Wednesday, May 24, 2017

Símbolos y relaciones (Razón y Fe I)

El universo y la vida esconden el misterio de su porqué. Cualquier cosa se relaciona con todo lo demás, a través de caminos inabarcables. Todo es relativo, sí, pero relativo a algo, y a algo que sostiene esa gran madeja de relaciones. En la propia identidad del espacio y del tiempo se entreteje el pasado, el presente y el futuro con la aguja de la eternidad.

Existen unas condiciones previas para que pueda existir todo lo que surge en el tiempo, por esto el sentido de cualquier cosa está antes fuera que dentro de sí misma. El principio filosófico que defiende que la vida la realidad no es contradictoria, resulta un cimiento que edifica la vida, e impide su ruina. El que todas las cosas tengan una causa de su existencia nos asegura que nuestra historia no es un azar vacío.


Los símbolos consisten en referirse a algo que es por ellos representado. Podemos decir que los hechos del mundo tienen un carácter simbólico, porque su ser nace del sentido previo de su naturaleza. Este componente simbólico no resta consistencia a las cosas, sino que se las otorga.


Para Hegel (1770-1831) "el ser es igual a la nada": cada pequeña realidad quedaba desintegrada, como un chispazo insignificante, en una razón absoluta: una especie de programa racional evolutivo interno al universo. Hegel divinizaba al universo, lo cual supone un modo de destruirlo. Lo que aquí defendemos, frente a Hegel, es que cada cosa existente se abre a un sendero milenario de relaciones con estrellas, de un mismo universo cuajado de significado. Un significado que está en el mundo y proviene de fuera del mundo.

La paradoja del mundo es que vemos las cosas, pero no divisamos muchas de las relaciones que configuran su significado, y esto es algo semejante a fijarse demasiado en los  planetas y olvidarse de las órbitas que sostienen su existencia. En el mundo, lo más maravilloso es lo que no se ve.





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