Entre los primeros principios o reglas de
juego de la realidad, cabe destacar el de no contradicción (una cosa no puede
ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido) y el principio de
causalidad (todo lo que existe tiene una causa de su existencia). De este modo,
todos los seres están reglados por ellos. Estos principios son condiciones
previas de la realidad; por esto lo real no puede ser totalmente contradictorio
o absurdo. Sin los primeros principios la realidad no existiría.
Ni un abejorro volador ni un pavo real han
elegido su tipo de organismo. Ni siquiera han elegido existir; sus vidas
dependen de algo anterior y distinto a ellos. A nosotros nos pasa algo, en
parte, parecido. Hay muchas cosas y personas que no hemos elegido en nuestra
vida, algunas de las cuales solemos querer mucho: por ejemplo, a nuestra madre.
Los seres humanos somos físicos,
racionales y libres. Por este motivo tenemos proyectos para nuestra vida. Pero fijarse
metas como si fuéramos absolutamente autónomos, sin depender de nada ni de
nadie, es un error que termina pagándose caro. Si uno quiere andar con la
cabeza, se la puede romper. Si alguien opta por ser un egoísta redomado,
cosechará amargura y soledad.
Dependemos de muchos factores ajenos a
nuestra voluntad, en un mundo mucho más grande que el alcance de nuestra vista.
Por este motivo, hemos de ejercitar la fantástica capacidad de la libertad
siendo conscientes de nuestras limitaciones. Con mi libertad doy sentido a mi vida,
pero no todo. Hay muchas cosas que escapan a mi control y ni siquiera soy capaz
de entenderme totalmente. Por esto, el sentido de mi vida está antes fuera que
dentro de mí mismo. Cuando entendemos esto, la vida se convierte en una
aventura donde suceden cosas que dependen de mí y otras que no, aunque siempre
puedo elegir el modo personal de vivir tales situaciones. Entre el plano
horizontal de mis elecciones, necesito levantar la mirada y encontrar un GPS
seguro y luminoso para el viaje de la existencia. Y esa luz, como las
estrellas, es anterior a mí, y me da referencias para descubrir y desarrollar
libremente el sentido de mi vida.
José Ignacio Moreno Iturralde
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