Saturday, June 03, 2006

San Carlos Lwanga


El soberano del reino de Uganda, al que pertenecía Carlos y los suyos, era un joven voluble y sensual de sólo dieciocho años, al que además rodeaban inescrupulosos consejeros. "¿No ves -lo azuzaban- que estos cristianos te quitarán el poder? Tendremos que huir y tus posesiones serán de ellos y de los extranjeros que los han engañado". El joven rey negro volvió, pues, al paganismo, que nunca había abandonado de corazón, y buscaba deshacerse de los conversos; lo llevaban no sólo motivos de índole política, sino sobre todo que los creyentes, y en concreto Carlos, no habían querido acceder a sus incitaciones homosexuales. Así el rey decretó una persecución “contra los que hacen oración”. El martirio de Carlos Lwanga fue atroz. La tribu rodeaba al muchacho ansiosa de que éste, abjurando de la fe, salvara su vida. Carlos era muy amado por sus compatriotas, pero el valiente joven no respondió una sola palabra a las acusaciones de sus injustos jueces. Finalmente, el tres de junio de 1886, junto con otros doce cristianos (algunos de cuales habían recibido el bautismo de manos de Carlos momentos antes), fue consumido por el fuego sin exhalar un gemido. Oh Dios, que concediste a tu siervo Carlos la gracia del martirio, concédeme en memoria de su entrega y contando también con la intercesión de Santa María Siempre Virgen, Madre del Amor Hermoso y Reina de la Pureza, la fortaleza necesaria para perseverar fiel a tus designios y leyes sin importarme ni las presiones contrarias del ambiente ni la persecución por parte de los poderes humanos. De igual modo te pido a través de Carlos y Santa María la gracia de la conversión para los que desde la ideología homosexual o la militancia gay abjuran de la fe y persiguen a los cristianos. Haz que tu Iglesia nunca vacile para exponer Tu doctrina y danos a todos la fuerza y la valentía suficientes para defender el tesoro de la pureza de nuestros hijos y que así puedan dedicarse a Ti en el servicio a la Iglesia y a todo el género humano sin discriminación alguna. Por Cristo nuestro Señor. Amén

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