Saturday, January 12, 2019

En algún lugar del corazón



Actuar cerebral y fríamente resulta, con frecuencia, bastante práctico. De todos modos, como norma general no parece un comportamiento muy atractivo ni muy humano. Por otra parte, moverse dando total prioridad por los sentimientos, suele traer bastantes problemas. El corazón es lo más valioso que tiene el ser humano, pero no es menos cierto que a veces se comporta como un loco insatisfecho. Es bastante sensato que sea la inteligencia la que tome las decisiones, escuchando y teniendo en cuenta los sentimientos del corazón. Sin embargo, un mero cálculo racional no parece suficiente para contentar la necesidad que todos tenemos de ser queridos y de querer.

En algún lugar del corazón, se esconde una especie de llama que purifica y guía la afectividad. Algo así como una luz sobrehumana que nos hace más humanos. Una fuerza discreta y poderosa que nos entona, reconforta y sitúa ante la vida, especialmente respecto a las relaciones con los demás; incluso las más difíciles. No es fácil encontrar ese misterioso farol y es fácil olvidarse de él; además requiere de una renovada y exigente atención para que siga orientándonos. Pero si se hace así, todo empieza a cuajarse de sentido. Incluso en las situaciones más penosas y desfavorables, esta fuerza interior cobra una resaltada importancia.

No estoy hablando de iluminismos curiosos o de fenómenos psicológicos raros. Me refiero a la experiencia que puede tener cualquier persona que haga oración. Lo que quiero destacar es que la acción de la gracia divina es real y funciona. Las supersticiones no pueden contentar y llenar de paz y de sentido el corazón.

Si se la busca y deja espacio, en el interior de la persona se enciende una luz, por la que nos damos cuenta de que siempre es tiempo de amar, con un amor que nos mejora como personas.



José Ignacio Moreno Iturralde

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