Friday, October 17, 2014

Sobre los retiros espirituales

Fragmento de la Carta del Prelado del Opus Dei (marzo 2011):
“San Josemaría hacía observar que esta práctica espiritual es algo común en la Iglesia desde los primeros siglos: siempre que una persona buscaba prepararse para una misión, o, simplemente, notaba la urgencia de corresponder con mayor entrega a los toques de la gracia, procuraba intensificar su trato con el Señor. Retiros los hacían ya los primeros cristianos. Después de la Ascensión de Cristo al Cielo encontramos a los Apóstoles y a un grupo numeroso de fieles reunidos dentro del Cenáculo, en compañía de la Virgen Santísima, esperando la efusión del Paráclito que Jesús les había prometido. Allí los halla el Espíritu Santo perseverantes unanimiter in oratione ( Hch 1, 14), metidos en la oración. De igual modo se comportaron aquellas almas que en la primitiva cristiandad, sin apartarse de la vida de los otros, se entregaban a Dios en sus casas; y los anacoretas que marchaban a los desiertos, para dedicarse en soledad al trato con Dios... ¡y al trabajo! (...). Todos los cristianos que se han preocupado sinceramente por su alma, han hecho de un modo u otro sus retiros. Porque se trata de una práctica cristiana”.
Desde los primeros años de la Obra, nuestro Fundador concedió gran importancia a esos tiempos dedicados exclusivamente a la oración y al examen, que resultan muy necesarios para mantener vibrante la vida interior. ¿Qué haremos tú y yo en estos días de retiro? , se preguntaba en una ocasión; y respondía: tratar mucho al Señor, buscarle, como Pedro, para mantener una conversación íntima con Él. Fíjate bien que digo conversación: diálogo de dos, cara a cara, sin esconderse en el anonimato. Necesitamos de esa oración personal, de esa intimidad, de ese trato directo con Dios Nuestro Señor ".

En el comienzo de su Pontificado, Benedicto XVI volvía a recomendar los días de retiro espiritual, “particularmente los que se hacen en completo silencio”. Y en el tradicional Mensaje para la Cuaresma de este año, refiriéndose al Evangelio del segundo domingo, el de la Transfiguración del Señor, insiste: “es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: Él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cfr. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.

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