Nuestra boca puede decir “padre” y “madre”;
no sería sencillo hacerlo si tuviéramos los belfos de un caballo, como decía el
filósofo Leonardo Polo. Con las manos podemos tocar la guitarra, cosa imposible
de hacer con unas pezuñas. Nuestro cuerpo participa de las capacidades
racionales de nuestra vida humana.
Si tenemos una molestia física, vamos al
médico para que nos dé un remedio adecuado. Lo que no conviene hacer es
intentar comer con las narices porque me duele la garganta, por ejemplo. Del
mismo modo que las capacidades físicas tienen sus leyes, también el corazón y
la inteligencia tienen las suyas. Un egoísta agudo terminará por ser un
desgraciado, y probablemente amargue la vida a otras personas. Un mentiroso
compulsivo puede acabar siendo un cínico; alguien para quien la única verdad es
su interés.
Todos nuestros órganos están configurados
para realizar diversas funciones. Entre ellas están las vegetativas -nutrición,
crecimiento, reproducción-, las sensitivas -desarrolladas por los diversos sentidos-
y las racionales -inteligencia y voluntad-. Los afectos afectan al ámbito
sensitivo y al racional, en donde juega un papel importante la libertad.
Cualquier animal es lo que es, y no parece
plantearse ningún problema por esto. Sin embargo, los seres humanos tenemos que
aceptar libremente lo que somos. Esto forma parte de nuestra grandeza y nuestro
esfuerzo. Hay etapas de la vida en que estamos encantados con nosotros mismos;
pero puede haber otras problemáticas. Puede existir una contrariedad en nuestro
terreno físico, afectivo o racional. La solución para estos problemas está en
superarlos a través de una mejora de lo que somos, no mediante un cambio que
suponga la huida hacia lo que no somos. Esta última opción termina por generar
frustración, porque no se ha respetado la unidad de nuestra persona, aunque
esto suponga esfuerzo. Las disfunciones entre nuestras facultades y nuestro
organismo pueden ser un motivo de ruptura personal o de esfuerzo moral hacia la
madurez. En este aprendizaje de la vida es importante pensar en el bien personal
de los demás.
La sonrisa sincera es una muestra de
lenguaje corporal significativo, porque refleja la paz y la armonía que tenemos
dentro. Un equilibrio que se adquiere con esfuerzo diario y renovado, aunque a
veces suponga lágrimas.
José Ignacio Moreno Iturralde
No comments:
Post a Comment