Thursday, April 21, 2005

La Confesión: el sacramento de la alegría

Cuando tenía 48 años Chesterton, un famoso escritor inglés, se convirtió al catolicismo. Le preguntaron que por qué lo hizo. Su respuesta era sencilla:”Porque es la única religión en la que se me perdonan los pecados”. La confesión es un sacramento instituido por Jesucristo: es el sacramento de la reconciliación con Dios, de la alegría. Nos habla de un Dios que es Padre y que nos perdona cuantas veces sea preciso, siempre que haya arrepentimiento. Jesucristo dice en el Evangelio a sus Apóstoles “a quien perdonareis los pecados les serán perdonados y a quien se los retuviereis les serán retenidos”. ¿Por qué hace esto el Señor? Ya sabemos que Dios no se ata las manos con los sacramentos pero ha querido que tengamos la seguridad y tranquilidad palpable y visible de que se nos perdonan los pecados.

Para realizar la confesión, también llamada el sacramento de la penitencia, es preciso estar bautizado. Habrá que hacer un examen de conciencia. Hay que ir formando bien la conciencia para saber distinguir lo que es pecado venial de lo que es pecado mortal. Influirán en esto circunstancias personales, pero no siempre: hay cosas que objetivamente siempre están bien: ayudar a un enfermo; y otras que siempre están mal: castigar a un inocente. La confesión ha de ser auricular y secreta. Habrá que decir al sacerdote los pecados mortales de los que uno se acuerda desde la última confesión, en número y especie o tipo de pecado; y en número. Es preciso tener dolor de los pecados y propósito de la enmienda, lo cual no significa que por debilidad uno no se encuentre con la suficiente fuerza para no volver a pecar; la gracia de Dios nos ayudará. No se trata de una retahíla interminable de cosas sino de las culpas que sinceramente recordemos en nuestra conciencia; sin omitir ninguna conscientemente; lo que añadiría otra falta moral peor. También pueden confesarse los pecados veniales que nos acordemos. Como todo sacramento la confesión tiene una eficacia por si misma que se aprovechará con más o menos intensidad según las disposiciones del penitente. Después de recibir la absolución del sacerdote, que es el ministro de la confesión, habrá que cumplir la penitencia: generalmente algunas oraciones. La materia del sacramento la constituyen los pecados del penitente y la forma la absolución del sacerdote que hace las veces de Jesucristo.

La Iglesia Católica nos pide que, al menos, comulguemos una vez al año por tiempo de Pascua y para esto debemos estar en gracia de Dios. La confesión forma nuestra conciencia y nos libera de nuestras culpas. A medida que pasa el tiempo uno se va dando más cuenta de que este entrañable sacramento nos libera de las rigideces o desvaríos de nuestra propia conciencia que se ilumina y llena de paz cuando encuentra su luz en Dios.

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