Wednesday, April 17, 2019

Educar personas, novedades en el mundo


En la vida de toda persona hay cuatro dimensiones nucleares: el conocimiento, la libertad, el convivir con los demás y la capacidad de querer[1]. Estos aspectos nucleares son promovidos y educados principalmente en la familia. Ahí es de donde parten las señas de la propia identidad y las raíces de la educación.

La escuela, en sus distintos niveles, complementa esa educación, y supone un valioso agente capacitador y socializador. Si el colegio o instituto se toma en serio el educar personas, tendrá que atender a esos cuatro aspectos nucleares, antes citados. Por este motivo, es tan importante que exista una buena comunicación entre los padres y los profesores. Esto redundará en una mejor formación para los alumnos, y en un ejercicio profesional más satisfactorio para los docentes.

Pese a las limitaciones de la realidad educativa, o tal vez incluso gracias a ellas, hay que educar el conocimiento con contenidos valiosos y métodos competentes. Pienso que es importante que toda la necesaria innovación metodológica no olvide que es un medio, no un fin. El fin es ayudar al buen desarrollo de la persona que cada alumno es. La escuela es también un ámbito de libertad; ciertamente limitada y forjada en virtudes valiosas, pero necesaria. Sin libertad la persona se ahoga, no puede aprender. Las relaciones de convivencia son un ámbito de educación imprescindible para aprender a ser feliz. La capacidad de querer y de ser querido, empezando por el respeto, es la condición de una educación profundamente humana y significativa.

Dado que las personas tenemos una misma dignidad, pero características diferentes, es muy importante atender a esta diversidad; pero de verdad: con planes de educación realistas que contemplen recorridos curriculares plurales, que funcionen, donde el fracaso escolar tienda a cero; y con ratios profesores/alumnos razonables, entre otras cosas.

Cada persona es una novedad en el mundo. Todos los chicos y chicas llevan un punto de genialidad, porque pueden interpretar personalmente la vida y aportar su perspectiva única y personal. Si los estados invirtieran seriamente en educación, formativa y económicamente, potenciando la iniciativa docente pública y privada -ambas son aliadas si lo que se trata es de favorecer a los alumnos y a sus familias-, se produciría el mayor avance de su historia. 

La consideración pesimista de la persona y de la familia, junto con una visión gremial de los alumnos, es el mayor freno a la educación. Un motor de auténtico progreso educativo ha de tener en cuenta el valor insustituible de cada persona y de su enorme capacidad de renovar el mundo, si se le ofrecen las condiciones adecuadas.

José Ignacio Moreno Iturralde




[1] Saco algunas ideas de Leonardo Polo en su obra Antropología trascendental, Eunsa, 2016.

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