Saturday, November 15, 2025

Inquietudes y paz del corazón

Como el mar, el corazón puede pasar por momentos alborotados, inquietos. En ocasiones se pretende saciar ese deseo de querer, afectiva y corporalmente, de un modo pasional, algo alocado. Uno se fija en personas atractivas, que parece que podrían satisfacer esas tendencias. Pero si se tienen dos dedos de frente, y virtudes que educan el corazón, nos podemos dar cuenta de que estos sentimientos necesitan ser reconducidos a buen puerto.

Estamos hechos para querer, y es lógico que sintamos deseos que pretendan ser satisfechos. Pero para saber querer es imprescindible saberse queridos, reflexionar en quién nos quiere verdaderamente. Cuando uno es querido por alguien que considera importante, se sabe valioso y encuentra descanso y satisfacción. Además, es entonces cuando la inteligencia puede guiar mejor al corazón para que sepa amar a las personas como deben ser queridas y, por lo tanto, respetadas. La luz de la fe cristiana aporta orientación precisa a la mente y fortaleza de espíritu para saber amar sabiamente. Desde esta seguridad interior, donde se experimenta gratitud al caer en la cuenta del profundo aprecio que se nos tiene pese a nuestros defectos, se aprende a querer apasionadamente al mundo y a las personas, también cuando éstas presentan aspectos poco atractivos y con multitud de limitaciones. “Dame, hijo mío tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23:26).


José Ignacio Moreno Iturralde

Saturday, October 18, 2025

El cónyuge: ¿"Mi enemigo mortal" o el amor de mi alma?

“Mi enemigo mortal” es una novela de la escritora Willa Cather, en la que se narra la vida de un matrimonio. Lejos de lo aparente de su título, no se narra una existencia desgraciada marcada por malos tratos o el desencanto. Lo que recuerdo de este breve y encantador libro es una historia romántica, real y llena de humanidad, de una mujer y un hombre que se quieren profundamente, a pesar de las adversidades y las limitaciones de cada uno de los dos.

El amor conyugal tiene muchas facetas, desde afectivas hasta las efectivas. Hay que saber querer al marido o a la esposa con sus defectos, siempre que estos no sean algo claramente insoportable o denunciable. La escuela de la convivencia en las mil pequeñas cosas de cada día es realmente una palestra de la forja de los caracteres personales, que son el cañamazo y las raíces de la familia, aquel lugar tan profundamente humano.

Compartir alegrías, penas, fiestas, enfermedades y la vida cotidiana, puede muy bien ser una escuela de generosidad donde se aprende a querer al cónyuge y a los hijos, si vienen. Es esta precariedad la que puede ser transformada por un amor fiel. Y esta fidelidad es la que otorga al matrimonio y a la familia su valía capital, que hoy no puede darse por sobreentendida.

Hablar de los colores del amor tiene tintes de una notable cursilada; pero puede no serlo tanto cuanto caemos en la cuenta de que el blanco de la misericordia es el tono más propio del verdadero amor, donde convergen el resto de las tonalidades. Es cierto que el cariño familiar tiene que compaginarse con la justicia; como también lo es que en la familia se va mucho más allá de lo meramente equitativo.

El cristianismo eleva a sacramento la naturaleza del matrimonio, viéndolo como una imagen del propio amor divino. La escuela del perdón y la generosidad es, pese a sus dolores, la senda que lleva al manantial de alegría que solo la familia puede dar. En alguna ocasión, insisto que no hablo de casos graves, uno puede ver al cónyuge como “mi enemigo mortal” y, sin embargo, tantas veces es el amor de mi vida.

 

José Ignacio Moreno Iturralde

 

Sunday, October 12, 2025

Virgen del Pilar


 

El 12 de octubre es la fiesta de la Virgen del Pilar, Patrona de la Hispanidad. Suele encontrarse la imagen de esta advocación mariana en casi todas las iglesias, y son innumerables las españolas que celebran su onomástica este día.

Día destacado, en nuestro calendario, el 12 de octubre. Desde 1892, está declarado, por Ley (18/1987 de 7 de octubre), Fiesta Nacional. Dos memorias o efemérides en este día: la Virgen del Pilar y la Hispanidad. Fue, precisamente,  un 12 de octubre cuando Cristóbal Colón, con tres carabelas al mando de marinos españoles, descubrió América ( 1942). Como reconoció san Juan Pablo II en Zaragoza ( noviembre de 1982), “España es tierra de María. Decir España es decir María. Por medio de ella, de diferentes formas de piedad, ha llegado a muchos cristianos del mundo la fe en Cristo (...) ». Aquí, en Zaragoza, ocurrió la primera aparición mariana, y sucedió cuando, todavía, la Virgen vivía en carne mortal. Vino sobre una pequeña columna, para dejar señal de su visita. Da la impresión de que esta aparición se anticipó en la Escritura como profecía: “ El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha ensalzado” (salmo 26).

¡Qué importante es la advocación de la Virgen el Pilar, que cobija, bajo su manto, a españoles, americanos y filipinos. Con ocasión de su fiesta, el que fue Nuncio en España, Bernardito Auza, calificó, a la Virgen del Pilar, como un símbolo de la "firmeza de la fe de los españoles", y dijo:  « Consideramos a María como el mayor bien que cabe después de Dios. María es un bien, una madre es siempre un bien, un bien que a nadie deja indiferente. Una madre despierta el respeto, suscita la admiración, se impone el reconocimiento. Por eso el pueblo cristiano siente la fascinación de la Virgen llamándole vida, dulzura, esperanza nuestra» (12 de octubre de 2022).


 Josefa Romo Garlito

Sunday, September 14, 2025

Las tres dimensiones del corazón

El llamado flechazo tiene su importancia en la vida, a veces mucha. Pero siempre, y a medida que pasan los años, conviene tener más cuidado para que el arco del flechazo no se convierta en un boomerang, que termina por estampársenos en la geta.

El mundo del sentir, gustar, la “química”, son cosas humanas; pero conviene saber que el sentimiento no conoce, porque la atracción hacia alguien no da razón de quién es verdaderamente esa persona. Es importante tener dos dedos de frente, para saber reorientar con prudencia los sentimientos.

En un segundo lugar, está el ámbito de la voluntad: las decisiones tomadas con la cabeza respecto a responsabilidades familiares y laborales. Cuando vivimos nuestros deberes cotidianos con un sentido positivo, aunque no nos apetezcan mucho, nos forjamos como personas maduras y ayudamos a otros a serlo. También es interesante destacar que un puro voluntarismo, donde los sentimientos no tuvieran ningún lugar, es algo inhumano, que tiene los días contados. No se puede vivir siempre solamente a golpe del deber. Como alguien dijo: no hay que hacer las cosas por gusto, pero si con gusto; al menos se puede intentar.

Pienso que hay un último terreno del corazón, especialmente duro. Se trata del relativo, por ejemplo, a cuestiones como: ayudar a enfermos crónicos, aguantar ofensas de familiares -hasta cierto punto-, perdonar y pedir perdón, afrontar enfermedades difíciles o situaciones dramáticas. La vida tiene vericuetos oscuros y noches huérfanas de luna, donde acecha la desesperación y el abatimiento. Sin embargo, es en estas situaciones, si se viven con esperanza, con la ayuda de personas de confianza y el auxilio de Dios, cuando el corazón humano puede iluminarse bajo la luz reconfortante de la misericordia. Se produce entonces una afirmación más profunda y sencilla de la existencia. Es en estos momentos duros, no buscados voluntariamente, cuando podemos ser capaces de entender y querer a los demás con luces superiores, que además hacen renacer en nuestro interior sentimientos de comprensión y de profunda confianza.


José Ignacio Moreno Iturralde

 

Saturday, August 30, 2025

Fe, esperanza, alegría


En el mundo hay cosas estupendas con las que podemos disfrutar un montón. También hay muchos días de tonos grises, que hay que aprender a vivir con el salero que uno pueda. También hay situaciones duras y tremendas.

La fe cristiana nos dice que la última palabra no la tiene el mal y la muerte, sino la verdad y la vida. Es mucho creer, pero la fe no es un invento humano sino un don divino. Al vivir según esta fe, tenemos esperanza en mejorar este mundo y en la existencia de la vida eterna. En esta opción no tenemos una evidencia del resultado final; y esto es precisamente lo que nos ejercita en una filial dependencia que nos hace capaces de aspirar a lo infinito. Con la fe y la esperanza, nuestras acciones nos mueven a ser mejores personas y a ayudar a los demás a serlo. Esta mejora, entre otras cosas, es la que mueve a considerar que el mensaje cristiano de salvación es verdadero. Lo falso no nos haría superarnos. Las virtudes teologales, las que Dios nos concede si las pedimos con humildad y hemos de ejercitar, son la fe, la esperanza y la caridad; siendo esta última la más importante porque se refiere al amor a Dios y a los demás. En el título de esta reflexión hemos puesto alegría, porque ésta es como una embajadora y una manifestación de la caridad. 


José Ignacio Moreno Iturralde

Sunday, August 24, 2025

Para progresar más deprisa

La capacidad de innovación en diversos sectores nos permite avanzar con un paso más rápido en nuestro progreso personal y social. Pero antes de seguir avanzando, tendríamos que preguntarnos qué es progresar. A nivel personal, una respuesta satisfactoria tendría que contemplar a la totalidad de la persona. Para esto, hay que pensar las cosas con calma y tener en cuenta todo lo que hemos recibido familiar y socialmente. Entre nuestra cultura, quedan todavía algunas frases sabias que no tienen que ver precisamente con las prisas. Entre ellas destacaría “despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas”. En este sentido, un jardinero me dijo una vez que, supuestos los conocimientos propios del oficio, “las cosas salen bien cuando se hacen con cariño”; y el cariño no suele ser precipitado. Lo conocí en un jardín precioso que tenía a su cargo.

Vivimos en una sociedad tecnológica y vertiginosa, que a veces resulta ser poco humana. No se trata de volver a siglos pasados, pero lo que es absurdo es una aceleración que nos angustia y nos difumina. Hay que pararse, ver cuál es nuestra jerarquía de valores y examinar si nuestra actitud diaria es coherente con esta jerarquía. Si se tienen fines claros en la vida, es posible que uno de los esfuerzos más saludables y costosos que se deban hacer es soltar cosas que sobran o estorban. Recuerdo una película, que vi hace mucho tiempo, en la que unos personajes tenían que tirar un pesado cofre con joyas desde un globo, para poder salir volando y salvar así la vida de un peligro. Uno de ellos dudó si quedarse con una de aquellas riquezas, pero finalmente la tiró. El final de la historia fue feliz. Conviene recordar que la avaricia rompe el saco.

Tenemos que descubrir o redescubrir lo que verdaderamente merece la pena y dirigirnos a esto de un modo más decidido y alegre. Se da, por tanto, una paradoja: hay que pararse a pensar la verdad y atreverse a arrojar lo que no es bueno para alcanzar algo mucho mejor. De este andar con más calma y ponderación se deriva una gran ganancia de tiempo.

Vivimos en un mundo con muchas cosas anteriores a nosotros mismos. Si uno quiere volar alto, tiene que estar atento a detectar por donde vienen los vientos buenos. Dejarnos ayudar por quienes merecen nuestra confianza es una actitud sensata e inteligente, que refuerza nuestra personalidad. Estamos rodeados de personas; y a un buen número de ellas las conocemos y apreciamos. Muchas veces, dedicarnos a una vida de servicio a los demás, teniendo en cuenta nuestras cualidades, resuelve muchos de nuestros problemas, embrollos y complicaciones. Es exigente y certera la sabiduría popular cuando afirma que “el que no vive para servir, no sirve para vivir”. Realmente, pensar en los demás de un modo estable, y vivir en consecuencia, supone llevar una vida profundamente original y acertada.

En el transcurso de la vida no todo es lineal, ni se ve siempre claro lo que tenemos que hacer. Pueden aparecer en nuestra existencia tramos difíciles, pero siempre hay una luz, al menos para cada día, que nos lleva a hacernos mejores personas, ayudando a los demás a que lo sean. Tal luz es una realidad que viene de fuera de nosotros mismos, como el sol que entra en la habitación por la mañana. Esta claridad va mostrando un sendero que nos enseña a querer, a apreciar lo bueno, a aspirar a lo mejor. Se trata de descubrir que somos profundamente queridos, a pesar de nuestras limitaciones, si nos empeñamos en seguir por este camino de victoria. Se puede buscar y encontrar un amor grandioso, que no traiciona pase lo que pase. Este amor con mayúscula existe y es un auténtico norte de felicidad.


José Ignacio Moreno Iturralde

 

Friday, August 22, 2025

Paz y posición personal

Como profesor, me da alegría ver a muchos alumnos y alumnas progresar, y plantearse cuáles serán sus estudios universitarios o de Formación Profesional. Es bonito observar a esta juventud con un futuro abierto, y libertad para decidir lo que quieren ser.

Cuando va pasando el tiempo se han tomado decisiones, que no son una negación de la libertad sino una inversión de esta estupenda facultad humana. Lógicamente hay muchas cosas que pueden cambiar con el tiempo; pero hay otras cuestiones en las que establecemos compromisos importantes. Pienso que la categoría de una persona tiene bastante que ver con los compromisos que ha adquirido.

Es importante tener una jerarquía de valores clara, porque a veces nos podemos imponer auto-obligaciones que no son imprescindibles. Es clave saber ejercer la libertad y dejar algo que es un peso innecesario e inconveniente. Por otra parte, ser personas de palabra es algo de gran importancia para los demás y para nosotros mismos. En el trabajo hay una responsabilidad del empleador, pero también del trabajador. Lo digo en el sentido de no dejar tirada a la empresa, sin capacidad de reacción, por una nueva y distinta oferta laboral sorpresiva que parece más sugerente. Claro que uno tiene libertad de elegir el trabajo que quiera, pero también hay que procurar ser un caballero o una señora, que da ejemplo de buenas prácticas profesionales. Además, el sentido común tendrá que valorar si realmente ese cambio de trabajo es sensato o no lo es.

Entre los compromisos, destacan por su valor los familiares: las relaciones conyugales, de maternidad y paternidad, así como las filiales y de fraternidad, son nuclearmente humanas. Todas ellas cobran una significación aún más profunda si se realizan como un amor humano que enlaza con Dios.

En todo el ajetreo de la vida, hay algo destacable: la paz interior. Este estado es también una virtud, y ante todo un don. Ya se ve que no se trata solamente de tener espacios de tiempo veraniegos, sino de aspirar a tener ese buen “cuajo” y sosiego en las mil incidencias de la vida. Pero la paz es consecuencia de una lucha interior, de batallar personalmente por hacer el bien a nosotros mismos y a los demás. Pienso que gran parte de esa lucha tiene relación con vivir con esfuerzo el día a día, pechando con nuestros deberes, especialmente los familiares. Esto puede resultar costoso, pero es necesario para ser mujeres y hombres en los que otros se puedan apoyar.

Hay que saber mirar hacia el cielo, abriendo con decisión los brazos a las responsabilidades que tenemos en este mundo. Me parece que este planteamiento está muy relacionado con la Cruz cristiana. El cristianismo llena de sentido el saber aguantar nuestra posición en la vida, aceptándonos a nosotros mismos y a quienes nos rodean. Tal actitud exige de mejora por nuestra parte, así como de procurar la mejora de los otros. En esta incómoda batalla se va fraguando nuestra propia paz interior, algo que se transmite a nuestro entorno y a la sociedad.

Tanto el exceso de ambición como la enfermiza tendencia a salirnos de nuestro sitio, es la causa de múltiples problemas personales, familiares y sociales. Por esto, hemos de luchar por la armonía interna, por la tranquilidad en el orden, contando con múltiples meteduras de pata, que serán un buen terreno de humildad para que así vaya surgiendo el árbol vigoroso de la paz. Con la ayuda de Dios, como afirmaba San Josemaría, podemos ser sembradores de paz y de alegría; personas que, sin darse mucha cuenta, saben querer, están contentos con su vida -a pesar de los pesares-, y son referencia de generosidad y simpatía.


José Ignacio Moreno Iturralde