Friday, April 28, 2006

¿Qué sale de mí?

Cuando uno desayuna por la mañana, pronto, antes de salir al trabajo, no suele haber mucho apetito. De todos modos, se valora bastante un cafelito caliente con leche. Bueno, tal vez usted prefiera colacao o zumos, o ambas cosas. Una cuestión que me parece común es la desagradable sensación que se experimenta si la leche esta cortada; esto basta para amargar el desayuno. Pensaba, sin hacer chistes malos sobre nuestra buena o mala leche, en qué sale de nosotros habitualmente. Tal vez amabilidad, deseo de servicio, alegría; o quizás tristeza, desidia, amargura. Desde luego las circunstancias hacen mucho y todos pasamos pasar por momentos buenos, estupendos, malos o nefastos. Pero podemos pararnos a pensar en cuál es el tipo de espíritu que sale habitualmente de uno últimamente. Me parece que es importante enfrentarse con esto porque tal espíritu es el nuestro: así somos. No pretendo desanimar a nadie, ni a mi mismo, pero es frecuente darse cuenta de que es mucho en lo que se puede mejorar, si es que a uno le interesa ser mejor persona.

La oración cristiana y la práctica sacramental no se reduce a un higienismo espiritual; puesto que de lo que se trata es de una relación de amistad con Dios y, por tanto, con los demás. Pero la práctica de la vida de piedad cristiana y una acción coherente con ella nos transforma, poco a poco, en aquello a lo que tiende. El hecho de verse un pobre hombre y pedir ayuda a Dios no es una lesión a la autoestima sino un camino para saberse hijo muy querido de tan buen Padre. Es un motivo para volver a comenzar de nuevo: una, mil, un millón de veces; y, sin darse uno mucha cuenta, resulta que puede ir adquiriendo algo de muy grato sabor: el licor de la sabiduría.


José Ignacio Moreno Iturralde

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