El yo personal necesita afectos y logros, pero su capacidad de llenarse no tiene límite, como si nada ni nadie fuera capaz de calmarlo totalmente. Curiosamente ese yo "pozo de gravedad" se ahoga en sí mismo, si no cambia de dirección.
Cuando el yo se entiende como lo que es, coexistencia, la persona se encuentra a sí misma en los demás. Es la paradoja que constituye nuestro ser. El amor es ser dotado de sentido para darse. Sin embargo, como la persona tiene una ilimitada capacidad de conocer y de querer; solo si encuentra un amor infinito, puede colmarse plenamente. De este modo, los logros y los amores que nos vamos encontrando en la vida, quedan fundamentados en una esperanza sólida.
Solo cuando el yo se da totalmente es cuando encuentra la alegría y la paz. Tal actitud requiere de la adecuación y la ayuda del ser infinito al que tiende.
José Ignacio Moreno Iturralde
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