Monday, August 08, 2022

Aceptación personal y relaciones con los demás.


Una de las ciencias más difíciles es la de llevarse bien con uno mismo. Es cierto que hay etapas en las que uno está fenomenal, pero también es verdad que existen periodos en que la vida se nos puede poner cuesta arriba. Los problemas pueden ser de diverso tipo: de salud, familiares, profesionales. No siempre es fácil resolverlos pronto; incluso pueden permanecer bastante tiempo. El remedio es tan sencillo como difícil: aceptar la vida que me toca vivir. Esta es la manera de que esté mejor yo mismo, y de hacer la vida más agradable a los que me rodean. ¿Pero cómo puede la voluntad aceptar algo que le resulta desagradable? Teniendo un buen motivo.

Es importante recordar que muchas cosas no las hemos elegido. Lo que sí podemos elegir es el modo de vivirlas. Por ejemplo, hay enfermos crónicos que son encantadores, y tal actitud es muy atractiva. Mi vida solo la puedo vivir yo, y es importante hacerlo con acierto. Donde solo se ve un obstáculo, puede existir una oportunidad divina. Una mera auto superación puede dar algo de satisfacción, pero la felicidad se encuentra en un amor fiel y compartido. Cuando me esfuerzo por mejorar la vida de alguien distinto a mí, resulta que aprendo a querer y yo mismo me siento mejor. Los sacrificios de los padres por los hijos, o de los cónyuges entre sí, son frecuentemente una prueba de lo que estamos diciendo.

Tener un motivo providencial de la propia existencia no niega la libertad, sino que la hace más fuerte. Si creo en Dios es más fácil que me mueva en un lenguaje de confianza y seguridad, pese a cualquier problema. Ciertamente hay un salto de fe, que es un don de lo alto, pero esta disposición resulta beneficiosa a todo ser humano que libremente la quiera aceptar. El cristianismo nos habla de un Dios personal y, por tanto, nuestras relaciones con Él han de ser personales. La teología católica explica que existe un único Dios, uno en esencia y trino en Personas. La divinidad es relaciones subsistentes: el Padre es todo paternidad; el Hijo es todo filiación; el Espíritu Santo es el Amor entre el Padre y el Hijo. Sin embargo, los seres humanos somos sustancias -sujetos- que se relacionan. Mi padre y mi madre tenían una existencia previa antes de que yo fuera su hijo. De lo antes dicho se deduce que nos hacemos mejores cuando vivimos más para los demás, porque así nos asemejamos más a Dios. Es verdad que tal donación no siempre es correspondida por los demás, y que la generosidad debe conjugarse con la justicia. Pero la referencia del modo de ser divino, asegura que el modo más humano de realizarnos es la entrega de uno mismo a los demás por Dios.

Si alguien no comparte la creencia en la existencia de Dios, es posible que sí participe de la idea de que es bueno ayudar a los demás. También puede entender que la existencia de Dios, para los creyentes, aporta una seguridad notable a la hora de intentar poner en práctica una vida de servicio a nuestros semejantes. Tal estilo de vida no niega derechos personales ni legítimas aspiraciones o intereses, sino que los dimensiona, ennoblece y reconduce a un fin mucho más grandioso que llena el corazón humano.


José Ignacio Moreno Iturralde

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