Thursday, May 26, 2016

Aprendizaje participativo

Montserrat del Pozo, en su libro Aprendizaje Inteligente ( tekman Books, 2014), nos muestra una teoría y una práctica educativas innovadoras, muy creativas, llevadas a cabo con éxito en el colegio Montserrat de Barcelona, desde los años 90 del pasado siglo. La teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner ha movido a esta autora y a sus compañeros de trabajo a abrir la enseñanza hacia nuevas perspectivas.

No es suficiente que el profesor tenga unos contenidos que trasmite a los alumnos. Los alumnos han de hacerlos suyos, a través de una actitud activa en la que se ponga en juego su libertad. Las actividades y los trabajos en grupo son esenciales en esta enseñanza, en la que se pretende que el alumno sea el principal protagonista de su propio aprendizaje. El profesor cambia de rol y pasa a ser un guía, un orientador del proceso educador del alumno.

Las materias se orientarán a fomentar siete tipos de inteligencia: Lingüística, lógico-matemática, naturalista, visual-espacial, corporal-cinestesica, musical-rítmica, interpersonal ( relaciones con los demás), intrapersonal (conocimiento propio).  Estos tipos de inteligencia se impulsarán especialmente desde la etapa infantil, tal y como la autora desarrolla en otro de sus libros que titula " Inteligencias múltiples". De este modo se busca implementar todo el potencial de las personalidades de los alumnos.

Los mapas mentales o conceptuales, las discusiones participativas, los "portfolios" (ejercicios personales o de grupo sobre el propio proceso del aprendizaje), las estrategias de pensamiento ( cuestiones clave sobre la materia que se va a estudiar,y cómo estudiarla) son algunos de los métodos propuestos para adquirir competencias académicas.También se enriquecen los procesos de evaluación, ampliandose en varios parámetros, en esta enseñanza personalizada y participativa. Según la autora, los alumnos esperan los exámenes porque saben que se les conoce a fondo y que esas pruebas van a ser objetivas respecto a su grado de aprendizaje.

Los alumnos tienen asignados unos tutores que les ayudan personalmente respecto a sus estudios y problemas escolares. Además, existen grupos de alumnos donde cada miembro puede verse ayudado por el resto.

Montserrat del Pozo insiste también en una enseñanza que tenga muy en cuenta la inteligencia emocional, la visión positiva de la vida y la confianza como valor esencial. Se ofrecen, para quien lo desee y con el consentimiento  expreso de los padres, cursos de formación afectivo sexual desde la perspectiva explícitamente cristiana, que el colegio tiene como parte nuclear de sus señas de identidad.

También la propia arquitectura del colegio se ha diseñado para facilitar el aprendizaje. Hay espacios amplios, luminosos y zonas de jardín que hacen de la escuela un sitio donde da gusto estar. Las salas amplias facilitan los trabajos en grupo, las exposiciones de lo que se va aprendiendo y el intercambio de ideas. El colegio expone en sus paredes un gran números e trabajos de los alumnos y se convierte así en una especie de museo didáctico. Incluso las instalaciones eléctricas, las tuberías y otros elementos funcionales del edificio se dejan ver, a propósito, para suscitar el afán de aprender de los alumnos. Los medios informáticos se consideran indispensables en una sociedad como la actual y cada alumno dispone de un ordenador portátil.

Las actividades del colegio se abren a la ciudad, donde se realizan diversas tareas de aprendizaje: desde cálculos matemáticos de las dimensiones de las calles hasta observación de cuestiones artísticas o ecológicas.

Al terminar de leer esta obra, repleta de prácticas docentes llevadas a cabo y evaluadas, uno siente admiración y una sana envidia al ver una enseñanza tan audaz y exitosa. Sin embargo, como docente en ejercicio desde casi treinta años, quisiera expresar modestamente algunas consideraciones en las que disiento, en algunos aspectos, de este fantástico modelo educativo. En primer lugar, pienso que el objeto principal de la enseñanza es el mundo, la realidad, no el alumno. El hombre sólo se conoce a sí mismo, y parcialmente, si antes conoce la realidad: desde una galaxia a una planta. Ser un apasionado de la geografía, de la matemática o de la electricidad, por poner algunos ejemplos, hace una vida más intensa y más satisfactoria. No comparto, por tanto, la idea de que el centro de la enseñanza sea el propio alumno y sus ritmos de aprendizaje. Lógicamente hay que tener en cuenta el modo de ser de todos y cada uno de sus alumnos, sus puntos fuertes y sus carencias, a la hora de ayudarles a aprender. Mucha de la metodología  pedagógica y de las actividades propuestas son muy positivas pero las estimo más eficaces si se antepone la enseñanza objetiva de lo real, más que la evaluación de la apreciación subjetiva del alumno en lo estudiado o trabajado.

Todo el cúmulo de trabajos e interactividad de los diversos protagonistas de la enseñanza del Montserrat es ejemplar. Subyace una filosofía del trabajo educativo llena de un sano constructivismo. Se hace que los alumnos aprendan experimentando. Sin embargo, considero que en bastantes ocasiones una buena explicación teórica - que evidentemente también se utiliza en la enseñanza de este colegio- puede ser más útil que muchas actividades.

Por ultimo quisiera mostrar un claro desacuerdo respecto a la función del profesor. El docente, si es ejemplar, sintetiza personalmente una serie de conocimientos. Los conocimientos explicados por una persona con experiencia son sumamente valiosos para niños, adolescentes, jóvenes e incluso adultos. La denostada clase magistral merece serlo cuando realmente no es magistral. Educación significa efectivamente guiar y sacar lo mejor de lo que los alumnos llevan dentro de sí mismos. Esto ya lo descubrió Sócrates, llevándolo a la práctica con inigualable maestría. Pero educar significa también ir por delante, allanar el camino, explicar con sencillez al alumno lo que al maestro le ha llevado años de reflexión.

José María Barrió, en su libro "La innovación educativa pendiente: formar personas" cita la definición que Lain Entralgo hacía de la tarea educativa como una "dual y conjunta posesión de la verdad y de sí mismo: enseñando el maestro y aprendiendo el discípulo uno y otro aprenden a convivir en la verdad y en una personal, uno y otro aprenden a convivir en la verdad y en una personal, compartida y mutuamente donadora posesión de sí". Para esto, según Barrio, es preciso " recuperar el prestigio de la razón como facultad capaz de una conversación sería sobre la verdad y el bien". La educación no sólo tiende a los conocimientos sino al bien puesto en práctica. Este autor reafirma el valor pedagógico del esfuerzo por adquirir hábitos intelectuales y morales que posibiliten el desarrollo personal. Hay que, prosigue Barrió, " saber acompañar a las personas en su propio camino hacia dentro y, al mismo tiempo, respetando ese proceso interior, alumbrar el camino hacia la verdad que también ha de ser reconocida, no simplemente construida en el interior de cada quien". Esta tarea requiere de un esmerado respeto a la libertad, afirma este autor, ya que " sí un educador no estuviera dispuesto a respetar la libertad del educando en sus opciones morales debería cambiar de trabajo". Para Barrio la médula del trabajo educativo supone el "desarrollo de la racionalidad teórica, práctica, y también instrumental, por este orden". Enseñanza de conocimientos, construcción de hábitos y destreza en metodologías van tejiendo la muy humana tarea de la enseñanza.

Estoy seguro de que estas matizaciones que he sugerido, apoyando e en la obra de Barrio, no son incompatibles con el modelo propuesto por Montserrat del Pozo. Quizás tan sólo sea cuestión de fijarse más en unos aspectos que en otros, pudiendo hacerse una sinergia entre la función del profesor y el fomento de la creatividad del alumno. Lo que, en cualquier caso, queda claro es el tremendo esfuerzo, creatividad y avance que puede suponer la enseñanza que práctica el colegio Montserrat, al menos en muchos de sus aspectos.


José Ignacio Moreno Iturralde


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