En educación es importante pensar a dónde queremos llegar, qué es lo principal y qué es lo accesorio.
Todo ser humano quiere
conocer el mundo que se abre ante su presencia. Al mismo tiempo que conoce la
realidad, se va conociendo a sí mismo. El sentido de las cosas del mundo está
antes fuera que dentro de sí mismas: ninguna estrella, o ser vivo, existe por
su voluntad. También el sentido de nosotros mismos está antes fuera que dentro
del propio yo: hay muchas cosas en nuestra vida que nos han sido otorgadas sin
nuestro permiso. Esto encauza nuestro conocimiento y libertad, posibilitando el
modo humano de llevarlos a cabo.
La realidad puede
estudiarse desde sus cualidades, como hacen muchas ciencias experimentales;
desde sus cantidades, como hace la matemática, y desde su modo de ser, como
hace la filosofía. Un conocimiento profundo nos lleva a plantearnos el por qué
mismo de la realidad. En este sentido la investigación científica, filosófica y
artística, se complementa con las aportaciones de la religión, cuyos contenidos
podemos aceptar libremente por la confianza que nos inspira quien nos los
revela. La realidad remite de alguna manera al autor de ella misma; cosa que es
tan misteriosa como interesante para el conocimiento humano. Todas estas
dimensiones se complementan unas a otras, dándonos un conocimiento más completo
del significado de la vida.
Nuestra libertad tiende a
los bienes y a las personas. La calidad de las relaciones con los demás influye
enormemente sobre nuestra felicidad. La capacidad de convivir con nuestros
semejantes, pone a prueba nuestra categoría personal. Saber querer a los demás,
pese a sus defectos que no supongan una injusticia, es algo que nos engrandece.
Entre los ámbitos de convivencia destaca el familiar. En la familia es donde más
nos quieren, donde hemos aprendido a amar. La familia es el primer núcleo de
humanidad, de educación y de socialización. Generalmente un padre y una madre
piensan frecuentemente en sus hijos, afrontando muchos sacrificios para
sacarlos adelante. Nuestros padres son verdaderamente originales para nosotros,
porque son irrepetibles. Esa capacidad de ser queridos y de querer, podemos
reflejarla en buena medida con nuestros amigos, compañeros y conciudadanos.
Un buen conocimiento del
mundo y una buena convivencia con los demás es algo de un valor incalculable.
La educación, en sus diversos niveles, puede ayudar notoriamente a entrelazar
estos aspectos. Solo desde un conocimiento profundo de lo que es el ser humano,
podemos hacer una enseñanza más humana y eficaz.
Hablo ahora de algunas cuestiones
concretas, entre otras muchas que se podrían tratar. Junto con una metodología
y una tecnología propias de nuestra época, es preciso recorrer en profundidad
los grados del conocimiento. Por ejemplo: una buena educación humanística es
clave para educar a alumnos libres, con personalidad y creatividad. Lógicamente
es importante la enseñanza de idiomas para los alumnos, pero en primer lugar
deben conocer bien su lengua nativa, pues es en la que piensan. Para esto es
importante fomentar la lectura. Por otra parte, toda la innovación educativa es
un síntoma de vitalidad docente irrenunciable, siempre que sepa hacia donde se dirige.
Respecto a la convivencia
y la capacidad afectiva, emocional y virtuosa de los jóvenes, un colegio
competente debe cuidar algunos aspectos. Las entrevistas con las familias de
los chicos a través de un profesor encargado, así como la atención
personalizada a cada chico y chica mediante conversaciones periódicas entre los
alumnos y un profesor o profesora. También es muy relevante el papel del
orientador escolar, que tiene especiales conocimientos pedagógicos, como agente
clave de atención a la diversidad. Si estas cosas se llevan a la práctica, el
grado de satisfacción escolar mejora enormemente. También es muy importante
educar en la libertad y en la irrenunciable responsabilidad de las propias
acciones. Por otra parte, cuidar a los profesores es algo que no se puede
quedar solo en buenas palabras.
Cuando la educación
escolar se apoya en el núcleo de la educación familiar, el conocimiento y el
corazón de los alumnos puede abrirse a la aventura del conocimiento y de la
convivencia. Con esfuerzos, superando errores, y con ilusión de vivir, los jóvenes
se abren a la aventura del conocimiento, que está unida personalmente a la
escuela de la vida cordial y de amistad, generadora de una civilización con
esperanza.
José Ignacio Moreno Iturralde
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