Hace muchos años
participé en una carrera por el campo en Soto del Real. Algunos íbamos muy bien
equipados. Había un chaval que llevaba un pantalón corto raído, una camiseta y
unas zapatillas bastante elementales. Empezó la carrera, de unos tres kilómetros.
Ese chico, que era el hijo de la lechera, empezó a correr a toda velocidad y no
le volvimos a ver el pelo. Sacó muchísima ventaja al segundo. Llevaba corriendo
toda su vida detrás de las vacas: estaba muy en forma.
Pienso que la formación
no se reduce a recibir unos conocimientos; sino que tiene que ver con el
sentido profundo de la palabra forma. La forma es la configuradora de orden, de
sentido, incluso de vida. Un embrión en el seno materno puede que no tenga todavía
una apariencia, una forma accidental humana, pero su forma sustancial, profunda
-su principio configurador de vida- es el de un ser humano.
Nos interesa cuidar el
físico, y hacemos muy bien. También es muy importante poner en forma la cabeza,
la voluntad y el corazón: Educar la mente -con contenidos verdaderos-, la
libertad –con virtudes- y los afectos -intentando llevarlos hacia el bien-. Por
ejemplo: es importante saber que el amor es ante todo un acto de la voluntad y
no solo un sentimiento. Es clave darse cuenta de que los amores verdaderos son
los que nos hacen ser mejor personas. Y opino que sucede lo mismo con los
pensamientos: si no me dan paz interior, si no me hacen ser mejor, son falsos,
por muy lógicos que parezcan.
Todo esto no nos quita personalidad,
sino todo lo contrario: facilita la única e irrepetible identidad de cada uno y
de cada una. La forma de las formas es el acto de ser concreto que Dios nos da
a cada uno… Quizás por esto se dice que Dios, aunque seamos miles de millones,
no sabe contar más que uno.
Un chiste malo se
pregunta "¿por qué los de Lepe dedican mucho tiempo a bucear? Porque en el fondo
no son tan tontos"… Pues eso: hay que profundizar. La formación más
significativa es la que supone una transformación. Hay que formarse para
transformarse. Lo que más nos transforma es sabernos queridos, perdonados y
valorados.
El cristianismo no es un
simple curso de formación, sino un encuentro libre y personal con Dios, que nos
quiere y nos limpia las heridas interiores. Un encuentro que nos hace ver lo
que es más importante y lo que es secundario; y por esto nos hace más libres.
Un encuentro que nos transforma y nos llena de alegría.
José Ignacio Moreno Iturralde
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