Saturday, March 25, 2006

La acción del diablo en nuestra vida cotidiana

Con cierta periodicidad oímos hablar de posesiones diabólicas y de exorcismos practicados por algunas personas a endemoniados. Cuando uno puede acceder a hablar con protagonistas directos de ese tipo de circunstancias constata que se trata de hechos reales, no de hipótesis. Son conocidas varias películas, más o menos acertadas, sobre estas cuestiones. Gracias a Dios no es lo habitual verse metido en estos sucesos, pero podríamos pensar que la influencia del diablo en nuestras vidas no es algo de entidad, tal vez incluso sea inexistente. En mi modesta opinión me parece que no es así. Cada cual a su nivel podría plantearse estas preguntas:-¿Realmente necesito a Dios en mi vida? -¿Puedo vivir establemente en gracias de Dios?.-¿Tener un trato de intimidad, de tú a Tú con Jesucristo, es algo para mi? -¿Puedo realmente llegar a ser un santo de altar?...Es posible que para todas o para algunas de estas preguntas nuestra respuesta sea negativa. Lo vemos, lo sentimos o notamos así. Consideramos en tales negaciones una respuesta “auténtica” para con nosotros mismos. Sin embargo esas respuestas negativas son falsas, son mentira.

La relación con Dios es un problema que hay que plantear bien. En la santidad personal la iniciativa es de Dios y la fuerza viene de Él; no de nosotros. Pongamos un ejemplo: En un partido de voleibol sería un error pretender meter el punto sin contar con la ayuda de los demás. Tal jugador, aunque hiciera alguna buena jugada terminaría por perder, él y su equipo. Por lo tanto tiene que contar con la ayuda de otros. Para nuestro caso podemos comparar esa ayuda con la de una persona con vida recta, buena doctrina y experiencia cristiana –un director espiritual-; y, desde luego, con la propia gracia de Dios, que sabrá reconducir nuestras acciones para pasar con habilidad el balón por encima de la red. No se nos pide un pasivismo, sino hacer lo que buenamente podamos con tesón y humildad; Dios hará el resto.

La gracia de Dios no nos la podemos provocar nosotros mismos. Si observamos a nuestro hijo de tres años avanzar por el pasillo con unos andares no muy marciales el chaval nos cae en gracia. Si nuestra vida es recta, pese a nuestros evidentes defectos, le caemos en gracia a Dios: la gracia viene de Dios y es Él quien nos levanta y ayuda.

El diablo, que tanto sabe de autonomía, pretende distanciarnos de Dios, quiere que nos centremos en nosotros mismos y que no vivamos de fe. El diablo nos presenta sesudas y experimentadas reflexiones para que establezcamos distancias con Dios; para que valoremos más nuestras fuerzas – a veces muy escasas- que la posible ayuda divina. Se trata de una burda artimaña que resulta, sin embargo, una guerra sucia eficacísima contra personas de toda condición, incluso muy cristianas.

Sin embargo...¡Dios es nuestro Padre amantísimo! Por muchos que sean nuestros errores y pecados, que debemos confesar con la precisa frecuencia, sólo nos alejaremos de Él por una autosuficiencia y un desánimo que se sitúan en las antípodas de la verdadera humildad. El diablo, tras incitar al pecado, nos lleva después a ver lo precario e insuficiente de nuestra condición: es el príncipe del desaliento, de la autonomía radical orgullosa o abatida, incluso desesperada.
Recomenzar, una , mil, cien millones de veces, en nuestra vida cristiana es el fruto de mirar a Dios y no a nosotros mismos. Si Dios es Dios y es mi Padre tenemos todas las de ganar. Me parece que era Santa Catalina de Siena quien afirmaba que los pensamientos de Dios son los que dan paz, mientras que los del diablo siembran inquietud, desasosiego y tristeza. Cuando confiamos en Dios y actuamos en consecuencia nos hacemos mejores personas; prueba cierta de que estamos en el camino verdadero.
José Ignacio Moreno Iturralde

No comments: