Un hombre solía sentarse en una habitación, algo aislada, de
su casa. Era un espacio grande, con ventanales abiertos, donde entraba la luz a
raudales. Allí dedicaba ratos a recordar, reflexionar y rezar. Algunas veces,
pocas, le invadía una paz fantástica, como de otro mundo. Era frecuente
entonces que se oyeran, desde la calle, los discretos y melódicos trinos de los
ruiseñores. Eran cantos de alegría, simpáticos. Pero pronto había que regresar a las
múltiples tareas de nuestro agitado mundo.
Hace poco aquél señor daba un paseo por el campo. Se sentó en una piedra y, cuando estaba atardeciendo, se preguntaba acerca de un duro acontecimiento: ¿Por qué ha tenido que suceder? ¿Por qué ha fallecido una persona tan inocente a temprana edad? … En ese mismo instante comenzó a cantar un ruiseñor.
José Ignacio Moreno Iturralde
No comments:
Post a Comment