Saturday, December 28, 2019

La paradoja de la Navidad




Cuando uno se va haciendo mayor, se da más cuenta de lo rápido que pasa una vida. También es frecuente observar como hay bastante gente buena, a la que no le sonríe la fortuna. Incluso resulta hiriente comprobar la cantidad de personas que sufren serios males, sin tener culpa alguna. La tentación del sin sentido permanece agazapada y, a veces, intenta saltar sobre nuestra conciencia. Pero todo esto puede obedecer a un error de apreciación.

La Navidad muestra que muchas cosas no son como parecen, que la vida “está al revés”: todo un Dios que se manifiesta en un recién nacido, una maternidad que se produce en una Virgen, unos sabios y ricos que hacen un largo viaje para postrarse de rodillas ante una familia humilde.

El núcleo del cristianismo no tiene nada que ver con lo absurdo, sino con una paradoja llena de significado: esta vida no es la definitiva. Se trata de una lógica que no es exclusivamente religiosa, sino también profundamente humana. Cada ser humano, especialmente el niño indefenso -incluido el que vive confiado en el seno materno- tiene una inmensa dignidad. Los dolores y las contradicciones, “dados la vuelta”, son fuente de sabiduría. Además, así se valoran mejor las frecuentes cosas gratas y estupendas que suceden en la vida, y uno se esfuerza con esperanza por mejorar el mundo todo lo que sea posible. Y si llega alguna noche oscura, es la ocasión de estar serenos y atentos para ver una estrella que luce con sentido y alegría.



José Ignacio Moreno Iturralde


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