Misterios

Misterios: lo divino y lo humano
más que un anillo en la mano.
entrelazado, hecho hermano.

Qué torpe te cantaré,
no me importa mi torpeza,
lo que cuenta es tu destreza
divina gracia, discreta.
Tú, inefable poeta,
del Amor y de la Cruz,
único faro de luz
para este duro planeta.

Es el sí de una chiquilla
de un alma blanca, radiante,
como no hay ningún diamante,
quien te hizo bajar del Cielo
en el loquísimo anhelo
de hacernos hijos de Dios,
de poder siempre ir con Vos
por esta bendita tierra.

En la gruta de Belén
de aquella noche estrellada;
jugando en la plazoleta
con la chavalada hebrea;
en el taller de José
vuestro padre tan amado;...
¡qué ráfaga de alegría!,
qué donaire y simpatía,
qué señorío tan divino,
qué talante tan humano,
qué grandioso, qué cercano.

Tanto gozo y Buena Nueva
en la casa de la abuela,
Ana hace un dulce de escuela
y Joaquín mira y remira...
hay tanta felicidad...
que se palpa, se respira.


Multiplicando los panes,
adoctrinando a las gentes,
y curando a los leprosos,
qué momentos tan hermosos,
¡divina campechanía!,
qué portentos más gloriosos,
resucitando a los muertos,...
Y no lo quisieron ver
aquellos ojos tan yertos
de escribas avinagrados,
los míos, Señor, Dios mío,
por daros feos desagrados.

Tu dar la cara y decir
que eres el Hijo de Dios,
y en el Calvario morir,
injustamente matado.
De ese, el más vil atentado,
instauraste la justicia,
del odio sacaste Amor,
del Corazón reventado
vino el Espíritu Santo.
No puedo entender, Jesús,
el porqué nos quieres tanto.

Tu cariño es de Dios
y ha vencido a la muerte.
Resucitaste glorioso,
ya el mundo tiene otra suerte,
todo aquél que sepa amar
de nuevo volverá a verte.

Foto: http://www.sud.org.mx/processSelection.lds?cid=7&cidp=0&ctid=2