Thursday, April 01, 2021

La alegría de una madre


Una madre es composición de colores, orden, y agua de colonia. Siendo una fuerza indómita se engalana de ternura, y también de energía cuando es preciso. Conjuga lo que está disperso, aplaca la fuerza de su hijo o de sus hijos con una mirada juguetona llena de luz, conquista a su marido con una sonrisa franca, y tiene por bandera la de la victoria. Su pasmosa sencillez coincide con una alta inteligencia, porque sabe poner cada cosa en su sitio.

En el hogar, en el trabajo, en el deporte, o en las Bahamas, juega siempre en equipo, aglutina, alimenta, anima, diríase que su esencia es nutrirse de la alegría de los suyos.

Si algunos problemas le circundan la cabeza, su dimensión familiar los aniquila con la fuerza limpia del poderoso río de la maternidad; ríete del Amazonas.

Ella es la tierra madre y, quizás por esto, acepta con entereza la llegada del dolor y la adversidad. Llora en ocasiones, pero regando el campo de la vida con las lágrimas de su corazón materno. Surgirán así, con el nuevo sol, más  cosechas de luz y de futuro.

Los hijos, en sus iniciativas de comerse el mundo, cuentan con la fuerza y la seguridad de su vínculo filial. El marido, lidiando con los problemas cotidianos, centra y renueva el sentido de su vida en el alma que comparte con su mujer. Discuten a veces, sí; se aguantan, también; porque se quieren, y la forja del carácter es enseñanza coral de la armonía familiar.

El matrimonio no consiste principalmente en proponerse objetivos personales, sino en atar el carro a una estrella que marido y mujer miran con admiración. Es entonces cuando ese carro puede llevar el peso bendito de los hijos y de los días. Y cuando la estrella no se ve, se encuentra en los ojos de una madre.

Por muy torcida que se ponga la vida y por graves que sean los errores cometidos, el alma de una madre puede detectar el camino, anterior a ella misma, que llegará a buen puerto, aunque el trayecto no sea fácil. Sólo sabiéndose profundamente hija, tendrá la seguridad de seguir siendo madre; dando sentido, amor, a sus hijos.

Una madre es el manantial de la humanidad, algo más fuerte que todas las potencias del mal y de la muerte. La maternidad, biológica y espiritual –no siempre coinciden-, es el quicio de la vida y de la alegría de los hombres.

 

 

José Ignacio Moreno Iturralde


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