“Haz tú lo mismo”, al llegar a esta frase la novela cambia;
pero lo que es más importante: puede cambiar la vida del lector. Con una
estética dura y descarnada, el autor se introduce en el negro corazón de un
joven triste e insatisfecho, pero con fuerza. Se narra una historia bien
trabada, juvenil y madura, donde el dolor y el amor humano se entrelazan con
una apasionante pelea entre la incredulidad y le fe, repleta de argumentos
sólidos e interesantes. Viven personajes auténticos, bien esculpidos,
totalmente realistas, que componen una lúcida historia, bien escrita, con el
telón de fondo de la “catedral de Mejorada”. No hay filosofía sosa, aburrida;
sino razones palpitantes en torno a la vida, al dolor, a la muerte, a la
amistad, al noviazgo, a una madre, a Dios hecho hombre.
A pesar de mis aburridas clases de filosofía, resulta que al
cabo de los años, sale un antiguo alumno que acaba de publicar una novela
apabullantemente interesante. Hay algo mejor que escribir una buena novela: ver
a un alumno que escribe una genial. Dios hace las cosas como quiere; Él
es, como decía mi padre, el Imprevisible. ¡Qué alegría, Eduardo! Pues eso: “que
no te envanezcas”. Gracias por la novela. Que, por favor haya una nueva o
muchas más, al menos tan buenas como ésta y, lo más difícil y apasionante:
escribir la novela buena que más importa: la de la propia vida.
José Ignacio Moreno Iturralde
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