Hoy, un joven matrimonio muy amigo enterraba a su primer y único hijo al mes de haber nacido. En estos días se han sucedido intensos cuidados médicos para superar la grave enfermedad genética del bebé, mil desvelos de sus padres, oraciones profundas, un gran apoyo de los numerosísimos familiares así como de sus múltiples amigos. Mejorías notorias del niño, recaídas, y finalmente el fallecimiento del chiquillo, al que su padre bautizó nada más nacer, puesto que la criatura estaba grave. Todo lo han llevado con una gran dignidad, con un intenso amor a su hijo y con una visión cristiana a pleno pulmón, viendo partir a su queridísimo chavalito con la nave de la esperanza y la vela blanca de la filiación divina. Un ejemplo precioso de saber vivir y amar.
José Ignacio Moreno Iturralde
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