensionar la vida con novedad, con Buena Noticia. En un eterno
presente, Dios engendra a su Hijo...
Todos los días son Navidad:¡Qué
paradoja! La pobreza nos hace mirar a lo alto. Nieva, la Misericordia del Señor
llena la tierra. En la noche cerrada hay una estrella; es para todos y es para
siempre. Está señalando a una familia pobre. Vamos a verla una vez más. Esta
vez vemos los ojos abiertos del niño que “hace nuevas todas las cosas” y mira
absorto al cielo, a sus padres, a una mula y a nosotros.
Feliz Navidad.
José Ignacio
Moreno Iturralde
Sunday, November 12, 2017
Privar del derecho a la vida es desunir
El comité de Derechos humanos de
la ONU, ha excluido recientemente del derecho a la vida a los niños no nacidos (cfr
Friday Fax 3 noviembre 2017), pese a múltiples manifestaciones en contra de
muchos representantes de los representantes de esa asamblea.
Naciones Unidas proclama una
seria desunión: la de la madre respecto a su hijo que viene de camino. Muchas
son las razones que mueven a la lógica del aborto: casos de gravedad del
embarazo, control de la natalidad, pobreza, o en muchas ocasiones: el simple
embarazo no deseado. Sin embargo, esta lógica choca con el más profundo
humanismo. Cuando se entiende el mundo desde la lógica de la creación, la
gratitud, la solidaridad y el cuidado se convierten en valores vertebradores de
un mundo lleno de seguridad. Las tradiciones morales más humanitarias siempre
han hablado de que cada persona representa a las demás, y de que lo que hacemos
con un ser humano concreto lo estamos haciendo en cierta medida con todos. Se
trata de algo profundamente grabado en el corazón humano. La oportunidad más
asequible y entrañable para vivir esta humanidad es la que ofrece las
relaciones de maternidad, paternidad y filiación.
Muchos pueden ser los
inconvenientes para traer un hijo al mundo. La solución más humana es
resolverlos con medidas eficaces –que incluyen transformaciones económicas de
justicia-; no en suprimir legalmente la vida de los seres humanos más
necesitados. Privar de la oportunidad de vivir la vida es algo muy serio e
inhumano: es desunir la vida de padres e hijos no nacidos con cobertura legal.
Los casos extremos no pueden
configurar leyes generales ni, mucho menos establecer derechos fundamentales.
Esto supone intentan proteger las necesidades de unos pocos, dejando sin
protección jurídica a millones de seres humanos que son, ni más ni menos, que buena
parte del futuro de la humanidad. Además, anular el derecho a la vida de los no
nacidos es golpear seriamente la identidad de la maternidad y, por lo mismo, es
un ataque velado a la propia mujer, que merece todo respeto y protección.
José Ignacio Moreno Iturralde
Sunday, November 05, 2017
Cultura de la vida con la propia vida
Desde hace décadas, vivimos en
una sociedad donde el aborto voluntario es una práctica arraigada. Se trata de
una dolorosa realidad, que cuenta con un marco legal y el respaldo de parte de
la opinión pública. Sin embargo, los que defendemos decididamente la dignidad
de toda vida humana, también la del concebido y no nacido, hemos de fijarnos
más en la celebración diaria de la vida, que en la denuncia de la cultura del
“mejor no nazcas porque me viene mal”; cosa que también conviene hacer.
La afirmación de la vida nace del
amor a ella, con sus luces y sombras, con sus alegrías y sus penas. Sonreirle a
la propia vida, también en los momentos duros y no deseados, es un modo eficaz
y animante de difundir el respeto por todo ser humano. Encontrar un sentido
profundo a la existencia, donde nace la alegría de vivir, es un gozoso desafío en
el que nos jugamos la felicidad propia y la de muchas otras personas.
Saturday, October 28, 2017
La innovación es un medio para la educación
Acerca de la educación y los diversos estilos pedagógicos quisiera ahora
exponer algunas ideas que considero provechosas, fruto de algunas lecturas y de
la experiencia personal como profesor.
Una noción de actualidad en Estados
Unidos es la de “capital intelectual “. Por ejemplo: si hablamos de la princesa
del Nilo, es útil saber qué es el Nilo. Esta es una de las ideas fundamentales
que E.D. Hirsch desarrolla en su libro "La escuela que necesitamos"[1]. Este autor destaca el
concepto de "capital intelectual" o cultura basada en los
conocimientos, como el factor clave de la educación. La capacidad de aprender
algo nuevo depende de incorporar lo nuevo a lo ya conocido.
Montserrat del Pozo, en su libro “Aprendizaje
Inteligente”[2]
nos muestra una teoría y una práctica educativas innovadoras, muy creativas,
llevadas a cabo con éxito en el colegio Montserrat de Barcelona, desde los años
90 del pasado siglo. La teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner
ha movido a esta autora y a sus compañeros de trabajo a abrir la enseñanza
hacia nuevas perspectivas. No es suficiente con que el profesor tenga
unos contenidos que trasmite a los alumnos. Los estudiantes han de hacerlos
suyos, a través de una actitud activa en la que se ponga en juego su libertad.
Las actividades y los trabajos cooperativos en grupos son esenciales en esta
enseñanza, en la que se pretende que el alumno sea el principal protagonista de
su propio aprendizaje. El profesor cambia de rol y pasa a ser un guía, un
orientador del proceso educador del alumno.
Al terminar de leer esta última obra,
repleta de prácticas docentes llevadas a cabo y evaluadas, uno siente
admiración y una sana envidia al ver una enseñanza tan audaz y exitosa. Mucha
de la metodología pedagógica y de las actividades propuestas son muy positivas.
Sin embargo, como docente en ejercicio y con experiencia, quisiera expresar
modestamente algunas consideraciones en las que disiento, en algunos aspectos,
de este fantástico modelo educativo. En primer lugar, pienso que el objeto
principal de la enseñanza es el mundo, la realidad, no el alumno. El hombre
sólo se conoce a sí mismo, y parcialmente, si antes conoce la realidad: desde
una galaxia a una planta. Ser un apasionado de la geografía, de las matemáticas
o de la electricidad, por poner algunos ejemplos, hace una vida más intensa y
más satisfactoria. No comparto, por tanto, la idea de que el centro de la
enseñanza sea el propio alumno y sus ritmos de aprendizaje. Lógicamente hay que
tener en cuenta el modo de ser de todos y cada uno de sus alumnos, sus puntos
fuertes y sus carencias, a la hora de ayudarles a aprender.
Por último, quisiera mostrar un claro
desacuerdo respecto a la función del profesor. El docente, si es ejemplar,
sintetiza personalmente una serie de conocimientos. Los conocimientos
explicados por una persona con experiencia son sumamente valiosos para niños,
adolescentes, jóvenes e incluso adultos. La denostada clase magistral merece
serlo cuando realmente no es magistral. Educación significa efectivamente guiar
y sacar lo mejor de lo que los alumnos llevan dentro de sí mismos. Esto ya lo
descubrió Sócrates, llevándolo a la práctica con inigualable maestría. Pero
educar significa también ir por delante, allanar el camino, explicar con
sencillez al alumno lo que al maestro le ha llevado años de reflexión.
El aprendizaje con métodos es otra
corriente innovadora en el panorama pedagógico actual. Aprender un arte marcial
es muy útil a la hora de la defensa personal; algo parecido ocurre, según Robert
J. Swartz[3],
cuando aprendemos a pensar a través de hábitos y estrategias inteligentes.
Algunos ejemplos pueden ser: analizar las partes en el contexto del todo,
escuchar atentamente las opiniones de otros, buscar la documentación más
adecuada y justificar por qué nos lo parece, ofrecer diversas respuestas e ir
analizando los pros y contras de cada una, etc. Para este autor la enseñanza
que se basa en este tipo de aprendizaje genera hábitos mentales muy útiles que
además ayudan a entender mejor los contenidos propios de cada asignatura. Este
tipo de enseñanza puede llevarla a cabo cada profesor en su aula y cada
claustro de profesores dentro de una comunidad escolar. Pensar, innovar, buscar
la creatividad, seleccionando adecuados procesos mentales, es para esta
pedagogía una forma de potenciar enormemente el conocimiento de escolares y
docentes.
El asombro como fuente de conocimiento ha sido
estudiado en el libro “Educar en el asombro”[4],
de Catherine L’Ecuyer. La autora pone un ejemplo para hacerse entender: dice
que a un maniquí podemos moverlo en diversas direcciones, incluso
frenéticamente, pero nunca tendrá movimiento propio. Algo análogo puede suceder
con la educación. El asombro es el que nos mueve a conocer y aprender la
realidad con empuje propio: esta es la idea central de este libro. El niño
aprende, sobre todo, rodeado por el cariño de su madre, su padre, o su
cuidador. El ambiente cordial, del que surge la confianza y la seguridad, son
factores imprescindibles para cultivar el asombro, el interés por la realidad.
La innovación educativa es interesante, pero lo es más la propia educación. Las bases sólidas y de sentido común de la educación necesitan ser rejuvenecidas, pero no anuladas por metodologías asfixiantes.
La innovación educativa es interesante, pero lo es más la propia educación. Las bases sólidas y de sentido común de la educación necesitan ser rejuvenecidas, pero no anuladas por metodologías asfixiantes.
Saturday, October 21, 2017
Hacer de los estudios algo apasionante
La importancia de estudiar
Saber vivir es algo más importante
que saber mucha economía o matemáticas. Llevar una vida buena es la asignatura
de la sabiduría. Hay personas de pocos estudios que tienen una grandísima
categoría personal. El estudio académico es, sin lugar a dudas, un medio y no
un fin. Sin embargo, mucha gente encantadora y con poca formación académica se
verá más segura y feliz en la medida en que los estudiosos punteros lo hagan
con calidad científica y honradez intelectual, abriendo caminos de estabilidad
cultural, laboral y social. No todos podemos ser Fleming, pero gracias a este
señor se han salvado millones de vidas. No está al alcance de la mayoría ser un
pensador como Tomás de Aquino, pero en la guía intelectual y moral que escribió
se han sentido seguros y protegidos labriegos y cortesanos, reyes y amas de
casa.
Bajando al terreno práctico, podemos
preguntarnos ¿Cómo estudiar con más provecho?... Voy a empezar a decir ahora
cosas que, en mi opinión, no son estudiar: leer, pasar a limpio los apuntes,
buscar información en internet. Todo esto puede ayudar al estudio, pero no lo
sustituye porque el estudio requiere también comprensión y memoria. Lógicamente
no será igual el estudio de un chico de doce años que el de uno de dieciséis,
pero estudiar no se reduce a hacer tareas. Es importante hacer trabajos, ver
películas educativas, debatir temas y hacer prácticas. Pero hay dos cosas que
no pueden eliminarse en la educación escolar: un profesor que explica lo que
sabe y un alumno que estudia lo que le han enseñado. Estudiar es un ejercicio
personal y esforzado de reflexión y comprensión de los contenidos previamente
entendidos. Es aquí donde se templa el espíritu del estudiante, adquiriendo
hábitos y madurez. Además, contra lo que muchos piensan, el estudio puede ser
algo tremendamente atractivo. Cuando se domina una asignatura se puede
disfrutar con ella.
Con el teléfono móvil podemos
resolver automáticamente una duda acudiendo a google. No es menos cierto que es
muy difícil estudiar si uno recibe decenas o centenares de wasaps, como le
sucede a muchos estudiantes, a lo largo de una tarde. Parece de sentido común
limitar el uso de dispositivos móviles a los jóvenes, a algunas franjas
horarias. Les ayudará mucho a conseguirlo si sus padres les predican con el
ejemplo.
Previsión
Ponerse metas en el tiempo respecto
a días, semanas, meses e incluso unos pocos años, es positivo si se hace con
realismo y sentido común. Tales propósitos pueden variar en función de muchas
variables que nos ofrece la vida, pero es muy distinto tener un norte claro
cada día o no tenerlo. Quien va cumpliendo sus expectativas, tiene también una
vida mucho más atractiva que el que simplemente va tirando por fuerza de la
necesidad cotidiana.
Los
horarios han de ser flexibles, pero es importante tenerlos dándonos cuenta del
gran tesoro que supone el propio tiempo. También es importante considerar una
idea de Stephen Covey[1]:
“es más importante moverse por principios que por actividades”. Está claro que
si un familiar tiene una necesidad seria, se deja de lado la tarea profesional
para atenderle. Por esto no está de más examinar cuál es nuestra jerarquía de
valores, y ver si realmente somos consecuentes con ella. No sería muy lógico,
por ejemplo, querer hacer una buena marca de maratón y entrenar solo una hora a
la semana.
Dejarse ayudar
Pero no todo son medidas de
iniciativa propia; en ocasiones hay que dejarle a otros que valoren lo que
hacemos. A veces vemos conductas de personas que nos resultan desagradables.
Puede que los que las hacen no se den ni cuenta de que su comportamiento es
inadecuado. Pues bien, lo que les sucede a otros puede ocurrirnos a nosotros
también, en algún aspecto de nuestra vida. Hay que estar atento a las correcciones
que los demás puedan hacernos de un modo sensato. Reaccionar con una rabieta
interior, negando que tengamos algo que mejorar, es una postura bastante
inmadura y poco productiva.
Incluso
si no se nos corrigiera con frecuencia, es positivo preguntar a quien tenga
esta función, o a quien nos merezca confianza, acerca de qué tal estamos
desempeñando nuestra labor. Conocer modos concretos de mejorar es importante
para hacerlo, y los que conviven con nosotros son observadores privilegiados
para decírnoslo.
Por otra parte, nos suele afectar
más la pereza que el exceso de trabajo; pero no es imposible que este último
sea un obstáculo para vivir con más acierto. Somos seres con limitaciones
físicas y psicológicas. Necesitamos dormir las horas adecuadas y tener tiempo
para la familia y los amigos. De lo contrario puede suceder lo que dice un
sabio proverbio: “la avaricia rompe el saco”. Se quieren hacer tantas cosas que
uno puede desfondarse o, incluso, enfermar. En la sociedad actual no es
infrecuente que uno se someta a horarios de trabajo extenuantes que, si no se
dosifican, pueden minar la salud y el ánimo de la persona.
Orientación psicopedagógica y medicina
La labor
de los orientadores escolares es importante para la tarea de la educación. Se
trata de una valiosa ayuda para los educadores, no solo para alumnos con
problemas de aprendizaje, sino para todos. Cuando conocemos mejor las aptitudes
de nuestros alumnos la eficacia educativa es mucho más fructífera. Unos buenos
test psicopedagógicos pueden ser un buen instrumento para acertar en cómo
educar mejor a los alumnos.
Problemas
frecuentes en algunos alumnos como los déficits de atención, hiperactividad,
dislexia, y otros propios de la edad infantil y adolescente, no deben tomarse a
la ligera. Médicos especialistas pueden ayudar y, mucho, a mejorar estos
inconvenientes. Una nueva corriente de medicina psicosomática, la medicina de
la persona[2], está dando buenos
resultados en trastornos infantiles y juveniles, entre otros logros.
Saber detectar los puntos fuertes de cada uno
En una
orquesta musical, cada miembro hace su aportación personal para componer una
buena sinfonía. El director de orquesta sabe estar atento a la actuación de
cada uno de los músicos. Qué grande es la empresa en la que esto se consiga.
Qué maravilloso sería el centro escolar en el que se llevara a cabo este
propósito. Todos lo intentan, de un modo u otro, pero qué lejos nos quedamos
frecuentemente de sacar lo mejor de todos y cada uno de los alumnos. A veces
tienen aspectos interesantísimos de su personalidad, que desconocemos por
completo.
Para
intentarlo una vez más sugiero algunas ideas: Que cada profesor piense de vez
en cuando en sus alumnos –aunque sea brevemente, uno por uno-. Que se realicen
las conversaciones entre profesores del instituto o del colegio y las familias
de los chicos y de las chicas, para conocerlos mejor. Que los profesores
conozcan y tengan en cuenta las orientaciones de los gabinetes psicopedagógicos
de los centros escolares. Todo esto puede llevar bastante tiempo extra no
remunerado; es preciso asumirlo libremente si se quiere llevar a la práctica
una enseñanza puntera en calidad.
Con el sentido común y libertad que
dicte a cada uno cuál ha de ser su dedicación profesional, me parece en la
tarea educativa hay que tener un margen para excederse. La recompensa está en
saberse un buen profesional y en el reconocimiento de los jóvenes y de sus
familias: es un pago mejor y de más largo alcance de lo que parece a primera
vista.
Gestionar con inteligencia los éxitos y los fracasos
El libro de Bernabé
Tierno titulado "La psicología de los jóvenes y adolescentes"[3]
ofrece un capítulo titulado "Cómo lograr éxito en la vida", donde se
nos ofrecen reflexiones muy realistas; por ejemplo esta: "hay que contar
con los fracasos y el miedo paralizante que los caracteriza -a los jóvenes-. Lo
correcto es aprender de la experiencia de cada fracaso para acercarnos antes al
éxito y mantener siempre una firme actitud de confianza y esperanza". Una
buena parte de la educación está en ofrecer seguridad y esperanza al desarrollo
personal de los alumnos.
En etapas adolescentes
es común que los jóvenes no se entiendan bien a sí mismos. Blakemore y Frith
explican en una investigación[4] que en
la adolescencia los jóvenes experimentan un proceso de mielinización[5] de su
sistema nervioso que influye en sus características incertidumbres. Es el paso
de la infancia a la juventud: la búsqueda de su propia identidad, que
frecuentemente les lleva a chocar con el orden familiar y escolar establecido. En
ocasiones, el adolescente no sabe bien porqué ha actuado de una forma concreta.
Hay que contar con esta llamada edad del pavo, para ofrecerles comprensión,
exigencia y ánimo. Pienso que un mensaje importante para ellos es este: el
hecho de que ahora no te sientas con fuerza para hacer algo que piensas que
deberías hacer, es compatible con que dentro de un tiempo sí que tengas fuerzas
para hacerlo.
Retomando la cuestión del éxito cualquier
persona que triunfa y no se da aires de importancia, nos resulta mucho más
atractiva que un creído. Obtener un éxito merecido y reconocerlo con modestia
es algo estupendo; pero hacer un eco excesivo del logro acaba agotando a los
demás. Considerar la suerte que uno ha tenido y la inmensa cantidad de ayuda
que se le ha dado antes de conseguir una buena oposición, o un gran negocio, es
una actitud sensata y atractiva.
Por otra parte, no venirse abajo
ante un fracaso es algo muy importante. Es muy positivo el consejo que invita a
considerar que nunca se fracasa, sino que siempre se adquiere experiencia. Esto
no significa una actitud frívola e inmadura: hay que tomar nota de los errores
cometidos, que pueden ser graves. Lo importante es saber sacar partido de esas
meteduras de pata. Recuerdo que al finalizar una excursión de monte con unos
amigos todos estábamos bastante cansados. Llegamos a un sitio donde había
varios pinos. Uno de ellos, a un metro de altura, torcía su tronco y se ponía
paralelo al suelo para luego volver a subir hacia arriba. Era un pino deforme,
pero era en el único en que te podías sentar: el más útil de todos. Es muy
bueno sacar enseñanzas de los errores o contratiempos. Esto no pretende
ensalzarlos, pero sí sacarles el máximo provecho. Por muy negra que nos parezca
la cueva en que nos hemos metido siempre hay algún rayo de luz. Por ahí hay que
tirar con fortaleza y paciencia pues se nos anuncia la salida hacia una nueva
panorámica de realización personal.
Sean cuales sean nuestros resultados
en los estudios o en el trabajo, es importante valorar el esfuerzo que hemos
puesto y ver lo que ha salido bien. A su vez, no nos hemos de ocultar lo que
pudimos hacer mejor y lo que nos salió mal. Lo importante es ofrecer una
respuesta positiva a lo que nos suceda. Por esto hay que saber ponerse metas
realistas, que nos ilusionen y nos animen, como ya vimos. También cuando sean
muchos los años de trabajo que uno tenga a sus espaldas, es bueno renovar las
ilusiones y no dejarse llevar por una inercia gris y poco creativa.
Victor García Hoz, el primer Doctor
en Pedagogía español, relacionaba en una conferencia la tarea de la enseñanza
con la actitud de un chaval que llegaba a su casa algo cansado del colegio. Al
saludar a su madre decía: “hoy las cosas no me han salido bien, pero mañana lo
voy a hacer mejor”. Esta anécdota tan sencilla contiene mucho significado. No
hay que contentarse con los errores, o con lo ya adquirido. Sin prisas ni
perfeccionismos, uno tiene que reinventarse cada día, luchar por ser mejor
estudiante o mejor trabajador. Esto supone esfuerzo, pero es el único modo de
vivir el estudio o el trabajo con un sentido humano que nos convenza a nosotros
mismos y que ayude a los demás.
Sentido del
trabajo
Es muy probable que lo fundamental del trabajo recaiga
sobre todo en la propia disposición interior. Recuerdo la afirmación mañanera
de un amigo profesor: ”un nuevo día,
sale el sol y estoy rodeado de gente a la que puedo ayudar”. Es un tipo sabio:
en otra ocasión le hablé acerca de la importancia de “gestionar la complejidad”
en el trabajo; él me respondió que era más importante “gestionar la sencillez”.
Es decir: daba prioridad tener claro lo que uno tiene que hacer y a obrar en
consecuencia.
Nuestro mundo occidental trabaja y consume rápidamente
pero, con todo respeto a los ritmos de competitividad, me parece que tal ritmo
está algo desenfocado. El afán por el enriquecimiento, que se transforma en
ansiedad y en angostura de espíritu, es la consecuencia de tomar al trabajo como
un fin cuando no es más que un medio. La aceleración, la falta de autoposesión,
difumina hacia delante la propia persona que queda sin peso, sin contornos, sin
los límites que la hacen irrepetible.
Cuando alguien se decide a serenarse, a
aceptar su vida y la realidad más cercana que le rodea, empieza a ser un punto
fijo; uno de esos escasos lugares desde los que se puede mover el mundo. Esto
requiere sencillez de espíritu: una sencillez que no es sencilla de adquirir.
Trabajar viviendo una gran variedad de
situaciones amargas y dulces de la existencia es donde está el verdadero, real
y fantástico reto que se nos ofrece cada día. Si a esta tarea le añadimos el
hacerla desde una disposición de servicio a los demás, encontramos la recia escuela de la plenitud del sentido
humano del trabajo.
Todas estas ideas, cuando se procuran
poner por obra, no son irrelevantes para los más jóvenes. Por el contrario: son
lo que más les atrae, dándoles seguridad para ir haciendo su futuro.
[1] Cfr.
Los siete hábitos de la gente altamente efectiva. Covey, S. Paidos, 1997.
[2] Cfr. https://www.saluddelapersona.com
[4] Cfr.
Cómo aprende el cerebro. Blakemore, S. y Frith, U. Ariel, 2012.
[5] La
mielina es una sustancia que recubre el sistema nervioso.
Educar con acierto
Una práctica adecuada de la vida académica y
profesional es clave para el desarrollo satisfactorio de nuestra vida. Vamos a
exponer algunas ideas que pueden ayudar a los jóvenes que educamos, y a nosotros
mismos.
Un entorno emocionalmente agradable
Un curso trabajé en un conocido
instituto madrileño, en el que enseñaban unos cuántos veteranos profesores.
Recuerdo la primera vez que acudí a una reunión del claustro. Había muchas personas y el
espectáculo era intensamente tedioso. Con una profesora tuve una conversación
demencial sobre la diferencia entre los hombres y los animales: yo le hacía ver
que el ser humano es el único animal capaz de suicidarse, mientras que ella
sostenía que también hacen lo mismo los alacranes. Se estaban dando lectura a
unas aburridísimas actas de cierta reunión anterior sobre cuestiones
burocráticas que a mí, y sospecho que a muchos más, nos importaban un comino.
Tras un buen rato, mi única esperanza era salir de allí cuanto antes. La
lectora continuaba hablando con su monocorde tono gris. En un momento
determinado citó a una tal señorita Paloma. En ese preciso instante un
profesor, con mucha solera, se levantó de la silla y exclamó en voz alta: ”¡Quiero
que conste en acta que yo amo a la señorita Paloma; la amo!” La carcajada
general inundó la sala como un río de humanidad. La estancia se transformó,
mágicamente, y nuestros rostros se iluminaron. Aquel viejo profesor, padre de
familia ejemplar y tremendamente guasón, nos había puesto en disposición de
compartir fraternalmente unas multitudinarias cervezas; lástima que no
llegaran.
Sea cual sea su edad, una persona
actúa mucho mejor cuando se mueve en un marco humano de confianza; cuando se
siente a gusto y se sabe valorada y querida. El marco privilegiado para esto es
la propia familia. Aunque el colegio o el lugar del trabajo no es la familia;
todas las personas rendimos mucho más cuando se nos trata con educación,
comprensión, estima y buen humor. Esforzarse por tratar a las personas como
tales en el ámbito laboral o académico hace más fácil que su respuesta ante el
trabajo sea más libre y productiva.
Procurar hacer las cosas bien, paso a paso
Encontrarse a gusto en un lugar,
como vimos antes, ayuda a hacer las cosas bien. Y hacer las cosas bien ayuda a
estar más a gusto. Pero… ¿Cómo empezar a hacer las cosas bien?... “Despacito y
buena letra que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas”: estas
palabras del poeta Antonio Machado contienen una gran sabiduría. Frente a las
impaciencias y al deseo de obtener rápidos resultados, el ir trabajando con
calma y perfección es una actitud que tiene mucho más largo recorrido. Lo mismo
que las plantas para crecer, los seres humanos necesitamos tiempo para ir
moldeando un carácter profesional competente. A lo largo de nuestra tarea
profesional pueden existir altibajos, sorpresas y retos agradables y
desagradables. La calma y el buen trabajo siempre son mucho más rentables que
las precipitaciones y los decaimientos. No se trata de ser un perfeccionista,
pero sí de erradicar la chapuza; así como de evitar quemar etapas necesarias
para nuestra maduración profesional y personal. El que es constante y buen
trabajador suele obtener buenos frutos con el paso del tiempo. Quizás el más
importante de ellos sea conseguir una personalidad recia y equilibrada, capaz
de prestar buenos servicios a los demás.
La diligencia es una virtud muy
importante para el que tiene metas valiosas. Quien vence la pereza de modo
habitual y acomete lo que se ha propuesto diariamente, gana terreno día a día:
una distancia larga y valiosa con el
paso del tiempo.
Lo que, sin embargo, sería
contraproducente es un hiperactivismo que adelantara excesivamente las cosas y
no diera tiempo al tiempo. Nuestro mundo occidental actual es propenso a ir a
mucha velocidad no se sabe muy bien a donde. Como dice un refrán: no hay que
correr como pollo sin cabeza.
Capacidad de concentración
Trabajar con acierto requiere
concentración. Como profesor he observado que hay alumnos que tienen facilidad
para prestar atención y otros que no. Para los que tienen esta capacidad es
mucho más fácil estudiar la asignatura con aprovechamiento. Pueden influir
muchas circunstancias, pero lo cierto es que poner atención en la tarea que se
desempeña es fundamental para hacerla bien. Las distracciones y la desgana son
humanas, pero no ayudan a un trabajo bien hecho.
Hay jóvenes más activos, o más
inquietos, que soportan con más dificultad las clases teóricas. Cada uno tiene
que ir viendo para lo que está mejor dotado. En esta experiencia habrá una
porción de errores y otra de aciertos, que con empeño diario les irán
conduciendo hacia un escenario profesional más acorde con sus propias aptitudes.
La capacidad
de concentración se desarrolla también con el esfuerzo de escuchar a los demás
y entender lo que necesitan. También se facilita con la lectura de libros
adecuados a nuestra edad y aficiones. Por otra parte, la invasión de los
dispositivos digitales como el teléfono móvil, si no se sabe dominar, puede
acabar minando nuestra capacidad de pensar y de convivir con los demás. Otra cuestión: escuchar música
durante largos periodos de tiempo, con los cascos puestos, puede producir una
excesiva estimulación cerebral. El joven acostumbrado a esas dosis de música,
al llegar a clase por la mañana puede sentir un notorio bajón de ánimo al
palpar la vida real.
Los adultos tenemos
la impresión que salir a buscar ranas, trepar con cuidado a los árboles y hacer
excursiones por la montaña es mucho más saludable que pasarse un montón de
horas delante de los ordenadores y las consolas. Pero podemos pensar que el mundo
de los chicos de hoy es distinto y hay que acomodarse a los nuevos tiempos.
Meeker en su libro “Cien por cien chicos”[1]
reafirma nuestras intuiciones camperas con datos científicos, afirmando que
aquellas actividades "antiguas" eran mucho mejores, y que es
responsabilidad de los mayores que los chicos y las chicas no caigan presos en
las redes sociales y en internet. No se trata de anular estos avances
tecnológicos, pero sí de saber que tienen un gran potencial para el bien y para
el mal. A más técnica hace falta más ética. Los padres y los educadores no
pueden desentenderse del impacto de la tecnología en sus hijos. No se trata de
desconfiar, sino de tener sentido común: conocimiento de lo que es un joven y
del impacto que puede tener sobre él la red. Dejar a
chicos y chicas jóvenes acostarse con sus dispositivos móviles puede ser una
negligencia y una imprudencia. Suelen tener acceso de todo tipo de contenidos
vertidos en la red. En ocasiones se despiertan frecuentemente de madrugada para
atender mensajes de otros amigos, con el déficit de sueño que esto supone.
Cuando hablo con algunos padres sobre esta cuestión suelo recordarles lo obvio:
que quien les ha comprado el móvil o el ordenador a sus hijos son ellos.
Recuerdo el caso de un alumno bastante inteligente, que llegaba diariamente
agotado a clase por las mañanas, por los motivos que expuse antes. Al año
siguiente fue incapaz de sacar la nota precisa para la carrera que quería
hacer, cuando tenía inteligencia de sobra para hacerlo.
La serenidad, la reflexión, la
experiencia de un silencio creador donde uno ejercita el espíritu para
solucionar problemas o plantear proyectos, es una actividad imprescindible para
tener una vida rica en significado. Fernando Alberca[2] ha insistido en la
necesidad de fomentar en los jóvenes el empleo de la imaginación para ser
creativo. Una buena motivación, una disciplina animante de trabajo y un intento
de buscar soluciones creativas a los problemas, potencia el rendimiento de los
alumnos.
Sunday, October 15, 2017
Madurez
Todos
tenemos entre nuestros familiares o amigos a personas a las que admiramos
especialmente. Suele tratarse de hombres o mujeres generosos y alegres. Gente
con la que da gusto estar, porque viven de un modo animante y entrañable. No
son superhéroes, porque todos tenemos limitaciones y defectos. Estas personas
también los tienen. Pero saben querer bien a los demás y a sí mismos, son
bastante felices y hacen felices a los demás.
Este saber
vivir y llevarse bien con la vida, y consigo mismos, les hace ir, permítaseme
la expresión, como con “dos copas morales de más”. Tienen facilidad para
fijarse en los aspectos divertidos de la vida, incluso en un contratiempo. Si
se tratara de personas ñoñas o inmaduras no despertarían nuestra admiración.
Nos gusta estar con ellas precisamente porque no son unos ingenuos, tienen
experiencia y han sabido afrontar dolores y obstáculos, quizás muchos. Se trata
de personas que han conseguido dar un sentido positivo a la vida y lo
transmiten. Con frecuencia son realistas, pegados al terreno y con sentido
común. Todos podemos intentar, a nuestro modo, ser uno de ellos.
Churchill
afirmaba que la victoria es “ir de fracaso en fracaso sin desanimarse”. Con el
propio carácter quizás ocurra lo mismo. Una buena personalidad no se consigue
de la noche a la mañana; es consecuencia de una vida en la que se ha optado por
ayudar a los demás, con el propio ejemplo. En este empeño cometeremos múltiples
fallos. Pero de ellos se aprende y, en la ascensión de los años, uno puede ir
alcanzando cotas de panoramas abiertos y bonitos que enseñar a los demás.
El hombre es
un ser diseñado para ser amado y para amar. Puede decirse que la madurez está
en tener un amor sabio: un conocimiento suficiente y certero de la realidad y
una visión positiva de la gente, a pesar de sus pesares y de los nuestros. Todo
esto no tiene nada que ver con ser un ingenuo y dejarse engañar. Sí que tiene
relación con saber perdonar; dándonos cuenta también de nuestras propias
fragilidades, que también necesitan de perdón.
Muchas de
estas personas buenas tienen una fe que les ayuda a sobreponerse y a sonreír,
tirando hacia adelante, sabiendo que no solo actúan de cara a los demás sino
sobre todo ante Dios. La fe cristiana,
si se sabe llevar a la práctica, tiene una fuerza maravillosa para vivir
de un modo profundo e ilusionante.
El buen
humor tiene que ver con el buen amor. Una persona que va contenta por la vida
es más fácil que tenga la chispa y el gracejo que hacen el día a día más
agradable y humano. Es verdad que hay situaciones que no se prestan en absoluto
al buen humor. Pero no es menos verdad que hay tantas cosas buenas, empezando
por la propia existencia, que pueden celebrarse con algo de salero y simpatía.
El buen
humor tiene algo que ver con el reconocimiento de los límites de este mundo
que, a veces, son simpáticos. Lo más difícil y, lo más divertido, es reírse de
uno mismo. Realmente si supiéramos hacerlo lo pasaríamos estupendamente.
La madurez
es un proceso de formación de la propia personalidad, teniendo en cuenta a las personas que mejor
nos sirven de referencias positivas: las que de un modo práctico nos ayudan a
llevar una vida mejor, más humana. Cuando la gente joven ve a una de esas
personas, dice para sus adentros: “de mayor me gustaría ser así”.
La vida como paradoja
Mi experiencia con clases de
universitarios ha supuesto para mí un periodo docente muy valioso. Durante un
curso di clases de Antropología para alumnos que cursaban los Grados de Derecho
y Empresa. Planteé unas clases, donde procuré alternar la solidez de unos
apuntes con textos de actualidad y medios audiovisuales. Lo más significativo
del curso ocurrió al poco tiempo de empezar. Había dos hermanas gemelas
extremadamente delgadas. Una de ellas estaba muy ilusionada con la asignatura y
demostraba un sincero interés, cosa que lógicamente me alegró. A las pocas
semanas de curso observé que esta chica llevaba un tiempo sin venir. Al día
siguiente, la Directora de estudios entró en clase y nos dijo que esta alumna,
como consecuencia de una gastroenteritis unida a la anorexia que padecía,
acababa de fallecer. El mazazo para todos fue tremendo. Nos quedamos sin
palabras. Sólo logré decir a los alumnos que a veces no entendemos “los
renglones torcidos de Dios”. A las pocas horas se celebró un funeral por
aquella muchacha. Asistió todo el curso y alumnos de otros grupos. No se cabía
en la capilla y los estudiantes rodeaban de cerca al sacerdote que celebraba la
misa. Se respiraba un genuino ambiente de fraternidad cristiana.
Aquella
dura noticia unió mucho a ese curso. Todos estuvimos especialmente pendientes
de la hermana de la chica que falleció. Esta alumna, aquejada también por
motivos de salud, no se dio por vencida y tras serios esfuerzos llenos de
mérito consiguió sacar el año adelante con buenas calificaciones. Me alegró
verla al final del curso recuperada física y psicológicamente.
En aquel
año se abordaron respetuosamente todo tipo de interrogantes, relacionados con
múltiples cuestiones polémicas de actualidad. Aquél ambiente universitario me
resultó muy estimulante. Algunas de las características que observé fueron la
accesibilidad de los profesores para con los alumnos, los seminarios de
profundización en algunos temas, la posibilidad de estudiar parte de la carrera
en otros países y la seriedad y exigencia en las materias.
La
experiencia relatada me hace pensar que nuestro aprovechamiento académico no
puede echar raíces profundas, si existen aspectos de la vida que se nos hacen
incomprensibles. A continuación, vamos a ofrecer algunas reflexiones acerca de
cuestiones que parecen romper una visión grata y acogedora del mundo en que
vivimos. Se trata de temas profundos que una educación significativa ha de
abordar en algún momento.
¿La vida
tiene un nudo?
A veces hay
problemas que no alcanzamos a comprender. Por ejemplo: la devastación y el
horror que producen las guerras, el terrorismo
y el hambre en el mundo. Son cuestiones especialmente hirientes porque
se deben al mal uso de la libertad de los hombres.
Además,
suceden accidentes y catástrofes naturales que no tienen nada que ver con una
causa humana, y que producen también un intenso sufrimiento a las personas que
los padecen.
Quizás el
dolor tenga un sentido que no alcanzamos a ver a primera vista. Pongamos
algunos ejemplos: una persona que ha pasado por una enfermedad crónica es
posible que se vuelva más comprensiva y menos prepotente. Probablemente, con su
experiencia, pueda ayudar a otros enfermos que sufren la misma enfermedad. Un
contratiempo de cualquier género es un motivo para aprender a tener más
paciencia; una virtud muy importante para vivir. El sufrimiento fuerte de otras
personas, nos hace caer en la cuenta de que nuestros problemas son más pequeños
de lo que creíamos y que no merece la pena quejarse tanto de ellos. Un familiar
con alguna lesión, discapacidad, ancianidad o enfermedad, nos lleva a sacar lo
mejor de nosotros mismos para atenderle, haciéndonos así más generosos. El
hecho de que todos los días mueran personas, nos lleva a una clara verdad: en
esta vida estamos de paso. Vivir como si no fuéramos a morir nunca es una
equivocación.
Como es
lógico, nos gusta pasarlo bomba, disfrutar de la vida y que todo vaya bien;
pero no siempre es posible, probablemente ni siquiera nos sentaría bien.
También es cierto que el hecho de que veamos y experimentemos dolor sólo nos
mejorará si sabemos darle una lectura positiva, y si obramos en consecuencia.
Cualquier cosa que vale la pena conlleva algo de sufrimiento y de superación;
desde estudiar para un examen hasta sacar adelante a una familia.
El dolor puede ser motivo de desesperación o de esperanza, de apocamiento o
de madurez. "El dolor es el megáfono que utiliza Dios en un mundo de
sordos", decía C. S. Lewis. Los contratiempos y las adversidades pueden
ayudarnos a cambiar de ángulo de vista sobre la realidad. Sí nos quedara un año
de vida, y lo supiéramos, probablemente nuestra jerarquía de valores cambiaría
notoriamente: algunos de nuestros primeros objetivos podrían pasar a un lugar
muy secundario, mientras que otras metas que solemos dejar aparcadas, cobrarían
nuevo y vigoroso impulso.
Quizás la
vida sea algo así como una servilleta con un nudo y el dolor es la fuerza que
lo deshace. Es experiencia común que el dolor nos replantea nuestras prioridades
y, si lo sabemos aprovechar, nuestra nueva escala de valores suele dar
prioridad al bien de los demás, especialmente al de nuestros seres más
queridos. No siempre comprendemos el sentido del dolor, pero lo que sí podemos
darnos cuenta es de que su papel es importante en nuestra vida.
De todos modos el zarpazo del dolor es tan duro, en ocasiones, que la
tentación del sinsentido puede acechar con vehemencia. Más provechosa y más
humana es la actitud del sano abandono: "tal desgracia no ha dependido de
mí, y aunque no la entienda no tengo por qué saber el sentido de todo". Es
inmaduro negar el sentido de algo, simplemente porque uno no lo entienda. Dicen
que el poco mal espanta y el mucho amansa. Un revés serio puede hacernos
regresar a nuestra condición originaria de dependencia radical respecto a
tantas cosas. Esta dependencia, asumida y aceptada, es fuente de sabiduría.
El hecho de que en el mundo triunfe con frecuencia la injusticia y la
mentira no es señal de absurdo sino de limitación. El mundo no es un ticket de
entrada a un espectáculo, sino la mitad de esa entrada. En la muerte se puede
ver un absurdo - una falta de sentido radical- o un “pasen y vean” lo que
completa sobreabundantemente al sentido de la vida. La visión limitada del
sentido del mundo, abierta a un sentido superior, es algo razonable.
Teorizar sobre el dolor es más o menos sencillo. Lo difícil es asimilar
bien el dolor cuando llega. Pero tener elementos de discernimiento es muy
importante para hacer una vivencia enriquecedora del dolor. Poder transmitir
esta enseñanza a los más jóvenes, con el ejemplo y con la razón, es de gran
importancia para ellos.
Lo último que se pierde
Pieper, en su antes citada obra "Las virtudes fundamentales",
destaca que la esperanza tiene mucho que ver con la aceptación de la propia
vida. Sabemos que esto no es siempre fácil, especialmente para personas
expuestas a duras condiciones de existencia.
Antonio Ruiz Retegui, autor del libro "Pulchrum"[1]
(Belleza), también insiste en la necesidad de la aceptación de la propia
existencia para la plenitud personal. Pero... ¿por qué tendría que aceptar su
existencia un enfermo de cáncer o de depresión severa? ¿Porque no tiene más
remedio? Ruiz Retegui interpreta el sentido positivo de la aceptación de la
propia vida desde la perspectiva providencial de la misma. Cualquier suerte o
desgracia que me toque es la mía, y yo estoy llamado a vivirla de un modo
personal e irrepetible. Algo que me ha tocado no es simplemente un boleto de
azar, sino un camino a recorrer. Chesterton explica cómo la aventura surge
precisamente donde hay algo que no corre de nuestra cuenta y necesitamos
afrontar. La sabiduría popular afirma que donde una puerta se cierra otra se
abre.
La complementariedad entre libertad y providencia es un marco adecuado para
la esperanza. Yo debo hacer lo que puedo, no más. Quizás sea poca cosa, tal vez
no. Lo que verdaderamente importa es poner todos los medios humanos para
conseguir algo noble y esperar que ocurrirá, lo veamos o no. Se trata de una
postura sensata porque reside en la convicción de ponernos en nuestro sitio, y
confiar en que alguien superior a nuestras fuerzas arreglara las cosas, más
tarde o más temprano, en esta vida o después de la muerte.
Es verdad que la existencia trae consigo desengaños, pero estas
frustraciones pueden sacarnos de las mentiras; nos convencen de que habíamos
puesto nuestra confianza en algo equivocado, o que invertimos nuestra
felicidad, plenamente, en algún asunto que se podía romper. Pero los
desengaños nada tienen que decir respecto a lo que no puede engañar. Las
tristezas experimentadas pueden ser la cara del revés de las alegrías estables:
el nacimiento de un hijo, la mirada benévola de nuestro abuelo, o la belleza de
la fidelidad matrimonial.
La esperanza de los niños en la noche de Reyes Magos es de una consistencia
demoledora. La mirada victoriosa de un anciano feliz, curtido en la virtud,
resiste a cualquier filosofía de la inquietud y la sospecha. Confiar en lo que
es digno de confianza es como flotar en el mar del mundo y poder navegar hacia
un rumbo concreto. Supone la sana disposición de reposar la mente sobre la
almohada de la verdad. Esperar es vivir con más intensidad, potenciar la
ilusión, acercarse a la plenitud. La esperanza se abre a la magia del misterio,
la más plena de las realidades.
La gente joven necesita tener esperanzas sólidas para proyectos que
merezcan la pena. Convencerles de esto requiere que seamos personas con una
esperanza que se refleje en nuestro modo de vivir y de enseñar.
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