Una madre es composición de colores, orden, y agua de
colonia. Siendo una fuerza indómita se engalana de ternura, y también de
energía cuando es preciso. Conjuga lo que está disperso, aplaca la fuerza de su
hijo o de sus hijos con una mirada juguetona llena de luz, conquista a su
marido con una sonrisa franca, y tiene por bandera la de la victoria. Su pasmosa
sencillez coincide con una alta inteligencia, porque sabe poner cada cosa en su
sitio.
En el hogar, en el trabajo, en el deporte, o en las Bahamas,
juega siempre en equipo, aglutina, alimenta, anima, diríase que su esencia es nutrirse
de la alegría de los suyos.
Si algunos problemas le circundan la cabeza, su dimensión
familiar los aniquila con la fuerza limpia del poderoso río de la maternidad;
ríete del Amazonas.
Ella es la tierra madre y, quizás por esto, acepta con
entereza la llegada del dolor y la adversidad. Llora en ocasiones, pero regando
el campo de la vida con las lágrimas de su corazón materno. Surgirán así, con
el nuevo sol, más cosechas de luz y de
futuro.
Los hijos, en sus iniciativas de comerse el mundo, cuentan
con la fuerza y la seguridad de su vínculo filial. El marido, lidiando con los
problemas cotidianos, centra y renueva el sentido de su vida en el alma que
comparte con su mujer. Discuten a veces, sí; se aguantan, también; porque se
quieren, y la forja del carácter es enseñanza coral de la armonía familiar.
El matrimonio no consiste principalmente en proponerse
objetivos personales, sino en atar el carro a una estrella que marido y mujer
miran con admiración. Es entonces cuando ese carro puede llevar el peso bendito
de los hijos y de los días. Y cuando la estrella no se ve, se encuentra en los
ojos de una madre.
Por muy torcida que se ponga la vida y por graves que sean
los errores cometidos, el alma de una madre puede detectar el camino, anterior
a ella misma, que llegará a buen puerto, aunque el trayecto no sea fácil. Sólo
sabiéndose profundamente hija, tendrá la seguridad de seguir siendo madre; dando
sentido, amor, a sus hijos.
Una madre es el manantial de la humanidad, algo más fuerte que
todas las potencias del mal y de la muerte. La maternidad, biológica y espiritual
–no siempre coinciden-, es el quicio de la vida y de la alegría de los hombres.
José Ignacio Moreno Iturralde
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