Monday, June 03, 2024

Cuando la vida te descoloca


En cierta ocasión le robaron el ordenador a un amigo mío. Lo dejó en una sala de trabajo, y al poco tiempo desapareció. De este desagradable incidente recuerdo la capacidad de encajar la situación de aquél amigo: no hizo ningún aspaviento, no emitió ninguna queja. El ordenador estaba en buen estado, y había en él muchos datos de la empresa de la que ese caballero era el director. Cuando me percaté de lo sucedido, pocos minutos después que el afectado, le miré con cierta admiración ante la serenidad con la que se comportaba. Me dijo: “me lo han quitado; es un hecho”; y lo comentó como el que constata que llueve. Y ya está, pasó a otro asunto y compró al día siguiente un nuevo ordenador. Aquella circunstancia supone para cualquiera un roto en el panorama del día; sin embargo, provocó en mí una enseñanza eficaz: aprender a asimilar los contratiempos como parte de la realidad.

Nos gusta que las cosas salgan según nuestras expectativas, tal y como hemos planeado. Reconocemos que las agradables sorpresas tienen una magia que, en ocasiones, supera lo previsto. Pero una adversidad seria no hace ninguna gracia. Sin embargo, una reacción ejemplar ante un problema puede provocar una enseñanza positiva, como hemos dicho; y esto sí que tiene su gracia. La vida hay que tomarla como viene: este es un consejo socorrido, fácil de decir a un buen amigo, y más difícil de aplicarlo a uno mismo. Algo todavía más complejo de asimilar es que esa curva molesta del camino pueda ser una misteriosa autopista. Pero con frecuencia es así. La sabiduría cristiana afirma que Dios escribe derecho con renglones torcidos. Quizás lo que ocurre es que somos nosotros los que estamos torcidos, y nos hacen falta unos palos que nos pongan rectos.

Las dificultades exteriores, que observamos, pueden ayudarnos a solucionar otras dificultades interiores, de las que quizás no somos muy conscientes. Me refiero, por ejemplo, al déficit de gratitud o al exceso de orgullo. Un golpe en nuestra existencia nos puede hacer más conscientes de nuestros límites y, de este modo, vivir una libertad más realista. “Donde una puerta se cierra, otra se abre”. Este dicho popular es verdad; la fe cristiana lo aplica incluso a la muerte. Pero sin llegar a este extremo, las situaciones que nos descolocan pueden ayudarnos a recolocar nuestra jerarquía de valores.


José Ignacio Moreno Iturralde

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