Friday, November 10, 2006

Chesterton se quitó el sombrero

“Cuando entro en una Iglesia me quito el sombrero,no la cabeza”.

La quinta etapa de la vida de Chesterton coincide con su bautismo católico. En 1900 había conocido a Hilaire Belloc y en 1901 contrajo matrimonio con Frances Blogg, a la que había conocido en 1896. Frances era anglicana practicante y Chesterton la acompañaba a la Iglesia. Fue en esa época cuando comenzó a frecuentar los oficios litúrgicos. También por aquella época profundiza en una idea importante: la humildad.Reflexionando sobre el paganismo y sobre su grotesca parodia moderna se da cuenta de que el Cristianismo ha conquistado el corazón de los hombres a través de la humildad. Por eso frente al deber exigido por la mentalidad moderna el opone el don que ha de ser agradecido. La soberbia, por el contrario, deforma la perspectiva de las cosas e impide ver el mundo tal como es. De ahí que la autoafirmación propia del hombre moderno conduzca también a la ignorancia. Y una de las deformaciones más graves es el gnosticismo que, so pretexto de conocer los arcanos acaba negando el misterio de la Encarnación.Fue la sorpresa ante el mundo y la capacidad de asombro, unidos al agradecimiento por la vida, lo que llevó a Chesterton a abrazar cada vez más la fe hasta pedir el bautismo en 1922. Por fin llegaba a la que denominó la “casa del hombre”. Después, cuando viajó a Roma reafirmó que por fin se sentía en su hogar.Chesterton se bautizó en una sencilla barraca con tejado de uralita. En Beaconsfield aún no habían podido construir la Iglesia. Días antes se paseaba por su casa repasando un pequeño catecismo.

Más tarde, para responder a los que se preguntaban por su conversión al catolicismo escribió:
“Cuando la gente me pregunta a mí o a cualquier otro ¿Por qué te uniste a la Iglesia de Roma?, la primera respuesta esencial, aunque sea en parte incompleta es: “para librarme de mis pecados”. Porque no hay ningún otro sistema religioso que declare verdaderamente que libra a la gente de los pecados. (…) El sacramento de la penitencia da una vida nueva, y reconcilia al hombre con todo lo que vive: pero no como lo hacen los optimistas y los predicadores paganos de la felicidad. El don viene dado a un precio y condicionado a la confesión. He encontrado una religión que osa descender conmigo a las profundidades de mí mismo”.

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