Wednesday, May 24, 2017

Cosas cotidianas y misterio (Razón y Fe-3)


Es misterioso el sentido de las galaxias, la configuración de nuestro ADN en el seno materno y tantos otros enigmas de la realidad. Lewis explica que las leyes del mundo no producen los hechos, del mismo modo que por sumar 500+ 300 euros no aparecen 800  euros en nuestro bolsillo,  por arte de magia. Los hechos, o las cosas, actúan a través de las leyes naturales, pero no existen por ellas. Cada cosa del mundo responde a una voluntad creadora.


Los hombres siempre se han visto fascinados por los misterios. Muchas veces se ha llamado misterios a lo que simplemente era ignorancia. Pero afirmar que todo misterio es puro desconocimiento, revela una ignorancia considerable. Los misterios verdaderamente atractivos no son supersticiones, tonterías o cosas que sólo aceptamos en películas de ficción. Para que un misterio sea atractivo tiene que presentar ciertas credenciales de realidad. Nos atraen los misterios que pueden ser verdad. Nuestra propia vida es verdad y es misteriosa, porque su raíz y sus frutos escapan a nuestro control.



A un nivel más modesto, no deja de ser misterioso algunos rasgos del comportamiento humano: cuántas veces nuestros defectos dominantes nos resultan algo parcialmente misterioso. Si todo lo tuviéramos calculado y dominado, no habría espacio para la aventura. Si aceptamos que la vida tiene un notable componente misterioso, avanzaremos por ella con más determinación y ligereza.



El ateísmo es la negación del misterio, por eso suele resultar tan poco divertido. Sí la vida es un misterio hecho realidad, nos sentimos en un escenario asombroso y algo mágico. Aunque la rutina de los hechos se preste a poca magia, nosotros podemos ponérsela a la vida, sacando la liebre blanca de la alegría desde la chistera negra de la rutina. La aceptación del misterio es también señal de sensatez.



La lógica humana es misteriosa: desde unos circuitos neuronales se expresan ideas y sentimientos que establecen relaciones, portadoras de felicidades o desdichas. La lógica es un fin para la felicidad; y la felicidad tiene buena parte de misterio. Sí la razón quiere apropiarse del mundo, perdiendo la reverencia que debe al misterio de la realidad, se pierde a sí misma.

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