El pasado domingo 24 de marzo
asistía a la Manifestación por la Vida que se celebró en Madrid. Un numeroso
colectivo de personas jóvenes y adultas, en un ambiente grato y cordial, reivindicaba
el valor de la vida del niño en gestación. Hubo testimonios, canciones y un
minuto de silencio por los dos millones de seres humanos nonatos a los que no
se les ha dejado nacer en España, desde la ley del aborto de 1985. Ante esto
pensé en qué se puede hacer. Pienso que lo primero y más asequible es aceptar
la propia vida. Quererla y afirmarla con valentía, a pesar de sus dificultades.
De este modo se puede acoger y cuidar la vida de los demás, especialmente la de
los propios hijos. Algo incómodo y comprometedor que, sin embargo, nos hace más
felices y más humanos.
José Ignacio Moreno Iturralde
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