Friday, June 21, 2024

Conocimiento, autonomía y amor

    De un alumno ejemplar, me contaba su madre que recién nacido miraba su entorno con los ojos muy abiertos. Se ve que tenía gran interés por conocer todo un mundo, y especialmente el rostro de su madre. Antes de poder razonar, lo que un bebé percibe es el afecto de sus padres. Entre este cariño, su alimentación y cuidados, un ser humano va despertando poco a poco a su vida racional. La mente humana tiene una base previa a sí misma: su entorno familiar.  

    Las primeras comunicaciones no verbales de un niño pequeño con sus padres son risas, llantos, satisfacción, quejas. Este mundo de la primera infancia manifiesta que la mente depende de una serie de necesidades previas, materiales y personales. Con el tiempo se adquiere la capacidad de empezar a hablar, en torno a los dos años, y progresivamente se va desarrollando la razón. Todo esto es elemental, pero conviene recordarlo porque nos hace ver que siendo la autonomía de la razón una cualidad importante en el desarrollo de la personalidad, quedaría totalmente desfigurada si se le diera un carácter absoluto. La razón está inserta en el fenotipo corporal y en las relaciones interpersonales.

    Razón y libertad son dos facultades íntimamente fusionadas en cada persona. Su ejercicio es necesario para el despliegue de nuestra vida. Pero el fin de la razón no es ella misma, sino la realidad que nos rodea. Del mismo modo, el fin de la libertad no consiste en no vincularse a nada sino en procurar el bien. Tanto razón como libertad se ejercitan plenamente cuando se emplean para amar, especialmente a nuestros semejantes. Entendemos amar como la afirmación de la vida de las personas que se estiman, queriéndolas por sí mismas. Cuando una persona razona con alguien a quien quiere, sus planteamientos son especialmente certeros y convincentes, porque están indisolublemente unidos al amor, que es un poderoso motor de conocimiento. Cuando alguien se sabe comprendido y querido, es mucho más fácil que atienda a las razones que se le dan.

    Lo que hemos dicho hasta ahora significa que solo cuando la razón se ejercita dentro de los parámetros de la naturaleza propia y la de los demás, así como la del resto de los seres del mundo, es cuando la conciencia humana encuentra su sentido. Se trata de un proceso que durará toda la vida, y que tiene que contar con que no siempre podremos entender todo lo que sucede. Esto es una oportunidad para ejercitar nuestra confianza en quien estimemos que la merece. Razonar humanamente necesita el complemento de la confianza. En su inicio y desarrollo, la razón personal está íntimamente relacionada y sostenida por factores que no dependen exclusivamente de nosotros mismos. Solo entendiendo esto emplearemos bien la razón y la libertad, como lo hizo aquél bebé con los ojos bien abiertos que miraban a su madre.


José Ignacio Moreno Iturralde

Sunday, June 09, 2024

El corazón: su "psicosis" y su cordura

Un amigo me contaba que hace años, siendo adolescente, se preparó concienzudamente para una carrera en el lugar donde veraneaba. Asistieron un buen número de muchachos atléticos y bien equipados al evento. El hijo de la lechera del pueblo se presentó con unas zapatillas penosas, y un aspecto nada competitivo. Comenzó la carrera y el lechero junior dejó atrás a todos los demás, ganando la competición con amplio margen. Mi amigo quedó en un modesto puesto, que nada tenía que ver con sus ingenuas previsiones.

Conocerse a uno mismo parece algo bastante sensato a la hora de acertar como vivir; pero no resulta fácil. Decía Descartes que la claridad y distinción eran características de las ideas verdaderas. Sin embargo, resulta claramente útil distinguir entre los pensamientos y la realidad. Incluso hay alguno que le puede dar por percibir nítidamente que es el zar de Rusia y reclamar su derecho al trono, pero lo que probablemente necesita su psicosis aguda es terapia y medicación.

El corazón -el núcleo personal afectivo- puede padecer también sus “psicosis emocionales”. El amor a primera vista puede ser el verdadero, pero generalmente se necesita tiempo y trato para conocer y querer a una persona por la que alguien se siente atraído. Quizás, antes de nada, hace falta sensatez. La intensidad de sentimiento no es, en absoluto, la garantía para hacer lo que el corazón quiera. Hace falta ver la realidad de las personas y de las situaciones, pensar con la inteligencia y orientar al corazón con la ayuda de la voluntad. Sin corazón no merece la pena vivir, pero solo con corazón uno puede acabar caído y humillado, y hacer mucho daño a otros. El corazón es lo más valioso que tenemos y refleja que estamos hechos para ser queridos y para querer, pero hemos de saber que educar el corazón requiere virtudes y, sin ellas, el corazón se vuelve un traidor con el que no es posible ser feliz.

La inteligencia tiende a conocer la verdad de la realidad. La voluntad tiende al bien, por el que el corazón se siente atraído para unirse a él. Pero existe también una cierta deformación en la inteligencia, en el corazón y en la corporalidad, por la que la persona experimenta una inclinación a cerrarse   en sí misma, en sus propios y ciegos intereses. Por este motivo. la ayuda de Dios es tan importante y decisiva. Recurrir a la gracia divina es todo lo contrario a destruir a la persona humana, es liberarla de sus contradicciones interiores para que sea ella misma, a pleno pulmón.

Cuando inteligencia, corazón y voluntad guardan armonía en la integridad de la persona, se es mucho más feliz. Entonces el corazón puede detectar un amor y un compromiso libre, no obligatorio, apasionante y arriesgado. Se trata de ese amor que nos hace ser mejores, elevándonos por encima de nosotros mismos, y que nos embarcan en una misión que merece la pena. El corazón, liberado de psicosis enfermizas, es tan cuerdo que puede decidir hacer una bendita locura. Y si decide hacerla, la hace porque sí; porque le da la real gana.


José Ignacio Moreno Iturralde

Tuesday, June 04, 2024

Vivir con salero


“Si al menos este maldito cáncer me hubiera dejado buen tipo” es algo que me dijo un familiar muy querido, que no perdía su sentido del humor ni en situaciones difíciles.

Muchos motivadores nos convencen de la posibilidad de vivir con energía positiva, o con ilusión renovada. Todo eso está muy bien, pero a veces no es fácil. No es sencillo sufrir una depresión, un despido laboral imprevisto, o la muerte de una persona cercana a nosotros. En esas ocasiones uno tiene bastante con sobrevivir. Lo que, sin embargo, mejora notablemente el panorama del problema es encontrar algún sentido satisfactorio a lo que nos toca afrontar. Hay quien dice que en vez de preguntarnos “¿por qué me sucede esto”, es mejor plantearse “¿para qué me puede suceder?”.

Rosa Mari era una chica paralítica, de unos veinticinco años, vecina de unos primos míos. Con cierta frecuencia iba a verla. Solo podía mover la cabeza, dormía en un “pulmón de acero”, y la recuerdo siempre sonriente. Jugaba con ella al ajedrez; yo tenía que mover mis figuras y las suyas. Me encontraba bien en su casa, porque desprendía una serenidad y una paz espléndidas. De todo esto eres más consciente cuando pasa el tiempo. Jamás la escuché una queja de su situación. Lo mismo que hay unos cimientos ocultos totalmente ignorados, que sostienen un edificio, Rosa Mari era una de esas mujeres que suponen un auténtico apoyo para construir el edificio de la vida. Estoy convencido de que hay mucha gente así. El hecho de que estas personas no sean muy mediáticas no puede suponer que las olvidemos.

Para los que no tenemos problemas especialmente serios, la vida cotidiana supone también una abundante fuente de superación. Hay en el ambiente de los días muchas situaciones agradables y simpáticas. Pero también son abundantes los pequeños o no tan pequeños problemas que hay que resolver. Procurar vivirlos de un modo deportivo y alegre es, sin duda, una manera original y atractiva de actuar.

Vivir con salero requiere, entre otras virtudes, la laboriosidad: ser alguien con unas tareas y responsabilidades precisas a las que hacer frente cada día. También es importante saber emplear tiempo con las personas, especialmente los familiares y amigos, cuando lo necesitan. Estas disposiciones son complementarias con una actitud abierta a todo aquello que, de un modo ordenado, sea gozoso y festivo.

Se dice que es bueno ser sufrido, pero no sufridor. Bien, pero cada uno tiene el temperamento que tiene. Una persona gozona es alguien atractiva de entrada, pero quizás no de salida. Un disfrutón puede llegar a ser un holgazán o una persona infiel. Un sufridor puede ser un tipo estupendo. Heredamos un temperamento; lo que trabajamos con él es el carácter. Es bueno tener una actitud natural hacia la felicidad y el gozo, pero debe estar presidida por unos fines serios, que merezcan la pena, y no por un planteamiento frívolo o superficial.

Uno debe intentar aceptarse como es, no por un conformismo tristón, sino por ser consciente de la providencia que rodea la propia vida. Además, algunos desarrollan la capacidad de reírse un poco de sí mismos; algo bastante conveniente para vivir con más salero.


José Ignacio Moreno Iturralde


 

Monday, June 03, 2024

Cuando la vida te descoloca


En cierta ocasión le robaron el ordenador a un amigo mío. Lo dejó en una sala de trabajo, y al poco tiempo desapareció. De este desagradable incidente recuerdo la capacidad de encajar la situación de aquél amigo: no hizo ningún aspaviento, no emitió ninguna queja. El ordenador estaba en buen estado, y había en él muchos datos de la empresa de la que ese caballero era el director. Cuando me percaté de lo sucedido, pocos minutos después que el afectado, le miré con cierta admiración ante la serenidad con la que se comportaba. Me dijo: “me lo han quitado; es un hecho”; y lo comentó como el que constata que llueve. Y ya está, pasó a otro asunto y compró al día siguiente un nuevo ordenador. Aquella circunstancia supone para cualquiera un roto en el panorama del día; sin embargo, provocó en mí una enseñanza eficaz: aprender a asimilar los contratiempos como parte de la realidad.

Nos gusta que las cosas salgan según nuestras expectativas, tal y como hemos planeado. Reconocemos que las agradables sorpresas tienen una magia que, en ocasiones, supera lo previsto. Pero una adversidad seria no hace ninguna gracia. Sin embargo, una reacción ejemplar ante un problema puede provocar una enseñanza positiva, como hemos dicho; y esto sí que tiene su gracia. La vida hay que tomarla como viene: este es un consejo socorrido, fácil de decir a un buen amigo, y más difícil de aplicarlo a uno mismo. Algo todavía más complejo de asimilar es que esa curva molesta del camino pueda ser una misteriosa autopista. Pero con frecuencia es así. La sabiduría cristiana afirma que Dios escribe derecho con renglones torcidos. Quizás lo que ocurre es que somos nosotros los que estamos torcidos, y nos hacen falta unos palos que nos pongan rectos.

Las dificultades exteriores, que observamos, pueden ayudarnos a solucionar otras dificultades interiores, de las que quizás no somos muy conscientes. Me refiero, por ejemplo, al déficit de gratitud o al exceso de orgullo. Un golpe en nuestra existencia nos puede hacer más conscientes de nuestros límites y, de este modo, vivir una libertad más realista. “Donde una puerta se cierra, otra se abre”. Este dicho popular es verdad; la fe cristiana lo aplica incluso a la muerte. Pero sin llegar a este extremo, las situaciones que nos descolocan pueden ayudarnos a recolocar nuestra jerarquía de valores.


José Ignacio Moreno Iturralde

Saturday, June 01, 2024

¿Es nuestra sociedad tecnológica más feliz?


La irrupción de la IA hace prever grandes cambios en el mundo laboral. Ya estábamos muy tecnologizados, pero esta novedad pone en el desarrollo del conocimiento una guinda, un cohete, o una bomba; todavía no lo sabemos bien. Bien es cierto que tanta tecnología no incumbe a enormes sectores de población de países poco desarrollados. Las patentes desigualdades mundiales ponen de manifiesto que, junto al desarrollo de la inteligencia artificial, existe una deficiente inteligencia natural, si por ésta entendemos un progreso humano y moral.

Nuestra sociedad occidental se rige por los méritos, la eficacia y los resultados. Se nos pone cara muy seria al hablar del trabajo. Tanta tensión y exigencia se intenta compensar con espacios de diversión y afectividad. Pero no parece que haya mucha unidad personal en estos planteamientos. ¿Usted para qué vive? resulta una pregunta provocadora e impertinente, pero de gran valor, y quizás convenga enfrentarse a ella más a menudo y con detenimiento.

Disfrutar es algo fantástico, que se desea para uno mismo y para los demás. Sin embargo, solo a personas muy cercanas y de confianza se les desea ser felices. Hay un cierto escepticismo respecto a la felicidad. Las tragedias que nos dan a conocer los medios de comunicación y las asperezas de la realidad, nos sitúan en un marco donde parece que hay no se divisa un espacio estable de felicidad.

Sin embargo, como una estrella en el firmamento, aparece ante nosotros algún hombre o alguna mujer feliz. Suele ser alguien realista, maduro, que sabe querer y se le quiere. Se trata de una persona que es una referencia para su entorno, sin que ella se dé mucha cuenta. Nos percatamos entonces de que estos familiares o amigos llevan consigo una antorcha de auténtico progreso. Pienso que una de sus cualidades destacadas es la sencillez: algo muy relacionado con aceptarse a uno mismo en el mundo, centrándose en la realidad que toca, sin dar muchas vueltas a lo que podría haber sido de otro modo. Quien posee esta virtud tiene un estilo de vida sincero, abierto a una empatía natural con quienes les rodean. No se trata de que les haya salido todo bien; sino de que saben salir bien de lo que les sucede. Conocen el modo de volver a poner en su sitio lo que se ha descolocado. Sus vidas no han sido fáciles, pero parece que ellos y ellas saben hacer las cosas de un modo fácil. Todo el mundo tiene problemas y defectos, pero hay personas que tienen un especial salero para vivir, y un carácter estupendo. Quisiéramos ser como ellos en esto y nos preguntamos: ¿Cuál será el secreto de su felicidad? Como les conocemos, algo podemos intuir de por dónde van los tiros. Además, es bueno plantearse… ¿No podría yo llegar a ser así también?


José Ignacio Moreno Iturralde