Cuidar a una persona muy
mayor no siempre es agradable. Hay que prestarles servicios que pueden resultar
costosos; todavía resultan más difíciles si tal persona tiene un carácter
difícil. Pero ese familiar o amigo, avanzado en años, de vez en cuando muestra
una sonrisa sincera y un agradecimiento conmovedor.
Las atenciones que se
presten a personas pobres, enfermas o discapacitadas, en ocasiones son duras y
agobiantes; pero siempre dejan una satisfacción de llenazo en el hondón del
alma. Por este motivo, la ayuda a los necesitados es un buen medidor de nuestra
talla moral.
Respecto al aborto voluntario, con todos los
atenuantes que puedan concurrir en esa delicada situación, lo que resulta
preocupante es la total ausencia de misericordia para la criatura que se está
gestando. Aceptarle sería quizás una carga, pero también probablemente una gran
alegría… En cualquier caso es un ser humano, en una situación vulnerable, por
la que todos pasamos: alguien que podría llegar, desde su debilidad, a sonreír
a sus padres. Puedo entender -no aceptar- que alguien decida eliminarle; pero
lo que considero alarmante es la convicción legal y social de que abortar es un
derecho: el derecho a matar al propio hijo de las entrañas. Cuando la ley se
basa en la propia voluntad, y no en la naturaleza de las criaturas, la sociedad
se vuelve más despótica e inhumana. Sin embargo, cuando se asume la maternidad
y la paternidad entramos en un mundo familiar, donde el amor que da fruto se hace raíz de una civilización fuerte, que da prioridad a los más indefensos.
El ser humano es siempre
una sorpresa. Por esto, es asombroso constatar cómo algunos enfermos graves son
capaces de tener buen ánimo y alegrar a quienes les cuidan. Conozco ocasiones
donde un moribundo le da por hacer un chiste, o alguien afectado por un ictus
cerebral es capaz de hacer una broma para tomar el pelo a sus acompañantes.
Esto demuestra que el espíritu humano puede tener una realidad grandiosa. Es
precisamente la debilidad la situación de la que, de vez en cuando, surge una
rayo luminoso portador de fortaleza y
alegría.
José Ignacio Moreno Iturralde
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