Friday, July 09, 2021

Amor, concupiscencia y educación


Concupiscencia es la tendencia posesiva que se tiene para satisfacer una necesidad. Si tengo hambre y veo un alimento apetecible, tiendo a comérmelo. Con ese alimento no se tiene una relación de respeto: uno no se disculpa ante un bollo antes de zampárselo. De todos modos, conviene valorar la identidad de los objetos, aunque sea para no coger una indigestión.

El amor supone respetar y valorar la identidad del otro. Por eso el amor se da propiamente entre las personas. Amar a una persona no puede reducirse a apetecerla, porque esto significaría tratarla como un objeto. Es posible establecer relaciones humanas donde se conjugue cierta concupiscencia abierta al amor, siempre que sea éste último el que presida la acción. Por este motivo, es una equivocación rotunda confundir ambos términos. En la concupiscencia uno se busca principalmente a sí mismo, en el amor se busca sobre todo el bien del otro. Además, es clarificador saber que un amor es verdadero si nos está haciendo ser mejores personas.

Pienso que se puede hacer una traslación paralela al terreno de los pensamientos. Es lógico que con los pensamientos queramos resolver problemas y encontrar soluciones. Pero hay pensamientos guiados por una lógica de dominio, cerrada en uno mismo, y pensamientos abiertos a la realidad, especialmente a la de los demás. Este último tipo de pensamientos son mucho más decisivos a la hora de entender la vida y a nosotros mismos. El pensamiento dominador, egocéntrico, acaba por producirnos tristeza. El pensamiento abierto a lo real, a la ayuda a nuestros semejantes, suele producir alegría. De un modo análogo al terreno del amor, es lógico tener cierto nivel de pensamientos de dominio, pero éstos han de abrirse al pensamiento guiado por la realidad exterior a la mente.

Podemos establecer paralelismos con otras dimensiones; por ejemplo   con la política. Esta actividad puede concebirse como un ejercicio lamentable de control y poder, o como una noble dimensión de servicio a todos los ciudadanos.

Incluso podríamos hablar de dimensiones espirituales cerradas o abiertas. Una oración entendida exclusivamente como una especie de inversión de monedas para obtener un producto de una máquina tragaperras, es una instrumentalización de Dios. La auténtica oración tiene que ser sincera, pero ha de estar abierta a la voluntad divina, que no es la propia.

Todas las dimensiones descritas son importantes a la hora de educar, y orientan el propio acto educativo. A los alumnos se les pueden imponer una serie de normas, pero no se les puede tratar como objetos. Educar tiene relación con las nociones de guiar y de educir. Ésta última significa ayudar a sacar lo mejor de ellos, y esto no puede hacerse si los interesados no quieren. Querer a los alumnos, respetando y valorando su identidad, pensar en positivo sobre sus capacidades, ayudarles con competencia profesional, y rezar por ellos si somos creyentes, serán los requisitos para que chicos y chicas den una respuesta personal y creativa.


José Ignacio Moreno Iturralde

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