Monday, June 29, 2009

El latir de la Navidad

Desde hace alrededor de 2000 años, millones y millones de familias se han reunido de un modo especial un día del calendario para festejar la Navidad, para celebrar un nacimiento. Normalmente las familias celebran nacimientos pero aquí también sucede al revés: un nacimiento celebra a las familias. Estas entrañables reuniones suelen estar llenas de encanto y de alegría, aunque dentro de algunos haya oscuridades y tristezas. La primera Navidad no tuvo luz eléctrica, ni muchos jolgorios, pero sus primeros protagonistas fueron luz y alegría para la milenaria historia de los hombres que han comprendido –en mayor o menor grado- qué ha sido y qué es la Navidad.

Es sorprendente la capacidad que los seres humanos tenemos para convivir con cosas asombrosas sin prestarles demasiada atención. La Navidad supone la convicción histórica y real de que Dios se ha hecho uno de nosotros. Esto es algo en lo que han creído y creen multitudes inmensas de personas. No se trata de opiniones subjetivas o de cuestiones “poco realistas”: La veracidad histórica de los Evangelios supera con mucho la de otros textos de su época. Puede encontrarse interesantes y documentados artículos al respecto[1]. Sin embargo, la aceptación del grandioso hecho de la encarnación del Hijo de Dios, y lo que esto implica, es algo que requiere fe, un don divino. No se trata de una lotería inasequible: San Agustín dice que “para el que quiera creer tengo todas las razones, para el que no quiera creer no tengo ninguna”. A Dios se llega por la humildad; luego vienen los resultados: la confianza, la alegría y la paz interior, en medio de los embates de la vida.

Evangelio significa “Buena Noticia”... Dios nos considera hijos suyos en Jesucristo. Esto conlleva interesantes consecuencias: Ya me case y sea feliz o ya me dé una espantosa enfermedad soy un ser íntimamente querido por Dios. Ya esté a gusto en una fiesta familiar o delante de la tumba de mi madre tengo una respuesta para ambas situaciones. Triunfe profesionalmente en mi vida, o acabe en la cárcel, siempre habrá para mi una estrella, la de Belén. La Navidad significa que los que el mundo llama estrellados tienen también estrella mientras que los que son considerados estrellas han de andarse con mucho ojo para no estrellarse.

Puede revivirse cada año, cada día, un sentido más vivo de la Navidad. El mundo occidental parece olvidarla más y más pero la Navidad renace en el corazón de los hombres que la acogen con la sencillez y el asombro de aquellos pastores venturosos. La Navidad y el sentido profundamente humano de su mensaje es un hecho destinado a iluminar también las sociedades de los hombres, como lo ha hecho y lo seguirá haciendo. Existen también hoy, como hace dos milenios, magnates poderosos que quieren arrinconar, ocultar la muestra de este acontecimiento excepcional para el mundo. Temen que la influencia de una familia sencilla y comprometedora destruya sus pensamientos sin Dios. Hablan de tolerancia, de no caer en viejos confesionalismos, de “respetar” la multiculturalidad. Si miraran sin prejuicios la escena de Belén verían que aquel acontecimiento glorioso es un imán de unión para los hombres. Si supieran contemplar a Jesús de Nazaret niño comprenderían que tan asombroso personaje no tiene nada que ver con una imposición, sino con una fantástica propuesta que no puede ser ocultada.
[1] http://www.interrogantes.net/Valor-historico-de-los-evangelios/menu-id-22.html
http://www.interrogantes.net/Existio-realmente-Jesucristo-/menu-id-22.html


José Ignacio Moreno Iturralde

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