Para ser un buen conductor no se
requiere solo reflejos y un buen conocimiento técnico, también hace falta una
cosa muy importante: observar lo que los demás hacen en la carretera; esto
puede prevenir muchos peligros. Por otra parte, un buen jugador de ajedrez no
es solamente el que ingenia grandes jugadas, sino el que se pregunta qué habrá
querido hacer mi oponente, cuando movió su última ficha. Ser inteligente tiene
relación con ponerse en el lugar de la realidad; esto ha sido clave en la raíz
de los descubrimientos científicos. Pero dentro de la realidad, hay que tener
en cuenta especialmente a los demás.
Este ejercicio de comprensión no es
solamente algo intelectual, sino también moral. La definición que da el
diccionario de comprender es “encontrar justificados o naturales los actos o
sentimientos de otro”. Recuerdo un buen amigo que sabía echar un capote, una
disculpa, cuando otro metía la pata en algún comentario. No se trata de decir
que lo que está mal está bien, sino de tratar a los otros como nos gustaría que
nos trataran en circunstancias similares. Se ha escrito que la caridad está más
que en dar, en comprender. Por supuesto, lo segundo no quita lo primero.
Comprender significa también animar
al que está de capa caída. A lo mejor no conviene razonarle mucho una
situación, sino simplemente darse una vuelta y tomarse algo con él. Aunque hay momentos
en los que puede ser oportuno hacer ver que los errores pueden convertirse en
aciertos, si se sabe sacar una buena lección de ellos. Además, si nunca
cometiéramos errores probablemente seríamos unos tipos bastante creídos e
insoportables. No quiere decir esto que barra libre para el error, mejor es no
cometerlos. Pero dada nuestra naturaleza humana, que con tanta facilidad se
equivoca, será bueno encontrar claves animantes para seguir mejorando.
La película ”El Doctor”[1]
relata la historia de un cirujano muy prestigioso y muy prepotente. Enamorado
de sí mismo, su trato con los pacientes dejaba mucho que desear en cuanto a
educación y humanidad. Pero llega un momento en el que se pone este médico se
pone seriamente enfermo y su vida y su actitud empiezan a cambiar[2].
Otra película significativa al
respecto es “A propósito de Henry”[3]. Un
abogado rico y sin escrúpulos va a cambiar la jerarquía de valores en su vida
con motivo de un disparo que le propina un ladrón[4].La
verdad es que hasta que no tenemos experiencia de la limitación, la enfermedad
o la necesidad, es difícil que comprendamos bien a nuestros semejantes. A nadie
le gusta pasar por estos trances, pero cuando vengan hemos de saber
aprovecharlos para ser más humanos.
José Ignacio Moreno Iturralde
[1] El Doctor es una
película estadounidense de 1991 dirigida por Randa Haines. Está basada en una
versión libre del libro del Dr. Edward Rosenbaum 1988, A Taste Of My
Own Medicine. El protagonista es William
Hurt, como Jack MacKee, un doctor que
experimenta una transformación en su visión de la vida, de la enfermedad y de
las relaciones humanas.
[3] A propósito de Henry.
Dirección: Mike Nichols.
Reparto: Annette Bening, Bill
Nunn, Donald Moffat, Harrison Ford, Mikki Allen, Nancy Marchand. Título en V.O: Regarding Henry
Nacionalidad: USA.Año: 1991.Duración:
107. Género: Drama. Guión:
Jeffrey Abrams. Fotografía: Giuseppe Rotunno. Música:
Hans Zimmer.
Sinopsis: Un abogado de éxito y fortuna recibe casualmente un disparo
durante el atraco a un supermercado. Por culpa de ello su cerebro sufre una
lesión muy grave, y como consecuencia, verá borrado todo su pasado y deberá
empezar a vivir partiendo de cero.
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